Tribuna:

Perestroika

La impresión dominante cuando se visita la Unión Soviética es que han estado guisando en el cuarto de estar el día anterior y todavía no han ventilado el piso. Ésta es la primera conclusión política. Cuesta mucho creer que con esas pestilencias saturando oficinas, cines, salas de audiencia y koljozi los dirigentes puedan llegar a concebir una idea, discurrir con nitidez y no ciscarse en este cochino mundo. La mayor amenaza nuclear soviética, caso de que exista, radica en esta sensación de hastío inducido por el olor a rancio. Quien no haya tenido esta experiencia es difícil que llegue a...

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La impresión dominante cuando se visita la Unión Soviética es que han estado guisando en el cuarto de estar el día anterior y todavía no han ventilado el piso. Ésta es la primera conclusión política. Cuesta mucho creer que con esas pestilencias saturando oficinas, cines, salas de audiencia y koljozi los dirigentes puedan llegar a concebir una idea, discurrir con nitidez y no ciscarse en este cochino mundo. La mayor amenaza nuclear soviética, caso de que exista, radica en esta sensación de hastío inducido por el olor a rancio. Quien no haya tenido esta experiencia es difícil que llegue a ponderar el peligro en que nos encontramos. Ésta sería otra conclusión política.A los dirigentes de la URSS nunca se les entenderá bien si se prescinde de las constantes mefíticas que soportan día tras día. Cuando ahora cunde la esperanza de que la Unión Soviética se democratice, se liberalice o se modernice, todo converge en una misma metáfora de higiene general. De hecho, cualquier paso anterior en el país incluyó siempre la depuración, más el afán -no importa si criminal o no- por dejar a ese glotón y proteico cuerpo con el limpio vacío que sigue a la purga.

Aunque, ciertamente, Gorbachov, pese a su ímpetu, no ha logrado todavía el codiciado aspecto de hombre con fragancia de gel, todo espectador avisado habrá advertido desde el principio que este tipo, antes de salir de casa, se echa una rociada de colonia sobre el abrigo. Es la manera indispensable para pensar con independencia crítica si uno, siendo un líder, se ve obligado a viajar en los vuelos interiores de Aeroflot o hacer visitas ocasionales a los gorkoms. La lucidez de Gorbachov, se tome como se tome, ha de relacionarse con este rechazo físico de una atmósfera que durante quinquenios y quinquenios les volvía a la misma habitación con pringue de borsch o de ragú de ternera. Todavía habrá de pasar tiempo para reemplazar las tapicerías que untan, pero, si lo asean, el mundo va a descubrir al fin que tras esa viscosidad actual vive una decisiva parte de Europa.

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