FERIA DE SAN ISIDRO

Carne de Pablo Romero

La gente sencilla, para las cosas malas solía decir: "Es peor que la carne de pescuezo". Pero eso era antes; ahora el pescuezo es ambrosía al lado de la carnaza mansa de los Pablo Romero. La gente sencilla, por lo menos la que estuvo ayer en Las Ventas o contempló atónita por televisión el desaguisado que fue la corrida, ya dice: "Es peor que la carne de Pablo Romero". No porque la catara: nadie osó bajar del tendido a hincarles el diente a los Pablo Romero, pues el reglamento lo prohibe y luego viene el lío con los guardias; sí porque a simple vista estaba claro lo mala que era.Generalmente n...

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La gente sencilla, para las cosas malas solía decir: "Es peor que la carne de pescuezo". Pero eso era antes; ahora el pescuezo es ambrosía al lado de la carnaza mansa de los Pablo Romero. La gente sencilla, por lo menos la que estuvo ayer en Las Ventas o contempló atónita por televisión el desaguisado que fue la corrida, ya dice: "Es peor que la carne de Pablo Romero". No porque la catara: nadie osó bajar del tendido a hincarles el diente a los Pablo Romero, pues el reglamento lo prohibe y luego viene el lío con los guardias; sí porque a simple vista estaba claro lo mala que era.Generalmente nadie echa cuenta de solomillos, falda, contra, riñonada, en una corrida, pues las advertencias de la afición son para la estampa del cornudo sujeto -que si trapío, que si gato- y para su sangre -que si brava, que si mansa-. Salvo cuando el cornudo sujeto sale descastado y entonces la afición le mide las posibilidades que tiene para tirar de la carreta o para el plato.

Pablo Romero D

González, Galloso, L. F. EspláCinco toros de Pablo Romero, grandes, descastados, inválidos; 5º, sobrero; 2º, sobrero de Daniel Ruiz. Dámaso González: dos pinchazos y media; estocada atravesada que asoma y cinco descabellos (silencio). José Luis Galloso: bajonazo infame (silencio y, bajonazo infame (silencio). Luis Francisco Esplá. bajonazo (aplausos y también protestas cuando saludal dos pinchazos, media y seis descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 19 de mayo.

Tal habría podido ocurrir ayer, en Las Ventas porque lo Pablo Romero resultó, efectivamente, descastado; pero su descastamiento era tan agudo que ni para solomillos, falda, contra, riñonada, servía, y para tirar de la carreta, tampoco. Don Mariano, que de toros lo ha visto todo, rebuscaba en los archivos de su memona caso parecido y, pues no lograba encóntrarlo, se le alborotaban las meninges. Por otras latitudes del coso flamea ban pañuelos verdes mientras la carnaza Pablo Romero vegetaba ruedo a través o hincaba el morro; de las gradas surgían implorantes coros: "¡To-ro!, plas-plas plas; to-ro, plas-plas-plas!" -un ritmo tropical compuesto de bien templadas voces y contundentes palmas de tango-. La elegancia bostezaba en los tendidos bajos de sombra y la ancianidad elevaba al cielo un clamor de ronquido!, desde las andanadas donde la tienen recluída.

En el palco, el presidente se dejó querer un rato, más que nada por salvaguardar su dignidad. La gente protestaba el se gundo pablorromerazo, que era sobre descastado inválido, y el dignatario se hacía el sueco. Cuando llegaron los improperios, un rato más tarde, debió considerar que esa ya era suficiente prueba de amor y accedió a devolverló al corral. Aparecieron los cabestros y no hubo forma de que el Pablo Romero regresara a las dependencias, fragantes de boñiga, de donde no debió salir jamás. Y eso que el mayoral Florito. no paraba de fecundar ideas. Finalmente Galloso solicitó permiso para liquidar al inválido y lo hizo de bajonazo. El sobrero tampoco servía para la lidia y fue devuelto a su vez. Una hora después de empezar la corrida, saltaba a la arena eI definitivo segundo toro de la tarde.

La afición y público en general, para entonces, tenía roncas las gargantas, mustio el ánimo, dolorida las posaderas. Y los Pablo Romero allí, dando la paliza. A José Luis Galloso se le ocurrió torear al definitivo segundo -que no era Pablo Romero pero estaba contagiado de pablorromerismo- y como no se dejaba, le pegó un bajonazo en los sótanos del cuello, que no pudo ser el de la feria porque logró la increíble proeza de superarlo en el quinto. Luis Francisco Esplá animó el cotarro mediante vistosos lances, de capa y espectaculares tercios de banderillas, y no pudo continuar la animación con los derechazos porque los Pablo Romero, de embestir, nada, o a lo bestia. Lo mismo le ocurrió a Dámaso González en su pegapasismo.

Torear cabestros

Hasta el gorro de. pablorromeros, la afición echaba de menos los. cabestros, trasvestida grey, otro carácter, otra gracia, una alegría de vivir. Torear cabestros habría sido divertido y a esos sí les da pases Dámaso González. Y a una farola.Pero a los Pablo Romero, no; nadie. Ahora bien, sucedió algo más. La acorazada de picar hizo escaramuzas sobre los pablorromerazos, y aprovechando que nadie quería su carne amoruchada -ni el gato- se dio al placer de agujerearla por los lomos. traseros y convertirla en hamburguesa. O sea, que no faltó de nada. Salvo toros y toreo, lo que se dice de nada.

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