Funambulismo arquitectónico

Un auditorio mantiene su programación mientras remueven sus cimientos

El 11 de abril de 1988, el Concertgebouw de Amsterdam celebrará su centenario mostrando por fin el resultado de tres años de intensas renovaciones. El centro, famoso por su acústica y visitado por medio millón de personas al año, ha mantenido la programación musical mientras sus cimientos eran removidos, sus sótanos acondicionados y en el exterior se prendía una galería de cristal. Una cuidadosa operación de funambulismo arquitectónico.

Erigida sobre 2.186 pilares de madera, la sala de conciertos del Concertgebouw se hundía progresivamente en el fangoso subsuelo de Amsterdam desde que, ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

El 11 de abril de 1988, el Concertgebouw de Amsterdam celebrará su centenario mostrando por fin el resultado de tres años de intensas renovaciones. El centro, famoso por su acústica y visitado por medio millón de personas al año, ha mantenido la programación musical mientras sus cimientos eran removidos, sus sótanos acondicionados y en el exterior se prendía una galería de cristal. Una cuidadosa operación de funambulismo arquitectónico.

Erigida sobre 2.186 pilares de madera, la sala de conciertos del Concertgebouw se hundía progresivamente en el fangoso subsuelo de Amsterdam desde que, hace un siglo, los muros fueran reforzados para instalar la calefacción que no pusiera el arquitecto A. L. van Gendt. El edificio amenazó ruina total en 1985, pero todos los planes de rehabilitación imponían su cierre para no dañar la acústica de la Grote Zaal (Sala Grande), utilizada por artistas de la talla de Mahler, Richard Strauss o Stravinski.La clausura hubiera afectado también las grabaciones de la Klene Zaal (Sala Pequeña) y los recitales de la Sala del Espejo, Spigel Zaal. Sólo uno de los proyectos presentados, el de la compañía Strukton Bouw, filial de los Ferrocarriles Holandeses, aseguraba la instalación bajo el inmueble de 375 columnas de hormigón y una parrilla de hierro capaces de frenar su caída sin tener que cerrarlo.

La nueva técnica desarrollada en el Concertgebouw ha consistido en operar manteniendo la maquinaria pesada en el exterior del edificio. Los nuevos pilares de contento fueron introducidos barrenando lentamente el fango para evitar desequilibrios y vibraciones. Una vez plantados, se perforó con cuidado la base de los muros para intercalar las vigas de hierro en forma de parrilla. Terminada la operación, fue apartada la tierra suficiente para crear un sótano bajo la Grote Zaal. Toda la casa descansa ahora sobre un soporte de hierro, hormigón y madera, en una suerte de perfecto ejercicio de funambulismo. La construcción a base de pilares es necesaria en las dos provincias, norte y sur, de Holanda situadas bajo el nivel del mar. Amsterdam es conocida, además, como la ciudad levantada sobre pilastras. En el resto de los Países Bajos, la tierra es más firme y se edifica con cemento.

Al ingenio demostrado para salvar el Concertgebouw hay que sumar un ajuste presupuestario que lleva al director del centro, Martijn Sanders, a afirmar satisfecho que llegarán al mes de abril "sin gastar un florín más de los 40 millones previstos" (unos 2.400 millones de pesetas). La mayor parte de ese dinero, 25 millones de florines, Regó a través de una suscripción popular. El Ayuntamiento de Amsterdam aportó 12 millones, el Gobierno central casi tres millones y la provincia del norte de Holanda 400.000 florines más.

Una galería transparente

El aspecto exterior del Concertgebouw también ha variado. Los historiadores del arte alinean el diseño que Van Gendt hiciera en 1883 junto al clasicismo vienés, en boga a finales del siglo XIX. Desde su inauguración, en abril de 1888, sólo se habían construido fuera unos balcones adicionales.En el ala izquierda aparece ahora, una galería de cristal transparente bajo la que habrá una entrada nueva. Ambas han sido concebidas por el arquitecto Pi de Bruijn, y han desencadenado una agria controversia entre los puristas, partidarios de la imagen original, y los que prefieren adaptarla a sus nuevas necesidades. El pasillo transparente se cierra con una marquesina inclinada que proyecta la suficiente sombra como para impedir un efecto de espejo.

Este corredor estará destinado a descongestionar las colas formadas en la calle por el público y establecerá una relación directa entre la ciudad y el propio Concertgebouw.

Desde el nuevo pasillo podrá verse el exterior, y viceversa, "y ello es un homenaje simbólico que le hacemos a Amsterdam", afirma Martijn Sanders, para apostillar que "cualquier debate enriquece el proyecto". La nueva entrada se abre también a las reformas interiores del edificio. En 1883, el enorme vestíbulo de la planta baja desapareció del proyecto por falta de fondos. Van Gendt no pudo hacer entonces camerinos para los músicos, zonas de ensayo o una simple ducha para el director de orquesta. La ventilación era también muy deficiente en todas las salas.

Un sistema de refrigeración las recorre ahora, y bajo la Grote Zaal se ultima la instalación de la infraestructura destinada a los artistas. Sólo los colores originales -amarillo en la Grote y azul y blanco en la Kleine Zaal- permanecen intactos. Ya no hay más dinero, y en opinión del director, "renovarlos podría inducir al público a pensar que también la música suena diferente; y nos ha costado mucho mantener nuestra famosa acústica".

El próximo 11 de abril Bernard Haitink será fiel a la tradición mahleriana del Concertgebouw, dirigiendo la Octava sinfonía del músico vienés. La renovada sala de conciertos holandesa romperá una de las suyas este verano al permanecer abierta con un festival internacional de jazz y un ciclo dedicado a las jóvenes orquestas mundiales.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En