Crítica:FLAMENCO

Desvirtuar lo 'jondo'

Montoyita trabajó como un forzado, porque, además de ser el elemento aglutinador del grupo, acompañó con su guitarra a todos los actuantes. Bien secundado por Paquete, Montoyita hubo de atender a toda suerte de empeños, desde los más ortodoxos hasta los francamente disparatados. Y todo lo hizo con equilibrio, una justa adecuación a las exigencias de cada momento y un perfecto entendimiento de su dificil trabajo.Junto a él, su hermano Antonio, cantaor muy joven, que está trabajando mucho, y a veces se equivoca, pero otras obtiene logros estimables. Asimismo estimable el baile de Manuela,...

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Montoyita trabajó como un forzado, porque, además de ser el elemento aglutinador del grupo, acompañó con su guitarra a todos los actuantes. Bien secundado por Paquete, Montoyita hubo de atender a toda suerte de empeños, desde los más ortodoxos hasta los francamente disparatados. Y todo lo hizo con equilibrio, una justa adecuación a las exigencias de cada momento y un perfecto entendimiento de su dificil trabajo.Junto a él, su hermano Antonio, cantaor muy joven, que está trabajando mucho, y a veces se equivoca, pero otras obtiene logros estimables. Asimismo estimable el baile de Manuela, que tiene estampa y una buena preparación. El cante de Zaira y Miguel Carbonell ya es otra cosa. Ni siquiera estoy seguro de que sea flamenco. Porque el flamenco tiene sus convenciones, una de las cuales es que, por ejemplo, el taranto suene a taranto y los fandangos de Huelva suenen a fandangos y a Huelva. No ocurre así con estos jóvenes cantaores, que distorsionan los tercios, meten cadencias extrañas y desvirtúan los estilos.

Familia Carbonell

Jardines de Cecillo Rodríguez, 30 de julio.

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