Crítica:POP

Pronto en casa

La primera actuación de Duran Duran en Madrid no ocurrió ni en buena fecha ni en buena hora. Es un trío británico que, como Spandau Ballet, vive del éxito alimentado por el fenómeno de admiradoras adolescentes gritonas y desenfrenadas. Su número no fue suficiente para cubrir apenas la mitad del recinto. Las jovencitas hubieron de esperar una hora para desahogarse a gusto ante la presencia de sus ídolos.El organizador fijó el comienzo a las 20.00 horas, en atención a un público que ha de regresar pronto a casa. Luego se retrasó una hora, a la espera, quizá, de un mayor número de asistentes que ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La primera actuación de Duran Duran en Madrid no ocurrió ni en buena fecha ni en buena hora. Es un trío británico que, como Spandau Ballet, vive del éxito alimentado por el fenómeno de admiradoras adolescentes gritonas y desenfrenadas. Su número no fue suficiente para cubrir apenas la mitad del recinto. Las jovencitas hubieron de esperar una hora para desahogarse a gusto ante la presencia de sus ídolos.El organizador fijó el comienzo a las 20.00 horas, en atención a un público que ha de regresar pronto a casa. Luego se retrasó una hora, a la espera, quizá, de un mayor número de asistentes que no llegaron. Esta vez no se intentó mejorar las condiciones pésimas para la música en vivo de este lugar, mediante un gran telón que aminora algo el eco, tal y como se había dispuesto en las fiestas precedentes. Y como consecuencia, sólo se escuchó bien en la mitad de la pista, y a duras penas desde las gradas. Duran Duran cuidan su orquestación, brillante, fría, de cierto amaneramiento. Imagen y expresión sonora se aúnan coherentemente. Canciones pop, apoyadas en ritmo funkie, que han perdido la guitarra dura de Andy Taylor -lo poco de garra que poseía el ex cuarteto-, suenan en directo con la garantía de una banda óptima con dos voces negras mixtas, una sección de viento de tres músicos y un batería, también negro, de nombre Steve Ferrone, muy prestigioso bn los estudios británicos y estadounidenses.

Concierto de Duran Duran

Simon Le Bon, voz; Nick Rhodes, teclados; John Taylor, bajo, acompañados de Steve Ferrone, batería, y Warren Cucurullo, guitarra y sección vocal y de viento. 98 minutos. Palacio de Deportes. Madrid, 23 de mayo.

El espectáculo funciona en favor de la apariencia física y no de la música en sí, que se convierte en banda sonora de acompaflamiento, de complemento de lujo. Simon Le Bon, el cantante, coquetea, y lo sabe hacer, y se exhibe en baile informal de giros y saltos de rodillas al suelo, al típico estilo travoltiano. Un solo de saxo virtuoso y conmovedor sin foco de luz para el músico se turba y oculta por los chillidos escandalosos de las jovencitas excitadas ante los contoneos intencionados del rubio Le Bon. Después, otro instrumental de trompeta preparó la representación del cantante sentado con un nuevo ropaje en un taburete, bajo un letrero en neón intermitente que rezaba: "Motel-Now Vacancy". También Le Bon se había subido a un púlpito en lo alto del escenario para pronunciar su Meet el presidente, como si del ciudadano Welles se tratara.

Duran Duran tocaron Aviw to kill (de la película Panorama para matar), la primera canción; Notorius, que titula su último elepé; Some like it hot (título en inglés de la película Confaldas y a lo loco) y la balada suave Save a prayer, un mensaje universal enternecedor a son de guitarra acústica muy apropiado para quie las chicas aportaran su coro colegial.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En