Tribuna:LOS SOCIALISTAS Y EL SERVICIO EXTERIOR

El aceite sobre el agua

El reciente artículo del presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana y secretario de Estado para la Cooperación Internacional, Luis Yáñez, sobre la actitud mantenida por la Administración socialista en importantes nombramientos de españoles en cargos relevantes de nivel internacional tiene aquí su réplica. Hubiera sido bueno, dice el autor, que Yáñez detallara nombres para comprender mejor hasta qué punto el actual Gobierno ha hecho lo que él afirma que ha hecho.

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El reciente artículo del presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana y secretario de Estado para la Cooperación Internacional, Luis Yáñez, sobre la actitud mantenida por la Administración socialista en importantes nombramientos de españoles en cargos relevantes de nivel internacional tiene aquí su réplica. Hubiera sido bueno, dice el autor, que Yáñez detallara nombres para comprender mejor hasta qué punto el actual Gobierno ha hecho lo que él afirma que ha hecho.

"El afecto le produjo lo que produce en todos: le dio ganas de hablar". Madame de Lafayette en 'La princesa de Montpensier'.Me ha dado dado ganas de hablar el artículo de Luis Yáñez ¿Hicimos mal apoyando a Marcelino Oreja? (EL PAIS de 22 de enero de 1987), ya que fui testigo, tanto de parte de uno de los hechos que en el mismo se narran, como de otro anterior al 28 de octubre de 1982, dentro de la misma línea que el precedente.

Del primero, la elección de Marcelino Oreja como secretario general del Consejo de Europa, puedo dar fe del apoyo que obtuvo en la precampaña. A finales de 1983 me encontraba yo como encargado de negocios de la Embajada de España en Chile, cuando se celebró en Santiago el congreso de la Unión Mundial Demócrata Cristiana, presidida por el chileno Andrés Zaldívar, y al que asistieron los pesos pesados de la DC mundial, entre ellos el español Fernando Álvarez de Miranda.

Pues bien, fue en una cena en mi casa, en la que estuvieron presentes los tres hermanos Zaldívar, con diversos de sus correligionarios, donde se obtuvo el apoyo del chico Zaldívar y de varios dirigentes de la DC italiana a la candidatura de Marcelino Oreja. Zaldívar se comprometió entonces a hacer las gestiones necesarias para obtener el beneplácito de los Gobiernos en los que la DC tuviera influencia. Todo esto con el conocimiento del entonces ministro de Asuntos Exteriores Fernando Morán, que se encontraba a la sazón en Buenos Aires con el presidente del Gobierno -que estaba más que enterado- para la toma de posesión del presidente Alfonsín.

Y hay que decir que fue de Yáñez de quien partió la idea -que obtuvo el máximo respaldo del presidente del Gobierno- de la candidatura de Marcelino Oreja; se le sacó así de su exilio dudosamente dorado del Consulado General de España en Lisboa, adonde había sido destinado, no sin oposición, por la junta de la carrera diplomática, poniéndose de esta manera fin a la grotesca situación en la que no precisamente la Moncloa había colocado a quien había sido el jefe de la diplomacia española.

El segundo caso, anterior a la llegada del PSOE al poder, y por ello aún más sintomático, se refiere a la elección de José María de Areilza a la presidencia de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, lo que también viví personalmente al estar destinado en nuestra representación permanente en dicha organización y haberme humorísticamente designado Areilza su jefe de estado mayor en campaña.

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Apoyo socialista a Areilza

Contó entonces Areilza con el apoyo solidario, decidido y activo de los parlamentarios socialistas españoles en aquella asamblea. Peces-Barba, que era en esos tiempos vicepresidente de la delegación española, se movió tanto para animar a los otros parlamentarios socialistas europeos a votar a Motrico que llegó a decir, en una conferencia de prensa, que Areilza había llevado el emblema del puño y la rosa en la solapa (lo que era verdad: yo mismo lo vi con ocasión de la denominada fiesta de la libertad del PSOE, celebrada en San Blas en 1977). Ello produjo el estupor del presidente de la delegación británica, el conservador sir Frederic Bennett, ya que era del grupo conservador de donde emanaba la candidatura de Areilza, y, aunque les preocupaba la imagen del pedigree democrático de Motrico -que había sido cuestionado por tres parlamentarios, antiguos miembros de las Brigadas Internacionales, entre ellos el socialista belga Claude Dejardin-, tampoco les hacía gracia que Areilza hubiera sido un peligroso rojo. Como ahora se diría, era demasié incluso para el corpulento body de sir Freddy.Por otro lado, el Gobierno de UCID de aquellos días ni se definía ni prestaba su apoyo visible a Areilza, en el intento mezquino de uno de sus principales responsables de vengarse de Motrico dejándole fracasar.

Fueron los parlamentarios socialistas -secundados, si no impulsados, por el embajador de España en el Consejo de Europa, José Luis Messia, que, en su fina estrategia, que le costó más de una indigestión, contó siempre con el presidente de la delegación española, el liberal ucedista Joaquín Muñoz Peirats- quienes más pasillos hicieron para conseguir la victoria de Areilza. Hasta el extremo de que en última instancia, y ante la pasividad del Gobierno, el propio Felipe González se dirigió personalmente a sus partidos hermanos de la Internacional Socialista para que respaldaran a Areilza. Y dicha gestión la efectuó, si mi memoria no me falla, el mismo día en que enterraba a su madre, fallecida en Sevilla. Posteriormente, el Gobierno efectuó también gestiones diplomáticas.

Pero no acaba aquí la historia. Fue asimismo gracias a UCD que Areilza -y, por ende, España- perdió la presidencia de la asamblea parlamentaria, al perder UCID las elecciones generales de 1982 y al no haber contado entonces para el centro-derecha ni las afinidades ideológicas de las que ahora hace gala el antiguo ucedista responsable hoy de AP, ni el patriotismo, al no haberse incluido a Areilza en un puesto y en una lista electoral que le dieran posibilidades de salir elegido (vasco, se le presentó por Cantabria). Al dejar de ser parlamentario, Areilza no podía seguir presidiendo la asamblea de Estrasburao.

Y, de nuevo, apareció una idea para salvar la situación, y justamente de Luis Yáñez: que Areilza fuese elegido senador dentro de la posterior estructura electoral de las comunidades autónomas. Lo que tampoco se hizo, con lo que España perdió la presidencia de la asamblea consultiva, y ésta, a un presidente excepcional, a juicio de todos.

Recuerdo que al felicitar yo a Gregorio Peces-Barba por su actitud y la de su grupo, éste me señaló: "Pedro, es que los socialistas somos unos señores". Y nunca mejor dicho, ante el contraste que se ha producido con esta otra elección en otro Estrasburso. Pero tampoco tan extraño, porque en la primera ocasión hubo además quien, hoy también diputado europeo, no votó por Areilza, a pesar de encontrarse a él unido por una doble afinidad. Que todo hay que decirlo, para consuelo de Enrique Barón.

Termino con las referencias que hace Luis Yáñez a los "altos cargos de UCD en el Ministerio de Asuntos Exteriores que hoy ocupan importantes embajadas, nombrados por el Gobierno socialista", y a los "favoritismos por el hecho de ostentar carné socialista". Sería interesante, para deshacer equívocos, que la opinión pública supiera cuántos altos cargos de Exteriores y cuántos embajadores no tienen, no ya carné del PSOE, sino siquiera simpatía por el partido del Gobierno que los ha nombrado. No más de cuatro gatos, y no es refrán, sino pura estadística. Y así les luce el pelo a aquellos que aún lo conservan.

Pedro García-Trelles es diplomático.

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