Crítica:'POP'

Éxito misterioso

Un comentario coherente sobre el recital que Eros Ramazzotti ofreció en la plaza de toros Monumental -actúa en Madrid el 5 de octubre- requeriría muy pocas palabras, tal vez ninguna, porque el ignorar espectáculos tan lamentables sería la mejor manera de no contribuir a su repetición.Hablar de fiasco, ausencia de cualquier calidad musical o escénica, puro camelo para niñas que todavía no han entrado en la adolescencia, o cosas por el estilo, sólo contribuirán a reforzar el aura de un personaje musical tan innecesario como Ramazzotti. El problema es que el recital fue todo eso y más: una muestr...

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Un comentario coherente sobre el recital que Eros Ramazzotti ofreció en la plaza de toros Monumental -actúa en Madrid el 5 de octubre- requeriría muy pocas palabras, tal vez ninguna, porque el ignorar espectáculos tan lamentables sería la mejor manera de no contribuir a su repetición.Hablar de fiasco, ausencia de cualquier calidad musical o escénica, puro camelo para niñas que todavía no han entrado en la adolescencia, o cosas por el estilo, sólo contribuirán a reforzar el aura de un personaje musical tan innecesario como Ramazzotti. El problema es que el recital fue todo eso y más: una muestra palpable y dolorosa de que mercadotecnia y calidad no sólo no tieNen por qué ir de la mano, sino que suelen estar bastante distanciadas, llegando incluso a transformarse en palabras que definen polos opuestos.

Eros Ramazzotti

Plaza de toros Monumental de Barcelona, 1 de octubre.

El éxito de este romano de casi 25 años entre nuestras jovencitas puede convertirse en uno de los grandes misterios de los últimos años. La Monumental estaba totalmente abarrotada, sin duda con un nuevo overbooking, de niñas que no alcanzaban los tres lustros de vida; niñas nerviosas, excitadas, predispuestas al llanto fácil y al grito histérico. Un hormiguero que se agitaba convulsamente, que saltaba e intentaba bailar en el poco espacio de que disponía, se cogía de las manos y encendía candelas en los momentos más impensados. Una vez más, el espectáculo estuvo en las gradas o en el coso, un espectáculo deprimente.

En el escenario, Ramazzotti se movía torpemente en un decorado inspirado en un mal programa de la RAI se colgaba una guitarra del cuello, pero prácticamente no le sacaba ni un solo sonido audible, y cantaba con voz monótona, sumamente limitada e irritante. El repertorio tampoco escapaba a la tónica general: canciones azucaradas hasta lo increíble con ritmos de una facilonería abrumadora; canciones idénticas unas a otras para evitar que abandonando el patrón se pierda la posibilidad del éxito. Canciones que las niñas se sabían de memoria, y al intentar cantarlas, mezcladas con las consabidas demostraciones de histeria, impedían oír la voz del cantante. Algunos temas salieron ganando al ser bramados por el público en vez de cantados por Ramazzotti.

Para completar la panoplia de insensateces, la Cruz Roja padeció también un verdadero overbooking, en palabras de uno de los sufridos voluntarios del cuerpo: "las niñas caían como moscas". Ataques de histeria y desmayos, llanto y sudor frío, pero ni un solo auténtico accidente que necesitase ayuda sanitaria.

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