Crítica:DANZA

El mito Marceau

Igual a sí mismo, solo, con un mínimo de recursos y unos efectos calculados y puestos a punto como una maquinaria de relojería, el mimo Marceau se ha presentado de nuevo en Madrid -tras una ausencia de casi seis años- en un programa esencialmente idéntico al de 1982, compuesto por una decena de pantomimas y la misma excelente respuesta por parte del público.Marceau es heredero de la tradición rica y antigua de la pantomima europea, que brota de la commedia dell'arte y se alimenta de muchas fuentes, incluyendo la gran época del cine mudo -sus guiños a Charlot son frecuentes- y la pantomi...

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Igual a sí mismo, solo, con un mínimo de recursos y unos efectos calculados y puestos a punto como una maquinaria de relojería, el mimo Marceau se ha presentado de nuevo en Madrid -tras una ausencia de casi seis años- en un programa esencialmente idéntico al de 1982, compuesto por una decena de pantomimas y la misma excelente respuesta por parte del público.Marceau es heredero de la tradición rica y antigua de la pantomima europea, que brota de la commedia dell'arte y se alimenta de muchas fuentes, incluyendo la gran época del cine mudo -sus guiños a Charlot son frecuentes- y la pantomima circense.

Su éxito a lo largo de los últimos 30 años en el mundo entero se debe tanto a la perfección técnica de su mímica como a haber sabido actualizar los personajes tradicionales del teatro de pantomima a la era nuclear. El vip ingenuo, patoso, a veces patético, siempre perplejo ante acontecimientos y situaciones que se esfuerza por dominar sin conseguirlo nunca, provoca sentimientos de ternura y protección que el público agradece y exterioriza con gusto.

Marcel Marceau

Pantomimas de estilo y Pantomimas de vip. Teatro Albéniz. Madrid, 14 de abril.

El virtuosismo de Marceau se limita cada vez más a las manos -seguramente las más elocuentes del mundo occidental- y los pies, que le sirven para controlar la expresión por el ritmo. Los efectos teatrales son casi exclusivamente sonoros (a veces muy forzados, como en Vip recuerda), salvo en alguna de las pantomimas de estile, como El carterista, en que utiliza paneles y, con la ayuda de dos colaboradores, crea unas imágenes trucadas que recuerdan el teatro negro.

Pero Marceau no es sólo un gran artista de la pantomima, es una figura mítica: un producto redondo, pulido, terminado, con vocación intemporal. Como tal, es casi indiscutible.

Su evolución a lo largo de los años ha sido mínima. Cada temporada incorpora temas y situaciones a su repertorio en las nuevas creaciones, pero pasándolos por un tamiz tan personal que terminan siendo variaciones sobre el mismo personaje, Marceau, que representa quizá exclusivamente el drama de la soledad. No importa que, a lo largo de los años en que se extiende su carrera, el mimo -sin duda impulsado por el propio éxito de Marcel Marceau y con frecuencia a cargo de discípulos suyos- haya evolucionado mucho, acercándose a la vez a la danza y al teatro; que el realismo poético -que él perfeccionó en la pantomima- haya sido dejado de lado en las manifestaciones escénicas.

La estética -y la ética- de Marceau sigue funcionando para grandes sectores de público, y es posible que tenga razón cuando afirma que muchas de sus creaciones representan el clasicismo en pantomima.

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