"El maldito barco sigue ahí"

Un año después de embarrancar, el mercante 'Cason' amenaza la costa gallega

La madrugada de aquel 5 de diciembre, los habitantes de Finisterre, desvelados por la costumbre a pesar de que aquel día no iban a salir al mar a causa del temporal, se enteraron de que había un mercante en apuros frente a la playa de O Rostro. La costumbre de echar una mano impulsó a muchos a acercarse al acantilado de O Castelo, y desde allí vieron un enorme barco de 20.000 toneladas zarandeado por las olas, mientras un remolcador y otras embarcaciones recogían cadáveres. Ninguno suponía que aquello, el Cason, les haría abandonar sus casas, clausuraría durante meses sus caladeros y todavía h...

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La madrugada de aquel 5 de diciembre, los habitantes de Finisterre, desvelados por la costumbre a pesar de que aquel día no iban a salir al mar a causa del temporal, se enteraron de que había un mercante en apuros frente a la playa de O Rostro. La costumbre de echar una mano impulsó a muchos a acercarse al acantilado de O Castelo, y desde allí vieron un enorme barco de 20.000 toneladas zarandeado por las olas, mientras un remolcador y otras embarcaciones recogían cadáveres. Ninguno suponía que aquello, el Cason, les haría abandonar sus casas, clausuraría durante meses sus caladeros y todavía hoy, un año más tarde, seguiría constituyendo una presencia no deseada y amenazante.

El puente y la proa del Cason, retorcidos y oxidados por la fuerza del mar, siguen varados en el mismo lecho arenoso donde encalló el barco. Con marea alta y fuerte oleaje podrían confundirse con unos arrecifes extrañamente rojizos y vacíos de percebes y gaviotas. Pero para los habitantes del Finisterre gallego, "el maldito barco sigue ahí, y cargado".El único taxista que espera clientes bajo la marquesina de la parada del pueblo dice no acordarse de nada. El resto de los que pasan por la plaza, a lo largo del muelle, prefieren no hacerlo. Sólo que había miedo y confusión. "El alcalde de Finisterre decía una cosa; el de Corcubión, otra; los de Protección Civil no decían nada, y el conselleiro de Educación, que fuéramos a clase. Fue horrible" dice una maestra destinada en Cée.

Muchos sí se acuerdan de los apuros y el desaliento de algunos ancianos al abandonar, sin saber si volverían, las casas en que habían nacido. Hay quien asegura que algunos fallecieron debido a ello.

Un joven marinero, todavía con la ropa de aguas, recuerda haber llorado en la evacuación hacia Santiago, con su madre. "Se me venían las lágrimas al ver llorar a la pobre vieja". Por el contrario, un lobo de mar que parece un personaje de John Ford -y que comenta: "Nos fuimos toda la familia a bordo del coche, sin más que la ropa"-, se alegra de haber estado refugiado durante tres días en un hotel de cuatro estrellas de La Coruña. Un hombre que arregla nasas en el muelle y que no se retira los clavos de la boca para contestar dice que se quedó "para ver qué pasaba". ¿Y? "No pasó nada".

El mismo escepticismo reina entre aquellos que viven del mar (la mayoría) que no han cobrado, ni confían hacerlo, las indemnizaciones prometidas por no haber podido pescar durante meses. Alguno incluso se enorgullece de haber rechazado las 10.000 pesetas que aportó la Diputación y distribuyó el Ayuntamiento "a quien quiso y a quien acepta limosnas".

El barco sigue cargado

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A pesar de que el entonces ministro de Transportes, Abel Caballero, organizó en marzo una gira por mar al lugar del naufragio para asegurar que las mercancías peligrosas que contenía el Cason habían sido recuperadas en su totalidad, la mayoría de la carga general continúa en aquellas bodegas, cuyos planos llegaron a ser tan conocidos como los del Titanic. La subasta pública para adjudicar el rescate de los restos quedó desierta, y aunque hace pocos días una empresa especializada, Redesa, se comprometió a hacerse cargo del trabajo, ello no ha contribuido a que se disipe la desconfianza. Tampoco lo ha hecho la decisión que adoptó la pasada semana la juez de Concurbión, Rosario Hernández, de sobreseer las denuncias presentadas por varias instituciones y particulares para establecer las responsabilidades."Yo ya lo dije cuando pasó", asegura un marinero que descarga pulpos en el muelle y al que sus compañeros llaman Chipriota, "eso no lo va a quitar nadie de ahí". "Tampoco se puede asegurar que no vaya a repetirse", tercia un profesor del colegio nacional Martín Freire de Finisterre. Los proyecto s para establecer un sistema de seguimiento del tráfico marítimo y delimitar pasillos de circulación aparecen esporádicamente en los medios de comunicación gallegos, pero la lenta procesión de barcos que se ve en la línea del horizonte, a menos de una decena de millas de los restos del Cason, sigue atestiguando que por allí pasa, una de las rutas marítimas más trasitadas del mundo.

Pero un año después, el Ministerio de Transportes sigue teniendo sus propios problemas todavía pleitea con la armadora del Cason para cobrar los miles de millones de pesetas que se asegura que costó el rescate.

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