Tribuna:

La 'contra'

La concesión del Premio Nobel de la Paz al presidente Arias ha excitado el centro productor de pólipos del organismo del presidente Reagan y un día de éstos ya verán cómo nos lo internan para que luego pueda salir bailando claqué con Nancy, con esa sonrisa posoperatoria que pasará a la Historia de la Sonrisa. Confieso que fui uno de los que se sintieron sorprendidos y defraudados cuando se supo que el doctor Arias era el galardonado. Mi candidato preferido era un sujeto colectivo. Yo le hubiera dado el Premio Nobel de la Paz a los militares argentinos que aún no se han cargado a Alfonsín o a l...

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La concesión del Premio Nobel de la Paz al presidente Arias ha excitado el centro productor de pólipos del organismo del presidente Reagan y un día de éstos ya verán cómo nos lo internan para que luego pueda salir bailando claqué con Nancy, con esa sonrisa posoperatoria que pasará a la Historia de la Sonrisa. Confieso que fui uno de los que se sintieron sorprendidos y defraudados cuando se supo que el doctor Arias era el galardonado. Mi candidato preferido era un sujeto colectivo. Yo le hubiera dado el Premio Nobel de la Paz a los militares argentinos que aún no se han cargado a Alfonsín o a los militares filipinos que aún no han ametrallado a Cory Aquino. Pero era una pretensión excesiva ante las evidentes pruebas de falta de imaginación histórica que ha dado el jurado capaz de premiar al bombardero Kissinger o al terrorista Beguin.Luego he salido de mi error y me he sentado en la puerta de mi casa a la espera del pólipo necesario de Reagan. El golpe, al parecer, ha sido duro y míster Reagan tratará de disimularlo invitando a una barbacoa a los jefes de la contra nicaragüense, unos compañeros de viaje que Reagan no sabe cómo sacarse de encima, que le chupan los cuartos, se le beben el ginger ale y le cantan guarachas a Nancy cuando los escenógrafos de la Casa Blanca encienden el technicolor del atardecer. Son como esos compañeros de mili o de cárcel que uno, arrastra toda la vida. En este caso son compañeros de un gang que intentó dar un golpe, no salió demasiado bien, pero saben que su identidad depende del padrino y se le pegan como una mala sombra recordándole no tanto pasados afectos como deudas de honor muy bien delimitadas en todo código del hampa. Si a Reagan se le ocurriera invitar a la contra a un pastel de cumpleaños con ángel exterminador dentro, uno de esos pasteles con ametralladora, el próximo Premio Nobel de la Paz sería para él, aunque la ametralladora fuera metafórica. De no hacerlo, un día de éstos le van a dar el título anual de Tonto Contemporáneo del Año. El que avisa no es traidor.

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