Shultz y Shevardnaze allanan el camino para una nueva 'cumbre'

Los jefes de las diplomacias norteamericana y soviética, George Shultz y Edvard Shevardnadze, respectivamente, comenzaron ayer, en Washington, la primera de tres jornadas de conversaciones en la confianza de que servirán para encauzar definitivamente la firma de un acuerdo de desarme entre las dos superpotencias y concretar la fecha de una nueva cumbre entre el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y el máximo dirigente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov.

Los dos ministros firmaron ayer, en una solemne ceremonia celebrada en la Rosaleda de la Casa Blanca, en presencia del pr...

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Los jefes de las diplomacias norteamericana y soviética, George Shultz y Edvard Shevardnadze, respectivamente, comenzaron ayer, en Washington, la primera de tres jornadas de conversaciones en la confianza de que servirán para encauzar definitivamente la firma de un acuerdo de desarme entre las dos superpotencias y concretar la fecha de una nueva cumbre entre el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y el máximo dirigente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov.

Los dos ministros firmaron ayer, en una solemne ceremonia celebrada en la Rosaleda de la Casa Blanca, en presencia del presidente Ronald Reagan, un acuerdo para reducir los riesgos de una guerra nuclear por accidente meadiante la creación de centros de crisis en las capitales de las dos superpotencias, informa desde Washington Francisco G. Basterra.Posteriormente a la firma de este acuerdo, Reagan recibió a Shevardnadze, el cual entregó al presidente norteamericano una carta personal de Gorbachov que no contiene una fecha para una nueva cumbre, pero sí "cosas buenas", informó anoche Shultz.

El secretario de Estado dijo a los periodistas que las conversaciones han tenido "un buen comienzo", y se desarrollaron ayer en un tono "muy directo y constructivo". Shultz declaró que "hemos resuelto los puntos principales" y que las divergencias existentes son "solucionables". "Tenemos algunas ideas, y ellos aparentemente las tienen también", para reconciliar los puntos de desacuerdo cara a la firma de un acuerdo, agregó.

Tanto Shultz como Shevardnadze esperan lograr algo más que la firma del acuerdo de ayer en las negociaciones de tres días de duración, iniciadas a las ocho de la mañana de ayer (dos de la tarde, hora peninsular española): un acuerdo para eliminar los misiles atómicos de alcance intermedio (INF) de Europa, que daría paso a un tercer encuentro entre Reagan y Gorbachov antes de final de año. Este acuerdo afectará a los cohetes con un radio de acción entre los 500 y los 5.000 kilómetros desplegados en territorio europeo.

Shultz calificó ayer su primer encuentro con el jefe de la diplomacia soviética como "intenso y constructivo". La reunión, que duró tres horas, "transcurrió perfectamente".

Reagan, en la ceremonia de la firma, celebrada en el mismo lugar donde también se suscribieron, en marzo de 1979, los históricos acuerdos de Camp David con Egipto e Israel, expresó su confianza en que "pueda firmar con Gorbachov acuerdos más históricos aún para la paz".

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El ministro de Asuntos Exteriores soviético expresó su deseo de que el acuerdo para establecer, en Moscú y Washington, los centros de control de crisis sea "un signo, un preludio para acuerdos más importantes. Y cuanto antes se alcancen, mejor".

El acuerdo firmado ayer, que llevaba negociándose cuatro años, es "otro paso positivo" para reducir el riesgo de una conflagración nuclear por accidente, incomprensión entre las superpotencias o error de cálculo, afirmó Reagan.

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Las superpotencias creen que el acuerdo para retirar Ios euromisiles "está al alcance de la mano"

Viene de la primera páginaA pesar del ambiente de prudente optimismo que reina en Washington, norteamericanos y soviéticos predijeron ayer que las discusiones serán difíciles y quizá no ofrezcan a su conclusión, el jueves, la fecha de la esperada cumbre.

El presidente Reagan, horas antes del encuentro entre los jefes de las dos diplomacias, presentó la última posición norteamericana para un acuerdo sobre los misiles de alcance intermedio (INF) con las "más serias medidas de verificación de la historia del control de armas", y un calendario preciso de destrucción de cohetes.

"Quedan por resolver temas importantes, pero hemos llegado muy lejos en los esfuerzos por solucionar la amenaza de los misiles intermedios de largo y corto alcance", añadió el presidente. La Administración se ha querido adelantar a cualquier iniciativa sorpresa de Moscú y ha enseñado sus cartas, fijando los límites de su posición negociadora públicamente.

"Ahora son los soviéticos los que tienen que demostrar si comparten nuestra determinación para llegar a un acuerdo", dijo Reagan, que está tratando de calmar a su derecha, que le acusa de ceder demasiado para salvar históricamente su presidencia.

Opinión pública favorable

Pero la presión de la opinión púbilica pesa, y un sondeo hecho púbilico ayer por The New York Times revela que el 56% de los norteamericanos aprueba un acuerdo con los soviéticos, frente a un 37%, que se opone.

Sin embargo, un 67% estima que la Unión Soviética no cumplirá lo pactado. Estados Unidos, en el borrador final present ido en Ginebra, ofrece un período de tres años para destruir los misiles intermedios de largo alcance (de 1.000 a 5.000 kilómetros) en tres años, y los de corto alcance (de 500 a 1.000 kilómetros), en un año.

Pero esta diferencia no empafa el buen ambiente en que se celebra el encuentro entre los dos ministros, y funcionarios de ambos Gobiernos hablaban ayer de que el acuerdo "está al alcance de la mano", y que la visita de Shevardnadze debe servir para resolver los últimos problemas y permitir la cumbre.

El ministro de Exteriores soviético y el secretario de Estado de EE UU, cuya relación personal es muy buena, eran todo sonrisas cuando iniciaron ayer tres horas de conversaciones a solas, únicamente con intérpretes y taquígrafos.

Antes de entrar en materia hablaron de béisbol ante los periodistas. Shultz le dijo a su colega que su equipo, los Cardenales de Saint Louis, perdió el fin de semana. "A usted no le va demasiado bien con el béisbol; la última vez me dijo lo mismo", respondió Shevardnadze.

El último borrador norteamericano no habla de las cabezas nucleares, sino sólo de los cohetes propulsores. Este es el principal punto de discordia con la URSS, que quiere firmar la destrucción de las cabezas atómicas -algo que Washington afirma que es difícil de verificar- y sobre todo quiere que el futuro acuerdo incluya las cargas atómicas, de propiedad estadounidense, de los misiles Pershing 1A que tiene la RFA.

La reacción de la URSS a las últimas concesiones, muy pequeñas, norteamericanas no ha sido positiva. "No hay nada nuevo, y están simplemente diciendo sí a cosas que nosotros ya habíamos propuesto", dijo ayer en Washington el portavoz soviético, Guennadi Guerasimov. "Una de nuestras preocupaciones es que el presidente no mencionó las cabezas atómicas; sólo se refirió a los misiles y a los lanzadores".

Un funcionario norteamericano calificó de propaganda el intento de Moscú de garantizar la destrucción de las cabezas nucleares.

Cabezas inoperantes

Un portavoz de Shevardnadze precisó que se trataría de hacer inoperantes las cabezas, no destruir el material nuclear que contienen. La posición norteamericana es que éste no es un tema a discutir, y Moscú debe conformarse con la garantía ofrecida por Bonn de desmantelar los Pershing 1A cuando se ejecute la opción supercero.

En el tema de la verificación del acuerdo, Washington propone que cada país pueda realizar inspecciones por sorpresa en sus respectivas instalaciones militares, para comprobar que no se ocultan euromisiles. Pero Estados Unidos rechaza el deseo soviético (de poder inspeccionar también las instalaciones militares de los aliados de la OTAN.

Las diferencias en el calendario de destrucción de los cohetes de alcance intermedio pueden ser superadas, estiman los expertos. Moscú desearía la destrucción de las cabezas atómicas en un año y, cinco años para el desmantelamiento de los cohetes propulsores.

Washington -lo que se considera aquí una concesión- admite iniciar la destrucción de sus misiles en cuanto se firme el tratado, aunque no ha precisado en qué número. La URSS deberá desmantelar un número mucho mayor de cabezas atómicas (unas 1.800, frente a 388 de Estados Unidos).

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