Andresín gana puestos
Andaban Víctor Mendes y El Soro, con los palitroques, muy sueltos, muy risueños, muy pagados de su cartel, muy saltarines, y se encontraron con la sorpresa de que Andrés Caballero -el Andresín de la escuela de tauromaquia, ya mozo- lo hacía mejor. Andrés Caballero les superó en un quiebro al segundo toro, en un par de frente al tercero y en otro de poder a poder al sexto, que se le arrancó fortísimo. Establecida la obligada comparación con las carreras, saltos, clavazones laterales a cabeza pasada y escapadas enloquecidas a la barrera de sus compañeros veteranos, Andrés Caballero ganó puestos ...
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Andaban Víctor Mendes y El Soro, con los palitroques, muy sueltos, muy risueños, muy pagados de su cartel, muy saltarines, y se encontraron con la sorpresa de que Andrés Caballero -el Andresín de la escuela de tauromaquia, ya mozo- lo hacía mejor. Andrés Caballero les superó en un quiebro al segundo toro, en un par de frente al tercero y en otro de poder a poder al sexto, que se le arrancó fortísimo. Establecida la obligada comparación con las carreras, saltos, clavazones laterales a cabeza pasada y escapadas enloquecidas a la barrera de sus compañeros veteranos, Andrés Caballero ganó puestos en la escaleta de banderilleros y se puso por delante.A Mendes y El Soro les salva que la escaleta no sirve, pues los méritos para entrar en el cartel de la que llaman con escasísima propiedad "corrida de los banderilleros" son la rutina y la gimnasia. La suerte, en sí, a la gente le trae sin cuidado. La gente prefiere ceremonias, ajetreos, carreras, y bien que le dan gusto los banderilleros de la corrida esa.
Peñajara / Mendes, Soro, Caballero
Toros de Peñajara, bien de tipo, sospechosos de pitones. Víctor Mendes: tres pinchazos y descabello (silencio); bajonazo (oreja). El Soro: media y dos descabellos (vuelta por su cuenta); pinchazo y media (oreja). Andrés Caballero: estocada caída y descabello (ovación y salida al tercio); pinchazo hondo (oreja).Plaza de San Sebastián de los Reyes, 29 de agosto. Cuarta corrida de feria.
Si los cánones del toreo empíezan a ser vago recuerdo, los del arte de banderillear se ha volatilizado. En tiempos ya antiguos, un matador-banderillero cedía a otro los palos para demostrarle su superioridad ante el toro y si de paso le hundía en la miseria, mejor. Ahora la cesión de palos es un número acordado de antemano; sonrisas, se dan palmaditas cariñosas, a veces en el culo, venga saludos a todo el mundo, han de aparcarles el toro no saben, ni se atreven; clavan cabeza pasada, los pies al desgaire; aprietan a correr como si les persiguiera el sastre; para rematar el cuadro se abrazan, más saludos; saludar es que les priva. Así siempre y ayer en San Sebastián de los Reyes también. San Sebastián de los Reyes era Versalles.
A toros de una varita los torearon francamente mal. Mendes no se confió en el primero y al cuarto le instrumentó unos redondos gustosillos. El Soro trapaceó a su aire, con mucho alboroto tremendista en el quinto. Caballero porfió pundonoroso al reservón tercero y al violento sexto le pegó derechazos a la velocidad -vertiginosa- que requerían la ocasión y su temperamento inquieto.
Si valiera la escaleta, Andresin tendría ahora mismo puesto fijo en la corrida de los banderilleros, y causaría furor, porque esto del toreo es que lo vive.