Los actores sin método

La última generación de intérpretes españoles defiende una formación ecléctica

La faIta de tradición de profesores, escuelas y grupos oficiales estables de teatro parece ser la causa de que muchos de los actores jóvenes que triunfan en España en la actualidad carezcan de un método preciso a la hora de actuar. Su escuela, según dicen, es la de la intuición -a veces enraizada en la técnica- y la de la capacidad de observar lo que les rodea. La mayoría considera que el mejor método y la mejor escuela es el trabajo, y su aprendizaje acaba conectando con el individualismo de los viejos actores españoles de repertorio. Son nombres como el de Antonio Banderas, Juan Echanove, Kl...

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La faIta de tradición de profesores, escuelas y grupos oficiales estables de teatro parece ser la causa de que muchos de los actores jóvenes que triunfan en España en la actualidad carezcan de un método preciso a la hora de actuar. Su escuela, según dicen, es la de la intuición -a veces enraizada en la técnica- y la de la capacidad de observar lo que les rodea. La mayoría considera que el mejor método y la mejor escuela es el trabajo, y su aprendizaje acaba conectando con el individualismo de los viejos actores españoles de repertorio. Son nombres como el de Antonio Banderas, Juan Echanove, Klara Badiola, Verónica Forqué, Imanol Arias o, entre los más jóvenes, Maribel Verdú o Jorge Sanz.

Juan Echanove, de 26 años, que intervino en la serie televisiva Turno de oficio, de Antonio Mercero, y en películas como Divinas palabras, de José Luis Garcia Sánchez, afirma que su formación aleatoria "es una manera de ver la, vida", y cree que las fuentes para interpretar se encuentran "en observar de forma continua". En este sentido, los métodos, y el método por excelencia, el de Stanislawski, le parecen "una recopilación de pensamientos circunscritos a un momento histórico que es preciso conocer, pero filtrándolos en su aplicación a este momento".El actor, que empezó haciendo giras por los pueblos con un grupo de teatro, pasó durante el curso 1982-1983 por la Escuela de Arte Dramático de Madrid, y la experiencia le sirvió de "readaptación", aunque no fue determinante. "Estaba incluso mal visto el que trabajara en el teatro y estudiase al mismo tiempo".

Echanove cree que existen actualmente actores y actrices de teatro y de cine -y cita a Aitana Sánchez Gijón- con un potencial enorme que podrá cuajar en un futuro próximo. "Los actores de 40 o 45 años", dice, "tuvieron que a prender a hurtadillas, en las catacumbas de la cultura, mientras nosotros tenemos a nuestro favor el que aprendemos dentro de un ambiente de libertad y desde un punto de vista estético, no político".

Antonio Banderas, de 27 años, también pasó por una Escuela de Arte Dramático, la de Málaga, y asegura que el título y las enseñanzas le han servido para poco. Él achaca su éxito -empezó en el cine con Almodóvar y ha intervenido en Laberinto de pasiones, Matador y La ley del deseo- a la suerte y a una formación que procede de grupos de teatro independientes.

"Cuando aprendes es cuando te enfrentas", dice, "aunque posiblemente en otros países haya maestros en el sentido más poético de la palabra; aquí no. Respecto a lo de los métodos, en España tienes que ser un actor rápido, dúctil y maleable, y los métodos cambian cuando cambian los directores; yo, por ejemplo, creohaber encontrado uno para trabajar con Lluís Pasqual, pero que no está escrito en los libros". En este sentido, Banderas no cree que, por ejemplo, las enseñanzas del Actor's Studio puedan ser aplicables, "porque de pronto encuentras a un director que te dice que te olvides y te pide simplemente que te amoldes". Para Banderas, el método más estricto es el de "llevar el personaje incorporado y estar continuamente pensando en él".

Autodidactismo

Maribel Verdú, de 17 años, empezó en el cine a los 13, y sus trabajos, entre películas y series de televisión, suman ya 12. A partir de diciembre se estrenarán cinco filmes en los que ha intervenido en papeles importantes. Su actuación en El año de las luces, de Fernando Trueba, fue alabada por los críticos. Verdú podría ser un prototipo de actriz joven vinculada al cine cuya formación es autodidacta.

"Mi método es el de Maribel Verdú", dice, "y antes de rodar no pego chillidos ni hago gestos raros. Ahora estoy trabajando con Alfredo Landa, y estoy tan a gusto con él... No es de los que antes de ir al plató se concentran, todo lo hace con naturalidad, lo mismo que yo".

Para la actriz, que ha trabajado solamente en dos obras de teatro, en este medio los ensayos y la preparación le parecen muy importantes, pero cree que el actor "lo tiene que tener dentro", y le parece fundamental "que hable correctaniente". No tiene miedo de que su momento sea pasajero: "No ha sido el boom Maribel Verdú, llevo muchas películas y he ido aprendiendo poco a poco lo poquito que sé".

La antítesis a la frescura adolescente de Maribel Verdú se encuentra en José Pedro Carrión, de 37 años, cuyo punto más alto en interpretación hasta el momento ha sido la obra de Molière Los enredos de Scapin, actualmente en escena. Su medio es el teatro, no el cine, y Carrión confiesa haber nacido de la mano de William Layton, amparado en el influjo del método de Stanislawski. "Lo estudié cuatro años, y sigo teniendo carencia de conocimiento", dice.

Carrión explica su método diciendo que no hay límites entre la ficción y la realidad en la vida de un actor, y cuando hizo un papel de homosexual investigó en la parte femenina de su personalidad; en Los enredos de Scapin se adentró en su faceta pícara. Vivir la experiencia de un personaje de un modo frontal es su propia riqueza personal, según dice. Él es partidario del método, aunque reconoce que en España "los actores siempre han sido como intuitivos e independientes; pero, en el fondo, el método potencia la intuición. Yo soy partidario de que un actor tenga una técnica, la que sea, que a él le sirva y de la que no haga alardes, porque eso se nota".

En esta última idea de Carrión es en la que inciden actores y actrices como los citados y también otros, como Imanol Arias, de 31 años; Nacho Martínez, de 35, o Klara Badiola, de 33. Para esta última, coprotagonista de El amor de ahora, de Ernesto del Río, "seguir un método a rajatabla es contraproducente, yo no puedo; creo que lo mejor es conocer los más posibles y ver lo que más te va a ti".

Imanol Arias, premiado recientemente en San Sebastián, como mejor actor, por la película El Lute, de Vicente Aranda, le da mucha importancia a la técnica, y afirma que su formación es multidisciplinar, pero basada en Stanislawski. "Las enseñanzas de Stanislawski sirven como referencia ante casos concretos, pero el abarcar todo el engranaje del método puede crear dificultades", asegura.

Actores dañados

El actor cree que los métodos que se han derivado de éste están ya internacionalizados, y supone que la primera generación de actores que los adoptaron en España -entre los años 60 y los 70- lo hicieron en general como si se tratase de algo sagrado, por lo que resultaron dañados. "Se caracterizan por ser intérpretes tensos", dice, "cuya preocupación por cumplir programas de trabajo los convierte en mecanismos fríos". Imanol Arias cita a un actor de origen mediterráneo, Antonio Valero, que trabajó con Els Joglars y que luego se formó en Norteamérica, como un ejemplo de personaliz ación de la técnica en el mejor sentido, utilizada con facilidad y sabiduría para obtener recursos prácticos.

En una línea intuitiva se sitúa como actriz Verónica Forqué, de 31 años, que empezó en el teatro con Divinas palabras, de Valle-Inclán, a los 19, y que con La vida alegre, de Fernando Colomo, ha alcanzado su mayor nivel de popularidad. "Yo me dejo llevar por la intuición, y ya está", dice. "Pasé por la Escuela de Arte Dramático dos años y he hecho cursillos. En todo esto aprendí lo que se puede hacer y, sobre todo, lo que no se debe hacer. Pienso que aprender nunca viene mal, aunque no creo que la formación académica sea imprescindible".

"Aquí se aprende trabajando", dice Nacho Martínez, protagonista de Matador, de Almodóvar, que se formó en el grupo asturiano Caterva. "Antes, por lo menos, existía el meritoriaje; ahora no, te lanzas y te la pegas". Por su parte, Jorge Sanz, de 18 años y con 1:9 trabajos entre películas y series -fue coprotagonista de El año de las luces, de Trueba-, se considera un actor intuitivo que ha basado su aprendizaje en la observación de "grandes actores" con los que ha trabajado. Cita a Fernando Fernán-Gómez, Alfredo Landa, Francisco Rabal y Anthony Quinn.

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