Crítica:MÚSICA CLÁSICA

¿Para que sirven los directores?

La Semana Santa se ha hecho notar en la programación del teatro Real. Tanto los conciertos habituales de fin de semana como los extraordinarios nos han regalado obras sacras de Bach y Verdi, aunque con resultados muy desiguales.El concierto de la RTVE resulta dificil de juzgar. Estando muy lejos de alcanzar la calidad deseable, tampoco puede decirse que fuese un mal concierto. Aclaro. Hubo mucha gente que disfrutó, y las ovaciones finales fueron prueba de ello: aquellos que no conocen a fondo la obra y pudieron gozar de su belleza, aunque fuese una mínima parte de ésta lo que se escuchó en el ...

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La Semana Santa se ha hecho notar en la programación del teatro Real. Tanto los conciertos habituales de fin de semana como los extraordinarios nos han regalado obras sacras de Bach y Verdi, aunque con resultados muy desiguales.El concierto de la RTVE resulta dificil de juzgar. Estando muy lejos de alcanzar la calidad deseable, tampoco puede decirse que fuese un mal concierto. Aclaro. Hubo mucha gente que disfrutó, y las ovaciones finales fueron prueba de ello: aquellos que no conocen a fondo la obra y pudieron gozar de su belleza, aunque fuese una mínima parte de ésta lo que se escuchó en el Real. Quienes conocen la obra en profundidad sufrieron lo indecible, y desde este punto de vista hay que entender las siguientes líneas.

Chur Chinisches Orchestrer und Chor

Obras de Bach. Madrid. Teatro Real, 8 de abril.Orquesta y Coro de la RTVE y solistas Director: Miguel Ángel Gómez Martínez. Réquiem de Verdi. Madrid. Teatro Real, 9 de abril. Orquesta y Coros Nacionales y solistas Director: Eckhard Weyand. La Pasión según san Juan, de Bach. Madrid. Teatro Real, 10 de abril.

Hace escasas semanas tuve oportunidad de escuchar otro Réquiem en Londres, en concierto también de temporada pero con Giulini y la Sinfónica de Londres. Naturalmente que ni Gómez Martínez es Giulini ni la RTVE es la agrupación londinense, pero allí tampoco hubo un cuarteto solista excepcional y el director sí supo manejarlo y hacerlo cantar. Si las voces de los solistas no eran potentes, ¿por qué colocarlas detrás de la orquesta? Porque a la mezzosoprano no se la escuchó no ya en los concertantes, sino tampoco en dúos o solos. La Lindenstrand es una soprano corta, sin graves ni agudos, con un ataque de las notas que desvirtuaban éstas a fuer de temeroso e inseguro... El tenor Versalle, aceptable en Bayreuth como Tannhausser, resultó en Verdi totalmente inapropiado por nasalidad de timbre, carencia de pianos y vulgaridad de línea canora. ¡Qué falto de encanto su hostias! Sin sobresalir, pero dignamente, cumplió el bajo Ellero d'Artegna. En el cuarteto, Pilar Lorengar parecía desplazada por su irreprochable estilo, por el gusto en el decir, por la sabiduría en adaptar a sus posibilidades un papel que a veces requiere una voz spinta de mayor peso.

Gómez Martínez quiso desarrollar una idea a la cual la Sinfónica de la RTVE no podía responder: no hay flexibilidad, ni agilidad, ni transparencia suficiente para la rapidez de tempi planteada en algunos momentos. Esto, con el problema del cuarteto, lo sabía sobradamente el maestro, pero pareció no tenerlo en cuenta o al menos no importarle. Pero además la versión resultó lineal y sin matiz alguno. Baste citar un Confutatis en donde la cuerda y los timbales eran incapaces de reflejar las flammis ácribus, un Quid sum miser duro y sin dulzura en las frases o el atropellamiento del Sanctus. Lorin Maazel dirigió hace ya muchos años a la misma RTVE en un Réquiem muy superior. ¿Es que la orquesta en este tiempo no ha sido capaz de mejorar o es que el director no estuvo a la altura?

La ONE sustituyó este año la casi tradicional Pasión según San Mateo por la que el mismo Bach compusiera escasos años antes siguiendo el texto de San Juan acomodado por Heinrich Brockes. Hablar de las diferencias entre una y otras es fútil. Simplemente, la que hoy nos ocupa es claramente una obra con menor unidad global en lo musical, al margen de lo ya apuntado sobre el texto, sin que ello quiera decir que no existan momentos magistrales.

La versión, que en líneas generales mantuvo la dignidad de la discreción, contó con la dirección de Eckward Weyand, obviamente más experto en los coros que en la orquesta, lo que se tradujo en un patente desequilibrio a favor de los primeros, que incluso llegaron a apagar constantemente a la segunda. Aspecto quizá agravado por la peculiar sonoridad del Real, que el maestro no llegó a percibir. Entre los solistas despuntaron Tom Krause, magnífico como Jesús, y Horst Laubenthal, el siempre eficaz evangelista. Junto a ambos, una soprano y mezzo, Elisabeth Hynes y Patricia Bardon, que expusieron con el suficiente nivel sus arias, entre las que se encuentran las bellísimas Todo se ha consumado y Llora a raudales, corazón mío. Otro tanto cabe decir del tenor Heiner Hopfner, acusando ya, en cambio, la edad el bajo Kurt Widmer, cuyas arias, probablemente las más inspiradas de la obra, requerían una mayor plenitud de medios.

Apenas un par de días antes se presentaron unos coros y orquesta de Bonn, integrados en su mayor parte por jóvenes, que habitualmente dan a conocer su arte en iglesias de su ciudad. Lo que en éstas puede causar admiración y placer queda tremendamente apurado en una sala de conciertos de primer orden.

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