Editorial:

Éxitos policiales

LA INCAUTACIÓN en la Costa Brava de 17 toneladas de hachís, por un valor estimado de 9.000 millones de pesetas, constituye un importante éxito de la policía española en la lucha contra la droga. Se trata, según el grupo de estupefacientes de Barcelona, del alijo más importante hallado en el mundo en este tipo de sustancias. Casi al mismo tiempo eran detenidos en la vecina Mallorca tres ciudadanos británicos relacionados con la distribución internacional de la misma, uno de los cuales, Dennis Marks, es considerado como "el cabecilla de una de las redes más importantes del tráfico de marihuana y...

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LA INCAUTACIÓN en la Costa Brava de 17 toneladas de hachís, por un valor estimado de 9.000 millones de pesetas, constituye un importante éxito de la policía española en la lucha contra la droga. Se trata, según el grupo de estupefacientes de Barcelona, del alijo más importante hallado en el mundo en este tipo de sustancias. Casi al mismo tiempo eran detenidos en la vecina Mallorca tres ciudadanos británicos relacionados con la distribución internacional de la misma, uno de los cuales, Dennis Marks, es considerado como "el cabecilla de una de las redes más importantes del tráfico de marihuana y hachís". Y, por último, cayó en las redes -aunque no en las suyas- un patrón de un pesquero español que transportaba varios kilos de cocaína.Junto al alijo de la Costa Brava, la policía puso al descubierto unas instalaciones que dejan en mantillas los depósitos de almacenamiento de muchas empresas legales españolas. De acuerdo con la policía, los traficantes habrían invertido unos 120 millones de pesetas en estas instalaciones, lo que da idea de las disponibilidades de inversión de estos grupos y de su capacidad operativa. El jefe de la red, Jacques Cannavaggio, y otras cinco personas fueron detenidos.

Tantos éxitos juntos, además de merecer el elogio de la ciudadanía, constituyen la mejor bienvenida que los cuerpos policiales podían deparar al nuevo ministro del Interior, que estará sin duda satisfecho, y que podrá preguntarse acerca de la coincidencia de su toma de posesión y estas capturas espectaculares. Cannavaggio y Marks eran personas que residían en España desde hacía varios años y cuyas actividades parecían ser conocidas públicamente. Cabría preguntarse por qué se ha esperado tanto para actuar contra ellos. Y es lícito imaginar que el diseño de una nueva política en el departamento de Interior ha puesto nervioso a alguien, de modo que se está haciendo saltar la tela de araña de impunidad y complicidades tejida en torno a este mundo. En una palabra, resulta increíble que todo esto se haya descubierto hace muy poco tiempo. Pero resulta evidente que se ha reprimido solamente ahora.

Contestando a la pregunta de por qué se tardó tanto tiempo en actuar contra esa mafia, el gobernador civil de Barcelona, Ferran Cardenal, ha explicado que los detenidos tenían antecedentes en el extranjero, pero no en España, y que una de las vías de investigación sobre estas mafias, el blanqueo del dinero procedente del tráfico de drogas, es muy difícil de seguir. Es verdad que tirar del hilo de determinadas inversiones es complicado, pero lo es mucho más si a esa dificultad técnica se une la falta de voluntad política. Es de dominio público que el dinero de la droga está financiando inversiones inmobiliarias en las costas españolas, y no se entiende muy bien cómo no se ha actuado en ese terreno con toda la dureza necesaria. Por lo demás, desde la detención en Madrid del narcotraficante colombiano Ochoa, y su devolución a la vida libre en su país natal, los españoles tenemos derecho a sospechar que el poder de las mafias es más que considerable en España y que la corrupción que son capaces de extender entre instituciones de tantos países afecta también, por desgracia, a sectores de España.

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En cualquier caso, la incautación de tan importante alijo de marihuana y los que se produjeron hace poco más de dos meses en el campo de la cocaína -casi 2.000 kilos aprehendidos en tres operaciones- son hitos importantes en la lucha contra la droga en España. Pero dejan paradójicamente al descubierto la falta de éxito en la persecución de la heroína, de lejos la droga que más muertes y criminalidad provoca en nuestro país. El comercio del caballo es semipúblico, los camellos apenas se ocultan y las redes de distribución son conocidas por los expertos. Hace unos meses saludábamos otros éxitos policiales y señalábamos que, para poder certificar que nos encontrábamos ante una actitud más enérgica de los poderes públicos en la lucha contra la droga, era urgente llegar hasta el fondo en las posibles complicidades dentro del aparato del Estado y de sus fuerzas de seguridad. Hoy, al tiempo que felicitamos a los responsables de los nuevos logros, nos hacemos la misma reflexión.

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