Ver la voz

El aumento, según parece considerable, de la audiencia que obtienen en España las películas en versión original, no tiene otra interpretación que esta: un porcentaje cada vez mayor de nuestros espectadores de cine ha aprendido (cosa no tan fácil como parece) a ver cine.Hace muy pocos años, las películas intactas que se exhibían aquí eran destinadas a estrechas minorías de cinéfilos, que nada significaban a la hora de cuantificar la rentabilidad de un filme. O se consideraba a éste tan poco rentable de por sí, que nadie arriesgaba un duro en su doblaje y se le destinaba a las cuevas del...

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El aumento, según parece considerable, de la audiencia que obtienen en España las películas en versión original, no tiene otra interpretación que esta: un porcentaje cada vez mayor de nuestros espectadores de cine ha aprendido (cosa no tan fácil como parece) a ver cine.Hace muy pocos años, las películas intactas que se exhibían aquí eran destinadas a estrechas minorías de cinéfilos, que nada significaban a la hora de cuantificar la rentabilidad de un filme. O se consideraba a éste tan poco rentable de por sí, que nadie arriesgaba un duro en su doblaje y se le destinaba a las cuevas del arte y ensayo, cunetas del negocio. Pero esas minorías están ganando anchura y comienzan a ser atendidas por exhibidores con olfato. Es sólo el primer paso de un camino donde la vieja excepción comienza -sobre todo entre gente joven de ciudades grandes- a parecer norma. De ahí que suyo sea el futuro.

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El doblaje ha existido, de manera asistemática, desde los comienzos del cine sonoro. En el Hollywood de los años 30 se hacían, allí mismo, dobles e incluso triples y cuádruples versiones, en otros tantos idiomas, de una misma película. Pero el doblaje, como sistema excluyente de la versión original, es una invención típicamente española, de la estirpe del ferrocarril de vía estrecha, ese que, en vez de unirnos, nos separa de Europa. La ocurrencia fue del franquismo victorioso, que así protegió a nuestras católicas orejas del veneno de las voces judeomasónicas.

Seguirán doblándose las películas. Que así ocurra, si el filme es mediocre, tanto da. Pero si este dice algo no común, si merece la pena contemplarlo, su versión integral ganará partidarios, y los buenos filmes de éxito (que no los muchos pésimos que arrollan) serán ofrecidos (por partida doble, como ya ocurre) en versión original y en otra doblada. Una duplicación de la oferta que es moneda común en todo el mundo y que, a la larga, beneficia al platillo de oro (el de la versión intacta) de la balanza, ya que uno a uno le roba espectadores al de hojalata.

Nadie debe negar la existencia a un filme doblado, ya que hay -y son los más- quienes así desean verlo. Pero también cada día son más quienes buscan en el cine más que un pasarratos, y el tiempo se mueve lenta, pero inexorablemente, a su favor.

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