Alquimistas del ambiente

En un teatro poco adecuado para escuchar el silencio y bajo el manto protector de un ausente Brian Eno, se presentaron en Madrid cuatro músicos que desarrollan un trabajo inusual. Sus composiciones son abiertas, repetitivas, etéreas, relajantes, con ciertas conexiones con el minimalismo e ideales para utilizarlas como música ambiental.En el escenario parecen modernos alquimistas de la introspección músical, ajenos a lo que sucede alrededor. Pero lejos de apuntarse al aislamiento, cada trayectoria personal está marcada por la diversidad girando alrededor del clasicismo y una apertura a todas la...

En un teatro poco adecuado para escuchar el silencio y bajo el manto protector de un ausente Brian Eno, se presentaron en Madrid cuatro músicos que desarrollan un trabajo inusual. Sus composiciones son abiertas, repetitivas, etéreas, relajantes, con ciertas conexiones con el minimalismo e ideales para utilizarlas como música ambiental.En el escenario parecen modernos alquimistas de la introspección músical, ajenos a lo que sucede alrededor. Pero lejos de apuntarse al aislamiento, cada trayectoria personal está marcada por la diversidad girando alrededor del clasicismo y una apertura a todas las músicas.

El guitarrista Míchael Brook ha trabajado junto al guitarrista de U2 y en el grupo pop Martha and the Muffins. De su sofisticado instrumental nace una nota infinita que juega con el eco y con sí misma en sencilla ejecución, mezclándose con teclados programados y creando atmósferas diversas, con algún toque étnico.

Tras una breve experiencia como batería de jazz, Harold Budd se afilió al minimalismo y colaboró con Brian Eno en sus músicas ambientales. Su estilo pianístico se basa en un suave y repetitivo arpegio en un mismo acorde mientras su mano derecha desarrolla unas melodías sencillas y lineales.

Como en Budd, la música de Roger Eno tiene ecos de algunos compositores franceses de principios de siglo (Debussy, Satie, Fauré). Su estilo es preciosista, variado y expresivo, con la relajación como objetivo. Laraaji representó el aspecto colorista y étnico, con la sonoridad de sus autoharpas creando ambientes donde la melodía aparentemente no existe y la improvisación juega un importante papel.