Tribuna:

Amigo

Estos días de primavera en Denia he navegado otra vez, aunque brevemente, sobre el mismo mar de dulzura. Ha soplado un poco de norte y todo el azul era limpio, casi duro, y los perfiles de la escollera o de la costa se dibujaban con una luz de geometría exacta, de ciencia pura. Debo decir que en esta ocasión he navegado sobre estas dulces e idénticas aguas con el corazón acongojado. Hace poco murió un buen amigo que amarraba su barco junto al mío en el mismo pantalán. Durante algunos años nuestras bordas estuvieron protegidas por defensas comunes y juntos zarpábamos en pequeñas travesías diari...

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Estos días de primavera en Denia he navegado otra vez, aunque brevemente, sobre el mismo mar de dulzura. Ha soplado un poco de norte y todo el azul era limpio, casi duro, y los perfiles de la escollera o de la costa se dibujaban con una luz de geometría exacta, de ciencia pura. Debo decir que en esta ocasión he navegado sobre estas dulces e idénticas aguas con el corazón acongojado. Hace poco murió un buen amigo que amarraba su barco junto al mío en el mismo pantalán. Durante algunos años nuestras bordas estuvieron protegidas por defensas comunes y juntos zarpábamos en pequeñas travesías diarias de verano, dejábamos el castillo atrás, nos abríamos lejos del acantilado y, en presencia del ciprés dormido que forma el macizo del Montgó, con las velas acuarteladas nos zambullíamos en el Mediterráneo abierto como una madre azul. Él era un viejo gozador de la vida, de los placeres profundos y sencillos. Médico republicano, exiliado, afincado en Norteamérica, jubilado luego, retirado finalmente en su país. Amaba la naturaleza y la memoria de los tiempos felices. Se había fabricado un diseño de lobo marino. Tenía la garganta rota. Ésta es una historia anónima, llena de gloria privada.El mes pasado murió en Madrid y su cuerpo fue incinerado. La familia llevó las cenizas a Denia para derramarlas a sotavento sobre estas aguas de dulzura donde ahora navego con lágrimas. Siguiendo el reglamento, también su gorra de marinero fue arrojada al fondo del mar. Descansa en paz, querido Nolín, buen amigo. Mientras mantenga una ilusión de felicidad o conserve una esperanza de belleza seguiré navegando este espacio azul al mediodía, y cuando la bonanza alcance la cúspide de la perfección o las rachas de viento que se precipitan desde el cabo agiten de forma inhóspita mi velero, siempre pensaré en nuestra amistad, que las aguas diluyeron para siempre. También a mí un día el Mediterráneo me acogerá el cuerpo y yo no seré sino agua azul unida a la breve memoria en la mente de los seres que me amaron.

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