La tragedia de ser niño

La Unicef batalla en la India contra la enfermedad, la miseria y la ignorancia

El doctor S. C. Mohapatra sostiene risueño a una niña de 18 meses que acaba de vacunar. Hace un año que trabaja en el distrito de Chiraigan, cerca de Benarés, en el Estado indio de Uttar Pradesh, y asegura satisfecho que el 85% de la población infantil de la zona bajo su control -unos 2.000 niños- ha sido vacunado, mientras que la media india es del 50%. Diez años atrás fue expulsado a estacazos de Palamur, una aldea de su Estado natal, Bihar, porque las campesinas pensaban que las inyecciones que trataba de poner a los infantes eran para esterilizarlos.

Chiraigan es una de las área...

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El doctor S. C. Mohapatra sostiene risueño a una niña de 18 meses que acaba de vacunar. Hace un año que trabaja en el distrito de Chiraigan, cerca de Benarés, en el Estado indio de Uttar Pradesh, y asegura satisfecho que el 85% de la población infantil de la zona bajo su control -unos 2.000 niños- ha sido vacunado, mientras que la media india es del 50%. Diez años atrás fue expulsado a estacazos de Palamur, una aldea de su Estado natal, Bihar, porque las campesinas pensaban que las inyecciones que trataba de poner a los infantes eran para esterilizarlos.

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Chiraigan es una de las áreas afortunadas donde el Gobierno indio, en colaboración con el Fondo Internacional de las Naciones Unidas para la Ayuda a la Infancia (Unicef), ha puesto en funcionamiento el Servicio de Desarrollo Integrado del Niño (ICDS), un proyecto piloto destinado especialmente a los 120 millones de niños menores de seis años que hay en el país. En la India, donde sólo la mitad de los nacidos alcanza la edad de cinco años, el ICDS ha introducido un rayo de esperanza.El plan comienza con la atención a la mujer embarazada y la nutrición del feto y del bebé y cubre la etapa del nacimiento, la inmunización, la lucha contra la diarrea y finalmente la planificación familiar.

En estas aldeas de la India profunda, donde vive el 70% de los 800 millones de habitantes del país, los ojos occidentales no dejan de detenerse estupefactos en las riadas de pequeñuelos que, descalzos y famélicos, se amontonan en las casas de adobe entre excrementos de vaca.

La India oficial, orgullosa de su sistema democrático y recelosa del autoritarismo chino, dejó de lado la planificación familiar cuando la fallecida primera ministra Indira Gandhi perdió, en 1977, unas elecciones por haber realizado esterilizaciones forzosas. Hoy, 10 años después y con 100 millones más de habitantes sumidos en la miseria, trata de aprender de su vecino comunista cómo llegar a las raíces mismas de la población para controlar su crecimiento y desarrollo.

"Triunfamos en la revolución verde y somos autosuficientes en agricultura. Por el contrario, estamos a punto de perder el control del crecimiento de la población. La falta de interés político, la proximidad de unas u otras elecciones y la falta de mentalización de las masas arrinconan peligrosamente este problema", afirma un funcionario de Uttar Pradesh, el Estado más poblado de la India, con unos 60 millones de habitantes.

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La doctora Jannayi Tandon asegura que el éxito del ICDS está -a imitación de los médicos descalzos chinos- en la captación y formación de voluntarios en cada aldea. Estos voluntarios van de casa en casa impartiendo nociones básicas de nutrición, salud, poniendo vacunas e informando a los centros médicos de cualquier enfermedad que perciban. El concepto de prevención, clásico en la medicina china, comienza a tornar cuerpo en la India.

Labor ardua

Pero la labor es ardua. En la India hay que luchar no sólo contra la ignorancia -69% de analfabetos-, sino también contra los tabúes religiosos y una tradición tan pesada como su larga historia. A finales del siglo XX, aún es posible encontrarse noticias como la que daba el 25 de noviembre pasado la agencia india de noticias, PTI: "Un niño de ocho años ha sido sacrificado recientemente, para apaciguar los ánimos de la diosa Kali, en Jamuguri", en el Estado de Assam.En las aguas sagradas del Ganges se esconde una las principales fuentes de enfermedades de los muchos millones de indios que pueblan su cuenca. Un índice de contaminación altísimo y una grave falta de yodo han enfermado de bocio a poblados enteros. "Tratamos de hacerles comprender que están enfermos, pero ellos creen que la hinchazón del cuello es una de sus características fisiológicas", se lamenta el doctor K. N. Agarwal.

Con estadísticas en la mano sobre 54,6 millones de enfermos de bocio y 3,3 millones de retrasados mentales, Agarwal, dedicado a combatir la superstición que rodea al Ganges, donde miles de personas se sumerjen a diario en un baño de purificación y a cuyas orillas se incineran cientos de cadáveres, insiste en que "hay que atajar el problema por su raíz" y construir más pozos para que todos beban agua sana. De hecho, el problema es tan grave que la misma Unicef está comprometido en la financiación de la exploración y extracción de aguas subterráneas.

Para Agarwal, el ICDS "pone demasiado énfasis en los niños de cuatro o cinco años". Y puntualiza: "Por mucho que se haga, el desarrollo físico y mental de esos niños padecerá siempre las consecuencias de una mainutrición fetal o de los primeros meses del nacimiento. De ahí", agrega, "que, ante todo, hay que esforzarse en los por nacer o recién nacidos".

Una de las principales luchas de Tandon es tratar de convencer a las madres de que las niñas también deben ser alimentadas, vacunadas y han de acudir a la escuela. Según Tandon, de los 60 millones de niños indios totalmente inmunizados, sólo el 25% son niñas. Asegura que la niña, siendo despreciada por los padres, es la primera en dedicarse a las faenas de la casa, como el acarreo de agua, y la primera utilizada por las mafias de empleadores infantiles para trabajar.

Las famosas alfombras de seda de Benarés son un claro ejemplo de los abusos que sufre la infancia india. Mal alimentados y pagados con un salario mínimo que reciben los padres, los dedos finos y diestros de críos de apenas 10 años se empeñan, de sol a sol, en el tramado de los nudos que dan cuerpo a las alfombras. Se estima que unos 44 millones de infantes indios están empleados en distintos trabajos, desde la fabricación de ladrillos hasta limpiabotas.

Prohibido por ley, son los mismos padres los que ocultan. el trabajo que realizan sus hijos y defienden a los empleadores. En muchos casos extorsionados o comprometidos de por vida por la ocupación de una choza, su única esperanza es tener hijos que desde su más tierna infancia contribuyan al mantenimiento del hogar.

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