Editorial:

Aires de negociación

EN LA escena internacional se manifiesta desde hace meses una nueva tendencia a abordar los conflictos regionales con un espíritu de negociación, con voluntad de encontrar soluciones políticas y de poner fin al enfrentamiento militar. Después de¡ inicio, en mayo, de la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, y del anunciado alto el fuego entre Irán e Irak, esta nueva corriente negociadora se ha plasmado claramente en los casos de Angola y Camboya.En el primero, diversos encuentros han preparado el acuerdo logrado en Nueva York entre las delegaciones de Angola, Suráfrica y Cuba ...

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EN LA escena internacional se manifiesta desde hace meses una nueva tendencia a abordar los conflictos regionales con un espíritu de negociación, con voluntad de encontrar soluciones políticas y de poner fin al enfrentamiento militar. Después de¡ inicio, en mayo, de la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, y del anunciado alto el fuego entre Irán e Irak, esta nueva corriente negociadora se ha plasmado claramente en los casos de Angola y Camboya.En el primero, diversos encuentros han preparado el acuerdo logrado en Nueva York entre las delegaciones de Angola, Suráfrica y Cuba sobre los principios comunes que deben regir la retirada de las tropas cubanas de Angola y la retirada de Suráfrica de Namibia, con la aplicación en este país de las decisiones de la ONU. Una nueva reunión en Ginebra, a principios de agosto, debe abordar cuestiones más concretas, como el calendario para evacuar las tropas. En cuanto a Camboya, la reunión que acaba de celebrarse en Indonesia no ha desembocado en un plan para la retirada de los vietnamitas ni para la creación de un Gobierno representativo de los diversos grupos. Pero nadie pensaba en un desenlace rápido. De la reunión ha salido un grupo de trabajo encargado de definir los elementos de una solución, en el que participarán los cuatro grupos camboyanos, con la ayuda de los seis países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) y asimismo de Laos y Vietnam.

Hasta hace pocos meses, en esos conflictos no había habido ninguna conversación entre las partes, solamente hablaban las armas. El inicio de negociaciones, aunque exijan tiempo, representa un progreso considerable. Para ello ha sido decisiva la mediación de un factor externo al conflicto: en el caso angoleño, EE UU, con un ¡Importante respaldo de la URSS. En Camboya, Indonesia, con la ayuda de otros países de la ASEAN. Hace falta destacar -a pesar de las dificultades de su aplicación- el alto el fuego en la terrible guerra de ocho años entre Irak e Irán. En este caso, la ONU ha sido el factor decisivo para preparar el fin de la guerra. Con ello, dicho organismo tiene ocasión de volver a su función decisiva de buscar cauces de negociación para poner fin a las guerras o para impedirlas. Hay además otras señales interesantes de la reactivación de la ONU: en la cuestión de Chipre se anuncia una reunión de los jefes de las dos comunidades, que tendrá lugar en Nueva York a finales de agosto. Y en el caso del Sáhara, un nuevo plan de paz, preparado por Pérez de Cuéllar, será presentado en breve, con mayores posibilidades de éxito gracias a la reconciliación entre Marruecos y Argelia.

No cabe duda de que contribuye -y mucho- a este nuevo clima el sustancial mejoramiento de las relaciones entre EE UU y la URSS. Sin embargo, las dos superpotencias no tienen en las manos los hilos de todo lo que ocurre. Factores regionales son también determinantes. Resulta cada vez más irreal el concepto de que cada conflicto es una batalla de una gran contienda mundial entre socialismo y capitalismo. Por eso la búsqueda de soluciones de paz exige mediaciones diversas.

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