Un juglar y sus calcetines
Un trovador enmelenado y gritón llamado José Carlos Molina cuenta historias de castillos y jinetes, villanos y héroes medicivales según su espíritu heavy de la vida. Contagiado del esplendor de Ian Anderson en Jethro Tull, este flautista urbano transmite con sus metáforas contra los tiempos que corren la ilusión de los meros años setenta.Ñu, imagen y semejanza de Molina, suenan potentes y nítidos a rock duro más las notas clásicas del violín de Quiqub Valiño y la flauta de su autor, un guerrero de la concordia que logró apaciguar los ánimos de las huestes heavies. Cantó No...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Un trovador enmelenado y gritón llamado José Carlos Molina cuenta historias de castillos y jinetes, villanos y héroes medicivales según su espíritu heavy de la vida. Contagiado del esplendor de Ian Anderson en Jethro Tull, este flautista urbano transmite con sus metáforas contra los tiempos que corren la ilusión de los meros años setenta.Ñu, imagen y semejanza de Molina, suenan potentes y nítidos a rock duro más las notas clásicas del violín de Quiqub Valiño y la flauta de su autor, un guerrero de la concordia que logró apaciguar los ánimos de las huestes heavies. Cantó No hay ningún loco, Manicomio y Ojos de zíngara: un cantaor salió a escena.
Pablo Carbonell se quitó las zapatillas y los calcetines y los arrojó al público, que tanto había cantado, bailado y sonreído con el espectáculo de Toreros Muertos. El cambio de músicos ha endurecido el sonido de este trío. Más rock and roll por las guitarras de Alberto Moraga y Lou Kowalski y la batería de Ñete, que envuelven los ritmos ska, reggae o country. Pablo actuó más seguro y ocurrente, en un repertorio recién ensayado por los nuevos acompañantes que incluye nuevas canciones. Estos toreros están muy vivos.
Concierto de Ñu y Toreros Muertos
Concierto de Ñu (132 minutos) y de Toreros Muertos (81 minutos). Auditorio de la Casa de Campo. Madrid, 12 de mayo.