Crítica:CANCIÓN

Geografía barroca

Lluís Llach es uno de los más representativos cantantes airados que han existido en este país y uno de los más brillantes. Pero al mismo tiempo toda su obra está teñida de lirismo tembloroso, y sus canciones de amor están entre las páginas más bucólicas y emotivas de la música popular española. Parece como si en su alma siempre hubiera un murmullo de gaviotas, de melancolía. Su propia figura pálida y un poco desgarbada le da un toque nebuloso, abstraído, excepto cuando se cabrea, que lo sigue haciendo con cierta regularidad. En esas ocasiones, Llach baja de la nube y no se corta ni un pelo a l...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Lluís Llach es uno de los más representativos cantantes airados que han existido en este país y uno de los más brillantes. Pero al mismo tiempo toda su obra está teñida de lirismo tembloroso, y sus canciones de amor están entre las páginas más bucólicas y emotivas de la música popular española. Parece como si en su alma siempre hubiera un murmullo de gaviotas, de melancolía. Su propia figura pálida y un poco desgarbada le da un toque nebuloso, abstraído, excepto cuando se cabrea, que lo sigue haciendo con cierta regularidad. En esas ocasiones, Llach baja de la nube y no se corta ni un pelo a la hora de cantar verdades al lucero del alba. En otro tiempo, cuando le llegaba la cólera, era capaz de obligar a una gallina a pregonar la revolución. Ahora arremete contra Pinochet, contra el racismo, contra la expoliación del pueblo palestino; o hace un pequeño homenaje a la huelga general del día 14 diciendo en el descanso: "Ahora vamos a tener 10 minutos de paro".Lluís Llach pertenece al exiguo grupo de cantantes que en plena juventud se convirtieron en símbolos para algunos. Pero eso de ser símbolo resulta una carga onerosa para un artista. Un honor algo incómodo. Quizá consciente de ese riesgo, el cantante ampurdanés se refugió durante una larga temporada en las nubes sabáticas. Aprovechó el relajo para componer un ambicioso álbum, Astres, en el que no se privó de su obsesión por lo sinfónico y la espectacularidad. Ahora vuelve a la tierra, ha dejado la astronomía y se engolfa en la Geografía, que es el título de su último trabajo.

Lluís Llach

Lluís Llach (voz y teclados), Laura Almerich (guitarra clásica), Carles Cases (teclados y violonchelo), Xavier Figuerola (saxos), Manel Rabinad (flautas, sintetizador), Vicens Sanchís (oboe), Paco Rodríguez (bajo eléctrico), Lluís Ribalta (batería). Coordinación escénica: Lluís Pasqual.Teatro nacional María Guerrero. Madrid, del 14 al 23 de diciembre

El día de la presentación el espectáculo fue ejemplar, con un Llach espléndido de voz y muy resultón con el piano. Sus nuevas canciones han vuelto a los caminos de la melodía, de los esquemas tradicionales que Llach maneja con inspiración. Esta Geografía es barroca, como el propio artista, y por tanto contradictoria. Llach aboga por la simplicidad de vida que predicaron los estoicos: no ser esclavo de nada. Sin embargo, aunque él esté nimbado de fingida sencillez, su ambición se detecta a cada paso. Llach sigue ensimismado con las utopías, aunque quizá en eso consista su misión. Las utopías a veces producen despecho. Y Llach mantiene a primera vista una actitud como de despechado, incomprendido, receloso de algo o de alguien. Sin embargo, tras los pescozones sufridos en tiempos difíciles, ahora mismo es un artista mimado por una multinacional y por las instituciones catalanas y estatales: al teatro nacional María Guerrero tienen acceso muy pocos cantantes.

El público del día del estreno tributó una calurosa ovación al cantante, a los músicos y a Lluís Pasqual.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En