Editorial:

La carrera militar

LA REFORMA a paso de tortuga puesta en práctica por Narcís Serra en los ámbitos de su departamento está a punto de modificar, a través de la nueva ley de la Función Militar, los criterios de los ascensos en el sistema de escalafones. Hasta el presente, y desde tiempo inmemorial, los ascensos militares han estado basados casi en exclusiva en el factor de la antigüedad, con independencia de los méritos profesionales que los afectados hayan podido acreditar a lo largo de su carrera. Desde que un teniente abandonaba la academia, el número o puesto obtenido dentro de su promoción y la fecha ...

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LA REFORMA a paso de tortuga puesta en práctica por Narcís Serra en los ámbitos de su departamento está a punto de modificar, a través de la nueva ley de la Función Militar, los criterios de los ascensos en el sistema de escalafones. Hasta el presente, y desde tiempo inmemorial, los ascensos militares han estado basados casi en exclusiva en el factor de la antigüedad, con independencia de los méritos profesionales que los afectados hayan podido acreditar a lo largo de su carrera. Desde que un teniente abandonaba la academia, el número o puesto obtenido dentro de su promoción y la fecha de nacimiento se convertían en los únicos datos determinantes del momento en que se producirían los ascensos dentro de cada grado o empleo. De esta forma, los jóvenes tenientes sólo tienen que dejar pasar el tiempo para conseguir los ascensos. Con una antelación de años, y con independencia de los cursos realizados o destinos desempeñados, los militares saben con gran aproximación cuándo ascenderán y, con total seguridad, delante de quién y detrás de quién figurarán de por vida en el escalafón.Con semejante esquema básico, que rige desde el grado de teniente hasta el de coronel -alrededor de 40 años de permanencia en las Fuerzas Armadas-, se prima, comparativamente, a quienes no realizan esfuerzo alguno por perfeccionar sus conocimientos o capacidad profesional a lo largo de su carrera. Sólo al final de ésta, cuando se encuentren en condiciones de alcanzar el generalato, es probable -pero no seguro- que quienes más se hayan esforzado cuenten con alguna ventaja a la hora de que el ministro de Defensa de turno los seleccione para ese ascenso.

Una de las consecuencias del actual sistema consiste en que, al margen de las verdaderas necesidades de los ejércitos, todo el mundo asciende cuando le toca, haya o no vacantes para cubrir en el escalafón correspondiente. Ello explica que en España haya hoy suficientes generales, y especialmente coroneles y tenientes coroneles, como para mandar casi todas las unidades operativas de los ejércitos de la OTAN.

El llamado problema militar, tan decisivo en la historía de España a lo largo de los últimos 150 años, ha sido en parte el problema de los militares, es decir, el de un colectivo humano seleccionado por mecanismos en gran parte endogámicos y educado según pautas de comportamiento y parámetros ideológicos ajenos a los de los ciudadanos comunes. Por ello mismo, la resolución de ese problema pasa por la adecuación de la enseñanza, por una parte, y de las expectativas profesionales de quienes han elegido esa carrera, por otra, a los mismos principios que rigen la vida civil.

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El proyecto preparado por Defensa fijará, por primera vez, criterios concretos para racionalizar los ascensos militares. A partir de la nueva ley, se asegura, los méritos profesionales adquiridos a lo largo de la carrera determinarán que ésta sea más o menos brillante, con independencia de la antigüedad, aunque este factor continúe pesando en parte, como en otras profesiones.

Con el nuevo sistema, es probable que los escalafones militares tengan que ser revisados periódicamente, con objeto de reclasificar a los integrantes de cada promoción a medida que el nivel profesional de los mismos varíe de acuerdo con los destinos, la especialización desarrollada o incluso los idiomas.

La nueva ley recogerá otros aspectos y describirá el modelo de carrera militar que se pretende institucionalizar en España. Se trata, pues, del proyecto que más profundamente afectará a la política de personal del Ministerio de Defensa y que más influirá en el concepto de la profesión militar en España.

Porque una cosa es la prudencia política y otra el absurdo. Una prueba de confusión entre ambos conceptos es el hecho de que continúen apareciendo en las primeras páginas de los escalafones militares oficiales los nombres de Franco, Moscardó o Carrero Blanco. Alguien debería informar al ministro de que a estas alturas tienen que ser ya miles los militares que consideran que pretender hacerse el distraído, para no ofender a nadie, respecto al hecho de que Franco falleció hace 11 años, agravia la inteligencia de cualquiera. Y un ejército moderno no vive de fantasmas.

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