FERIA DE TALAVERA

Borreguez supina

EMILIO MARTÍNEZ ENVIADO ESPECIAL Los toros lidiados en la primera feria fueron excepcionales y lucieron casta. Como los milagros sólo ocurren de tarde en tarde, ayer también lucieron... una borreguez supina. Los toros no tenían peligro ni transmitían emoción. Todos ellos fueron cambiados con un picotacito.

Para colmo, el presidente de la corrida parecía sufrir un tic nervioso en la mano y en seguida largaba pañuelo otorgando trofeos. Nueve dio, nueve.Niño de la Capea veroniqueó a sus enemigos dando el pasito atrás. Al que abrió plaza le aplicó su toreo frenético, con su clásica ...

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EMILIO MARTÍNEZ ENVIADO ESPECIAL Los toros lidiados en la primera feria fueron excepcionales y lucieron casta. Como los milagros sólo ocurren de tarde en tarde, ayer también lucieron... una borreguez supina. Los toros no tenían peligro ni transmitían emoción. Todos ellos fueron cambiados con un picotacito.

Para colmo, el presidente de la corrida parecía sufrir un tic nervioso en la mano y en seguida largaba pañuelo otorgando trofeos. Nueve dio, nueve.Niño de la Capea veroniqueó a sus enemigos dando el pasito atrás. Al que abrió plaza le aplicó su toreo frenético, con su clásica falta de ligazón y con sus caderitas entre muletazo y muletazo. En algún momento, excepcionalmente, templó y apuntó atisbos artísticos.

Dionisio Rodríguez / Niño de la Capea, Robles, Espartaco

Cinco toros de Dionisio Rodríguez y uno de V. Gallego (antes lisardo Sánchez), lidiado en cuarto lugar, bien presentados, nobles y con pocas fuerzas.Niño de la Capea: estocada trasera y tendida (dos orejas); cinco pinchazos y tres descabellos (más palmas que pitos). Julio Robles: bajonazo (dos orejas); estocada desprendida (oreja). Espartaco: estocada caída (dos orejas); estocada baja (dos orejas). Talavera de la Reina, 17 de mayo. Segunda de feria.

Con el sobrero, tan babosa como sus hermanos, Niño de la Capea anduvo indolente y a la deriva, con una enorme falta de profesionalidad. Eso sí, entre mantazo y mantazo siguió corriendo por el coso.

Julio Robles le ganó la partida a su paisano Niño de la Capea. Hizo dos faenitas lentas, fáciles y sosegadas. En el quinto, el más inválido, se hartó a torear de salón, con cadencia y gusto. Pero sin enemigo.

Espartaco, puestísimo, ¿quién no lo está con las veces que torea?, y enchufado a la red eléctrica, calentó a su público con ganas y quietud. Hasta seis muletazos seguidos ligó en el tercero sin mover los pies. Y en el último se dedicó al efectismo y lanzamiento de sonrisas hacia el cotarro, entre la complacencia de éste y del presidente.

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