Tribuna:LOS PROBLEMAS FINANCIEROS DEL TERCER MUNDO

Los Gobiernos acreedores y la deuda externa

El problema de la deuda externa de los países en desarrollo está entrando, claramente, en una nueva fase de solución.La estrategia de capear el temporal, impuesta de forma improvisada en 1983, se puede considerar agotada como fuente de inspiración para solventar el problema.

Dicha política pivotaba sobre el supuesto implícito de que la crisis de la deuda externa era un problema de falta de liquidez que se resolvería con la implantación de una ortodoxa política de ajuste en los países deudores (supervisada por el FMI) y con la mejora de las condiciones de la economía mundial.
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El problema de la deuda externa de los países en desarrollo está entrando, claramente, en una nueva fase de solución.La estrategia de capear el temporal, impuesta de forma improvisada en 1983, se puede considerar agotada como fuente de inspiración para solventar el problema.

Dicha política pivotaba sobre el supuesto implícito de que la crisis de la deuda externa era un problema de falta de liquidez que se resolvería con la implantación de una ortodoxa política de ajuste en los países deudores (supervisada por el FMI) y con la mejora de las condiciones de la economía mundial.

Lo fundamental, pues, era ganar el tiempo que los bancos acreedores necesitaban para reducir sus riesgos, aprovisionando fondos para fallidos y diversificado su cartera de préstamos.

La propuesta lanzada por el secretario del Tesoro norteamericano, James Baker, a finales de 1985, y conocida como el plan Baker, era ya, un reconocimiento de que con la política de ajuste y renegociaciones de la deuda no sólo la situación del endeudamiento extremo de los países dileudores no iba a mejorar (el volumen total de la deuda ha ido creciendo desde 1982), sino que, al poner en peligro el crecimiento económico futuro de estos países mediante continuados planes de estabilización, se deterioraban sus posibilidades de pago en el futuro y se corría el riesgo de que aumentaran las tentaciones del repudio unilateral de la deuda externa.

A partir de ese momento, la situación empieza a ser mucho más fluida, y el propio mercado es capaz de diseñar un menú de soluciones que rompe con la polítíca seguida desde 1983.

La realidad de la que se parte es que hay una clara diferencia entre el valor facial de la deuda, o valor contable, y su valor real, ya que éste es igual al valor actual. (contable) de la misma por la probabilidad de cobrarla.

Éste es el punto importante: la probabilidad de cobrarla. Por ello merece detenerse un poco a analizarlo.

La probabilidad de cobrar la deuda externa de los países en desarrollo viene determinada por dos factores: la posibilidad económica de que estos países puedan pagarla y la voluntad política de que quieran hacer los esfuerzos necesarios para ello.

Aun aceptando que la crisis de la deuda consiste en una falta de líquidez por parte de los países deudores, la situación no ha mejorado, ya que no se han dacio las condiciones requeridas en la evolución de la economía mundial como para que estos países recuperaran liquidez suficiente a través del sector real (le sus economías.

Políticas de ajuste

La recuperación de los países industrializados, sus propensiones a importar productos de los países deudores, las políticas económicas seguidas sobre los tipos de cambio y de interés no han tenido suficiente impacto como para aliviar la situaci6n del endeudamiento externo de los países en desarrollo.

Quedarse sólo con las políticas de ajuste en estos países come instrumento para forzarles al pago de la deuda es hacer abstracción de la situación estructural que los define como en desarrollo y olvidarse de su evolución sociopolítica reciente hacia democracias necesitadas de legitimación social.

Todo esto explica por qué se empieza a descontar la probabilidad de cobrar y el precio que marca el mercado secundario existente de títulos de deuda extema está muy por debajo del valor contable áe la misma, en un amplio abanico que va desde el 10% de Bolivia hasta el 67% de Venezuela.

El menú de soluciónes que cada vez más va aplicando el sector privado (y que el propio FMI empieza a recoger e impulsar) entraña, pues, en todos los casos, el reconocimiento de que el fin del problema de la deuda se debe encontrar en un punto en el que acreedores y deudores, corresponsables del origen del mismo, tendrán que hacer un sacrificio económico equitativo.

Las variantes que se están aplicando son muchas, y el dinamismo y la sofisticación de los mercados financieros descubren una nueva casi cada día.

De forma agregada, se puede decir que las más importantes son:

- Recompra, al descuento, de la deuda por parte del deudor, bien en el mercado secundario, bien negociando directamente con el poseedor de los títulos.

- Canje de los títulos existentes de deuda vieja por deuda nueva, en forma de bonos a más largo plazo y con menor tipo de interés, pero con un mayor nivel de garantía, incluso por parte de un tercero. El reciente caso de México es paradigmático en este sentido.

- Conversión de los títulos de la deuda por inversiones productivas en el país deudor, bien sea como compra de acciones de empresas existentes, bien como compra de activos fijos o creación de nuevas empresas.

- Renegociación de la deuda vieja en condiciones favorables que introducen, de hecho, una importante quita o condonación parcial e incrementan la probabilidad de cobrar el resto.

Nuevas soluciones

Aparte de esto, también los organismos multilaterales y, principalmente, los regionales y el Banco Mundial están colaborando a la puesta en práctica de este tipo de soluciones, en muchos casos, dotando a los deudores de la liquidez necesaria para llevarla adelante.

Nos encontramos, pues, con una situación del problema de la deuda externa radicalmente diferente de la que existía en 1983.

El sector privado se está mostrando pragmático ante el problema y, aunque aparecen muchas reticencias en algunos casos concretos (no ajenos a cuál sea el grado de riesgo de cada banco en el momento), poco a poco se ponen en marcha nuevas soluciones para el mismo.

También los organismos multilaterales están cambiando de actitud, y, pese a la resistencia en algunos momentos de EE UU, van entrando por una vía distinta en su forma de entender su papel ante el endeudamiento externo.

Los que parecen ir más a la zaja son los Gobiernos de los paises acreedores, no tanto como Gobiernos, sino como acreedores ellos mismos.

Una parte no despreciable de la deuda externa está en manos de las Administraciones de los países avanzados, bien como acreedores directos en los casos de préstamos concesionales de ayuda al desarrollo, bien como poseedores actuales de títulos de deuda comercial que aseguraron vía sus agencias oficiales de seguros de crédito a la exportación.

En el caso del primer tipo de deuda se están produciendo dos noveclades: su renegociación, en caso de vencimiento, se está haciendo también en términos concesionales, y para aquellos países más atrasados (África subsahariana) se están convirtiendo en puras donaciones.

El segundo tipo de deuda, que se negocia en el marco informal del Club de París, es el más recalcitrante ante ia nueva situación. Se sigue renegociando y refinanciando en la misma línea emprendida en 1983, aunque las condiciones se vayan mejorando para los acreedores.

Sería interesante que el menú de soluciones se introdujera también en la negociación de este tipo de deuda oficial, lo que significaría un reconocimiento por parte de los Gobiernos acreedores de lo que ya acepta el sector privado (la deuda no se puede cobrar en su integridad), así como un claro gesto de buena voluntad y ayuda hacia los países deudores en vías de desarrollo, pensando ya en el día después.

Jordi Sevilla Segura es técnico comercial y economista del Estado.

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