México recrea las pastorelas como género teatral autóctono

México vive las pastorelas, un insólito género teatral autóctono que cada mes de diciembre expone en decenas de locales y plazas el significado del nacimiento de Jesucristo de una forma elemental, casi infantil, como un puro y sencillo entretenimiento.La pastorela es una recreación de la lucha entre el bien y el mal, con un final feliz en el que Lucifer se rinde pacíficamente ante la terquedad del arcángel Gabriel, mientras los pastores hacen sus ofrendas al recién nacido. Un Lucifer sagaz y divertido, un arcángel bienintencionado, pero estúpido, y unos pastores perezosos y hambrientos, presto...

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México vive las pastorelas, un insólito género teatral autóctono que cada mes de diciembre expone en decenas de locales y plazas el significado del nacimiento de Jesucristo de una forma elemental, casi infantil, como un puro y sencillo entretenimiento.La pastorela es una recreación de la lucha entre el bien y el mal, con un final feliz en el que Lucifer se rinde pacíficamente ante la terquedad del arcángel Gabriel, mientras los pastores hacen sus ofrendas al recién nacido. Un Lucifer sagaz y divertido, un arcángel bienintencionado, pero estúpido, y unos pastores perezosos y hambrientos, prestos a caer en la primera tentación carnal. Todo entre bromas, música y colorido, con la única intención de que el público se ría generosamente.

El origen de la pastorela se encuentra en los autos sacramentales que los misioneros franciscanos representaron para los indígenas en el interior de las iglesias en el siglo XVI. El sentimiento lúdico de los nativos sacó esas ceremonias religiosas a los atrios y las convirtió en verdaderos festejos, mitad culto, mitad celebraciones profanas.

Desde entonces no han dejado de representarse en México, con más o menos interés por parte del público. En 1963, Jaime Saldívar y Miguel Sabido, dos autores preocupados por el rescate de las tradiciones del país, escribieron La pastorela de Tepotzodán, la más famosa y la más auténtica de todas las versiones de este género que estos días están en cartel en las ciudades mexicanas. Esta pastorela lleva 24 años representándose en la hostería de¡ convento de Tepotzotián, una localidad a 40 kilómetros del Distrito Federal, cuya iglesia es una de las principales joyas del barroco mexicano, y toda su plaza, un ensueño de gusto colonial.

Allí se reúnen cada noche, durante el mes de diciembre, 150 actores, incluyendo profesionales y aficionados locales, trabajando para una audiencia de más de 500 personas. Varios cientos de actores, directores y gentes de teatro abandonan durante este último mes del año sus trabajos para dedicarse a las pastorelas en todo el país.

En Tepotzotlán, el festejo comienza con la música de bandas campesinas, duelos de trompetas y de cantos entre sectores del público. Cuando la fila de pastores inicia su camino a Belén, nadie se acuerda ya -o eso parece al menos- del sentido de lo que allí se representa.

Muy pocas cosas diferencian esta representación de la del año pasado o de la de hace 24 años, o tal vez de la de hace 300 años. Solamente una discreta referencia al Partido Revolucionario Institucional, a su candidato a las elecciones del próximo año, Carlos Salinas, y a la fotonovela de más éxito en la televisión mexicana.

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