Crítica:CANCIÓN

Para que nunca amanezca

Los cantores de boleros se dedican a atrapar el instante fugaz para perpetuarlo, cosa imposible a todas luces. Por eso, los cantores de boleros son un sueño imposible que se agazapa en la noche oscura suplicando al reloj que no marque las horas y que detenga su camino para que nunca amanezca. El bolero es húmedo, sinuoso, sensual y dionisiaco, como el pecado.Sin embargo, en esta ocasión está servido por un vocalista que lee todos los días las obras de fray Luis de León y san Juan de la Cruz, con lo cual las cosas se ponen aún más intrigantes.

Alberto Pérez (que viste riguroso esmoquin b...

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Los cantores de boleros se dedican a atrapar el instante fugaz para perpetuarlo, cosa imposible a todas luces. Por eso, los cantores de boleros son un sueño imposible que se agazapa en la noche oscura suplicando al reloj que no marque las horas y que detenga su camino para que nunca amanezca. El bolero es húmedo, sinuoso, sensual y dionisiaco, como el pecado.Sin embargo, en esta ocasión está servido por un vocalista que lee todos los días las obras de fray Luis de León y san Juan de la Cruz, con lo cual las cosas se ponen aún más intrigantes.

Alberto Pérez (que viste riguroso esmoquin blanco) insinúa placeres carnales descarnados, ataduras fatales de pasión, mentiras necesarias, dulces amores amargos.

Alberto Pérez y su orquesta

Bar Café Vaivén. Madrid. Todos los jueves y viernes del mes de enero, a las 23.00.

El cantante lleva bigotito tiene toda la pinta de un oficinista de los de antes, pertenece a la escuela de Jorge Sepúlveda y canta los boleros con cierto toque de ascetismo castellano. Todos estos detalles hacen de Alberto Pérez un artista peculiar que puede cuajar tanto en un casino de lujo como en una boda campesina, en un tugurio infame o en un local ilustrado, como en este caso: el modernista Bar Café Vaivén.

Alberto Pérez comienza su actuación con La barca ("dicen que la distancia es el olvido, / pero yo no concibo esa razón"), y desde el primer momento las parejas se amartelan se pierden en la pista y durante todo el concierto se están musitando al oído las sublimes mentiras que el vocalista va desgranando.

El día de la presentación del espectáculo abrió el baile la escritora Carmen Martín Gaite, también vestida para esta ocasión de bolero riguroso.

Melancolía

Además de boleros, Alberto Pérez interpreta en su repertorio pasodobles, tangos, chachachás y diversos ritmos populares de los de toda la vida, que son coreados con entusiasmo y melancolía por la concurrencia, una concurrencia en la que destacan los jóvenes maduros enfrascados en la búsqueda del tiempo perdido, del tiempo que les hicieron perder.Muchos 'desengañados vuelven sus ojos hacia el bolero, que aunque pudiera ser una música para perdedores, también lo es para cínicos tiernos y, en general, para gentes a las que hirió el amor y han quedado atrapadas en sus redes. Hay ciertas zonas oscuras del corazón que ni la música rock ni la música pop se han preocupado de cantar: son los extensos territorios del bolero y sus secuaces.

Si es cierto que sólo se canta lo perdido, Alberto Pérez ha dado en el clavo poniéndose la cantar boleros después de una dilatada carrera musical. No tiene una gran voz y prefiere interpretar las pasiones de forma contenida, pero sabe sugerir muy bien y en todo su espectáculo hay indudablemente un fuerte componente de ternura mezclada con el escepticismo sosegado de los que rondan los 40 años, de los que tienen la cara dura de afirmar sin sonrojarse: "Solamente una vez amé en la vida".

Bolas

Esas cosas suelen ser mentira, pero es que un bolero es eso precisamente, una bola, una mentira para conseguir algo a corto plazo, y luego que pase ID que pase. Al fin y al cabo, no debemos olvidar que el mundo también es una bola.Alberto Pérez, bigotito, riguroso esmoquin blanco, maneras antañeras y cara de santo, va por la vida incitando a apurar el momento presente y subvirtiendo a los relojes para que no marquen las horas y detengan su camino "para que nunca amanezca".

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