Tribuna:CITA EN MOSCÚ

El frente interior

La cuarta cumbre Reagan-Gorbachov se celebra en Moscu exactamente un mes antes del comienzo de la XIX Conferencia Nacional del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Durante cuatro días, los soviéticos pueden admirar la desenvoltura de su líder en sus encuentros con el presidente americano, y ese incremento de la publicidad le ayudará, sin duda, en la batalla que libra en el frente interior para romper con el socialismo real de Breznev y con toda la herencia del estalinismo.A 65 días de distancia, Gorbachov ha tomado por su cuenta la famosa declaración que Lenin hiciera ...

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La cuarta cumbre Reagan-Gorbachov se celebra en Moscu exactamente un mes antes del comienzo de la XIX Conferencia Nacional del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). Durante cuatro días, los soviéticos pueden admirar la desenvoltura de su líder en sus encuentros con el presidente americano, y ese incremento de la publicidad le ayudará, sin duda, en la batalla que libra en el frente interior para romper con el socialismo real de Breznev y con toda la herencia del estalinismo.A 65 días de distancia, Gorbachov ha tomado por su cuenta la famosa declaración que Lenin hiciera en mayo de 1923: "Nuestro punto de vista sobre el socialismo ha cambiado radicalmente". El precedente creado por el fundador de la república de los soviets le permite afirmar que la situación actual se inscribe en la tradición soviética y que no significa que se esté volviendo la espalda al socialismo. La gran revisión gorbachoviana se extiende ya a todos los sectores, y esta semana, en la capital soviética, acaba de quebrantarse el tabú que desde hace tantos decenios envuelve la política exterior de la URSS. Por primera vez, Pravda, de Moscú, y Literaturnaya Gazeta han atacado no sólo el pacto germano-soviético de 1939, sino también las maniobras político-militares de Leónidas Breznev. El profesor Dachitchev, en Literaturnaya Gazeta, afirma rotundamente que, por haber enviado armas y consejeros militares a ciertas regiones del mundo, Breznev ostenta la mayor responsabilidad por el fracaso de la distensión de los años setentas.

En la época prenuclear, la invasión de Afganistán hubiese sido, según este análisis, un Nierdadero casus belli, y si en las condiciones actuales se ha podido evitar lo peor, esta iniciativa, no obstante, ha implicado un aislamiento peligroso de la URSS y un ruinosa carrera armamentista.

Equilibrios

A continuación, el profesor Dachitchev, parafraseando la vieja fórmula de Von Clausewitz, explica que "la carrera armamentista, como la guerra, no es más que la prolongación de la política por otros cauces". Si se quiere poner fin a esa carrera, hay que cambiar la política, tomar en cuenta los intereses del otro campo y evitar cualquier acción que dé la impresión de una veleidad de hegemonía. Aunque se haya prohibido predicar un aislacionismo soviético, Dachitchev no cree de modo visible en las conquistas breznevianas en el Tercer Mundo, y aboga por un nuevo equilibrio internacional que permita que cada país, en el Este como en el Oeste, acuerde la prioridad a su desarrollo interior. Esta acusación lanzada contra la política exterior de Breznev cae particularmente bien en el momento en que Reagan llega a Moscú tras haber declarado: "Gorbachov es mi amigo". Pero no fue ese amigo el que le recibió en el aeropuerto de la capital, sino Andrei Gromiko, principal responsable de la diplomacia errónea de Breznev, y que en el período intermedio ha sido promovido al rango de presidente del Soviet Supremo, es decir, jefe del Esta-

do soviético.

Ya que el objetivo de la cumbre es "la consolidación y el desarrollo del clima de confianza entre Estados Unidos y la URSS, Mijail Gorbachov tendría que estar interesado en ocultar al molesto "señor niet", que no puede inspirar a los occidentales más que sentimientos ambiguos y, sin duda, ninguna confianza. ¿Por qué no hizo caso omiso del protocolo para alejar a Gromiko? Lo que sucede es que el secretario general debe ocuparse de los equilibrios internos del PCUS tanto como de la búsqueda de un nuevo equilibrio internacional. Está bien retomar alguna de las fórmulas de Lenin, pero la URSS de 1988 no es la de 1923, y Gorbachov tiene entre manos un cuerpo social en el que cada estrato y todos los príncipes del partido defienden sus intereses con aspereza. Sin embargo, en el espacio de tres años muchos ministros y cuadros regionales han sido desplazados. Pero el ritmo de las reconversiones deja mucho que desear, hecho que genera la multiplicación de los episodios inquietantes de una lucha política desarrollada fuera de las instituciones (porque esas instituciones, herencia del estalinismo, no brindan ningún espacio para debates contradictorios).

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El primer episodio se refiere a la Transcaucasia. En el mes de febrero, mientras los armenios se manifestaban pacíficamente ba o los retratos de Gorbachov para obtener la incorporación de Nagornyo-Karabaj a su república, la muchedumbre arremetía contra sus compatriotas en la ciudad de Suingait, en Azerbaiyán, con un saldo de 32 muertos y un centenar de heridos. De inmediato se divulga por todo Moscú el rumor de que esta tragedia ha sido provocada por el secretario del Comité Central de Azerbaiyán, Bagirov, de común acuerdo con su homólogo armenio, Demirchan. Ambos habrían retirado durante algunas horas las fuerzas del orden en Suingait, esperando que así los contramanifestantes azeris diesen una pequeña lección a los armenios, otorgando la razón a los manifestantes de Erivan. Fundado o infundado, este rumor siembra una verdadera consternación. En primer lugar, porque muestra hasta dónde puede llegar la perversidad de los príncipes del partido que gobiernan repúblicas enteras. En segundo, porque se comprueba que basta con abandonar a sí misma a una gran ciudad obrera para que de inmediato corra la sangre. Nadie cree que en Sumgait sólo haya habido fanáticos y elementos criminales a los que se pueda responsabilizar de los disturbios antiarmenios. Además, el proceso que acaba de iniciarse en Bakú muestra que los acusados son en su mayoría obreros sin antecedentes penales. El sábado 21 de mayo, frente a las nuevas manifestaciones de Eriván y de Bakú, Mijail Gorbachov ha destituido tanto a Bagirov como a Demirchan, confirmando indirectamente la sospecha que desde hace tres meses pesaba sobre ambos dirigentes.

El segundo episodio -por fortuna menos sangriento- se produjo en Moscú, desde el 13 de marzo último. Ese día, el diario Sovietskaia Rossia publicó, en una página entera, la carta abierta de cierta Nina Andreieva, profesora de quín-úca en Leningrado, que con pico y garras defiende el patrimonio del estalinismo. Su tono es agresivo. La profesora acusa a los reformadores de los peores ataques contra las conquistas de la Revolución de Octubre, y les adjudica la intención de querer restaurar el antiguo régimen. Un ataque tan brutal no podía quedar sin respuesta, con más razon ahora que, en la era de la glasnost, los directores de cada publicación disponen de gran autonomía y, si cometen un error, ya no corren el riesgo de ser enviados a los lejanos rincones de Siberia. Sin embargo, con excepción de una publicación seinanad moscovita y de un diario de Tambov, nadie ha contestado a Nina Andreieva. Más aún: muchos periódicos regionales reproducen su diatríba sin comentarios. Una buena cantidad de soviéticos de base reaccionan, pero de modo inexplicable sus cartas no son publicadas en las secciones de correo de los lectores. Las cosas cambian desde el 5 de abrid en adelarite, cuando Pravda ataca a Nina Andreieva acusándola de haber elaborado una plataforIna política de oposición a la perestroika. Desde la fecha citada, una verdadera avalancha de textos antiestalinistas se precipita hacia las columnas de la Prensa soviética.

Nostalgias

Queda por saber qué sucedió exactamente en ese intervalo de tres semanas de silencio, cuando Pravda de Tambov fue el único diario que defendió las banderas del gorbachovismo. Se supone que algunos responsables del Comité Central, aprovechándose del viaje de Gorbachov a Yugoslavia, se dedicaron a influir -como se suele decir púdicamente- a los directores de los periódicos. Mijail Gorbachov conoce, sin duda a esos responsables y sabe de sus nostalgias estalinianas. Pero en los tres discursos que después de ese episodio ha. pronunciado ha preferido no norribrarlos. En lugar de anunciar sanciones, propugna una unión nacional a la soviética, recom.endando, como lo hiciera en abril de 1985 en Leningrado, que se dé tiempo a cada uno para impregnarse del espíritu del nuevo socialismo, un espíritu a la orden del día en la XIX Conferencia Nacional del PCUS.

La existencia de corrientes bíen distintas en el PCUS ya no es un misterio, y, en esas condiciones, la elección de 5.000 delegados a la conferencia de junio se convierte en una cuestión muy seria. Es evidente que no serán elegidos más que por los miembros del partido, pero para democratizar su funcionamiento las listas de los candidatos tendrán que ser publicadas en la Prensa y puestas en conocirniento de todos. Estas innovaciones y los resultados de las prirneras elecciones en los comités provinciales del PCUS han complacido no poco a los progresistas de Moscú. Pero no han tardado en surgir otras novedades, mucho menos buenas. Aquí y allá, los principitos locales ha.n eliminado de oficio a algunos de los elegidos nuevos, invocando irregularidades imaginarias de procedimiento. En la capital, el comité del PC de Moscú ha declarado inaceptables las candidaturas del rector del, Instituto Nacional de Archivos, Yuri Afánassiev; del director Oganiok, Vitafi Korotich, y del vicepresidente de la Unión de Cineastas, Alex Adamovich, so pretexto de que las organizaciones de base que los han elegido rio son lo suficientemente numerosas. Las protestas contra esas manipulaciones se multipfican, y ciertas personalidades influyentes, como los acádéinicos Tatiana Zaslavskaia (sociologa) y Abalkin (economista) incluso han mantenido una conferencia de Prensa en el Ministerio de Exteriores para expresar sus inquietudes. Porque, aducen, si tales cosas suceden en Moscú, es fácil imaginar que en las provincias será peor.

El premio Nobel Andrei Sajarov, por su parte, ha firmado un llamado colectivo de los progresistas a Mijail Gorbachov, para que intervenga contra los abusos y garantice una elección no manipulada, con voto secreto, de los delegados a la conferencia de junio.

Pero Gorbachov sabe que esa conferencia, sea cual sea su composición, votará su programa, aprobado ya por el Comité Central y capaz de dar "un nuevo impulso a la perestroika y, sobre todo, garantías de irreversibilidad". La cumbre que mantendrá cort Reagan ha de reforzar la mano del dirigente soviético frente a los conservadores. El semanario Ogoniok, en una caricatura, los muestra rezando ante una estatua de Stalin: "Resucita, padre nuestro bienamado, y ayúdanos a saldar cuentas con los que hacen la perestroika". Todos ríen tranquilos, porque ese milagro jarnási se producirá. Sin embargo, el. hecho de que muchos de los principitos del aparato eleven esas, plegarias constituye un problerna para Gorbachov.

Traducción de Ana Poljak.

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