Crítica:MÚSICA CLÁSICA

El olvidado Chausson

La Orquesta Nacional inició su temporada de conciertos en el Teatro Real con la invitación a la orquesta del Capitole de Toulouse, dirigida por Michel Plasson (París, 1933). Se trata de un conjunto de calidad, bien equilibrado y cohesionado, en el que Plasson dejó su huella a partir de 1968 y perfeccionó luego con la operación de regionalización realizada en 1974. Apta para cualquier repertorio, la orquesta toulousana no tiene por qué medir sus fuerzas con las más grandes del sinfonismo mundial.El programa ofrecía dos puntos de interés: el Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy, q...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La Orquesta Nacional inició su temporada de conciertos en el Teatro Real con la invitación a la orquesta del Capitole de Toulouse, dirigida por Michel Plasson (París, 1933). Se trata de un conjunto de calidad, bien equilibrado y cohesionado, en el que Plasson dejó su huella a partir de 1968 y perfeccionó luego con la operación de regionalización realizada en 1974. Apta para cualquier repertorio, la orquesta toulousana no tiene por qué medir sus fuerzas con las más grandes del sinfonismo mundial.El programa ofrecía dos puntos de interés: el Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy, que fue bien tocado y estuvo correctamente concebido, pero que no se elevó demasiado sobre las versiones cotidianas; en cuanto a la Sinfonía en si bemol mayor, opus 20, nos traía la presencia de Ernest Chausson (1855-1899), una de las más interesantes figuras de la escuela de César Franck, junto a D'Indy, Pierné, Roussel, Ropartz, Magnard o Castillón, algunos de ellos absolutamente desconocidos en nuestros programas y escasamente frecuentados en los de la misma Francia.

Orquesta del Capitole de Toulouse

Director: M. Plasson. Solista: G. Tacchino, piano. Obras de Debussy, Grieg y Chausson. Madrid, Teatro Real. 2 de octubre.

Chausson -que había sido muy bellamente ayudado por Albéniz, y no al revés- estrenó la sinfonía en 1891, al año siguiente de terminarla, y cinco años después la hizo escuchar en Barcelona dentro del ciclo de conciertos dirigido por el violinista Crickboom. No participo de criterios que tienden a devaluar hasta el extremo la obra de Chausson, ni pienso, por patriota que me sienta, que tenemos nuestro siglo XIX lleno de compositores iguales o mejores al francés. La intensidad expresiva de la sinfonía, la belleza de la orquestación, las muchas concomitancias franckianas y algunas debussystas e incluso un punto exagerado de ternura a lo Faure, nos dan en la sinfonía escuchada ahora una música bella y muy de su tiempo, pues representa una de las líneas que convivieron en un determinado período de la música francesa, aunque no se trate de la línea más avanzada.

Con todos sus méritos, su inicial frescor popularista y su lirismo romántico, el Concierto en la menor, de Grieg, ha envejecido notablemente. Sólo brilla en sus máximos esplendores cuando encuentra un intérprete de gran categoría e imaginación creadora. No es el caso de Gabriel Taechino (Cannes, 1934), que tocó formularia y discretamente a partir de conceptos más profesorales que creativos. No hubo un gran triunfo, pero sí aplausos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En