Crítica:CABARÉ

Las virtuosas

Precedidas por un chino que realiza juegos malabares con velas, copas y anillas, salen ellas dos y juegan durante todo el espectáculo con las palabras, con las ideas y con la realidad. Se llaman Virtudes porque van de ingenuas y virtuosas; hasta tal punto virtuosas, que en vez de ponerse plumas encima se acicalan con un plumero de la limpieza y pregonan que son chicas hacendosas, expertas en coser, hacer punto y confeccionar patucos en el camerino.Semejantes prolegómenos les permiten luego distorsionar a placer lo divino y lo humano por la vía del humor pícaro y amable y del esperpento. Todo e...

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Precedidas por un chino que realiza juegos malabares con velas, copas y anillas, salen ellas dos y juegan durante todo el espectáculo con las palabras, con las ideas y con la realidad. Se llaman Virtudes porque van de ingenuas y virtuosas; hasta tal punto virtuosas, que en vez de ponerse plumas encima se acicalan con un plumero de la limpieza y pregonan que son chicas hacendosas, expertas en coser, hacer punto y confeccionar patucos en el camerino.Semejantes prolegómenos les permiten luego distorsionar a placer lo divino y lo humano por la vía del humor pícaro y amable y del esperpento. Todo ello con suma delicadeza, sin herir susceptibilidades éticas ni estéticas. A su modo, se ejercitan en todas las virtudes posibles, tanto teologales como cardinales. Es así como, por arte de birlibirloque, se topa uno en un cabaré nada menos que con la fe, la esperanza, la caridad, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.

Virtudes

Música: Mariano Díáz, Mario Gil y Soledad Mallol. Letras: Adolfo Puerta. Coreografía, interpretación y dirección: Elena Martín Calvo y Soledad Mallol . Lola. Madrid, 14 de abril.

Como son también muy educaditas, no provocan al público ni sonrojan a algún desprevenido sacándolo al escenario a hacer el ridículo. Se limitan a ejecutar el reglamentario paseíllo entre los asistentes, pero sólo para saludar a todos y cada uno con un beso más puro que los chorros del oro.

Mantienen entre las dos conversaciones delirantes, se disfrazan de empleadas de hogar, de masajistas de Siam, de danzarinas moras, de culturistas, de caribeñas sabrosonas. Practican también la ascética disciplinando sus sensuales espaldas con la fusta del abanico. Amparadas en tamañas virtudes, se pueden permitir también la licencia de dar consejos espirituales a las mujeres: "No dejes que los chicos te planten a ti, plántalos tú primero". Y también se atreven a esbozar interesantes teorías acerca de la igualdad humana que no dudan en atribuir al mismísimo Einstein: "Todas las personas son iguales; sólo varía el volumen de agua que desalojan cuando son introducidas en un líquido".

Y entre risas, ingenuidades e ingeniosidades se despiden del respetable vestidas de Carmen Miranda y sentenciando: "El amor es hiriente como un machete; te descuidas un poco y la sangre vierte".

Aquí hay madera. Sólo hace falta que se percaten los carpinteros.

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