Editorial:

El presupuesto de Reagan

EL PRESUPUESTO que Ronald Reagan ha presentado al Congreso para el ejercicio 1988 -lo que significa en el sistema norteamericano que regirá de octubre de 1987 a octubre de 1988- se ha convertido, en un plazo de horas, en un nuevo motivo de batalla para los demócratas, que desde las elecciones de noviembre pasado disponen de la mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, y un presidente seriamente quebrantado por el escándalo de los envíos secretos de armas a Irán y sus derivaciones. Congresistas demócratas, incluso de los más moderados, han dicho que era el presupuesto "más...

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EL PRESUPUESTO que Ronald Reagan ha presentado al Congreso para el ejercicio 1988 -lo que significa en el sistema norteamericano que regirá de octubre de 1987 a octubre de 1988- se ha convertido, en un plazo de horas, en un nuevo motivo de batalla para los demócratas, que desde las elecciones de noviembre pasado disponen de la mayoría tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, y un presidente seriamente quebrantado por el escándalo de los envíos secretos de armas a Irán y sus derivaciones. Congresistas demócratas, incluso de los más moderados, han dicho que era el presupuesto "más irrealista que se ha conocido en la historia de Estados Unidos". Los republicanos amigos de Reagan están a la defensiva, y el jefe de la minoría en el Senado, Robert Dole, ha necesitado declarar que no era sino "un punto de partida". El presupuesto que se apruebe tras los debates será, pues, distinto del presentado.Reagan ha conservado los, tres principios básicos de su política financiera: no aumentar los impuestos, reducir los gastos sociales y aumentar los gastos militares, aunque en esté caso el aumento previsto sea inferior al de años anteriores. Ello se debe, aparte del deseo de no extremar el choque con el Congreso, a que el presupuesto de 1988 tiene un pie forzado: la ley Gramm-Rudman, que, con la perspectiva de lograr en 1991-un presupuesto equilibrado, establece eltope de 108.000 millones de dólares como déficit para 1988. Sometido a esta exigencia legal, Reagan ha tenido que rebajar en un 63% el déficit y situarlo en 108.000 millones. Si bien esta cifra es en sí gigantesca, muchos congresistas dudan de que resulte factible según la estructura presupuestaria. En el presupuesto se prevé un crecimiento económico del 3,2% en 1987 y del 3,7%. en 1988; pero se consideran unos cálculos exagerados, según los principales expertos.

Otra forma de reducir el déficit es la venta de bienes federales, tal como la línea ferroviaria Amtrak. Y, sobre todo, el corte brutal en los gastos de carácter social, que se traducirá en el ensanchamiento de los millones de ciudadanos que viven en la miseria. Ello implica mayores injusticias no sólo sociales, sino también raciales; porque entre los más pobres, el porcentaje de hispanos y negros es altísimo. Por añadidura, el corte en el presupuesto de Agricultura disminuirá fuertemente las sumas dedicadas a sostener los, precios agrarios. Tema capital en el plano electoral, que será un acicate más para la oposición del Congreso, incluso en las, filas republicanas.

El Pentágono es el único capítulo importante que obtiene un aumento en el presupuesto de Reagan: de 293.000 millones votados por el Congreso el año anterior a 312.000 millones ahora, equivalentes a casi un tercio de los gastos. En particular, la partida para la Iniciativa de Defensa Estratégica, la famosa guerra de las galaxias, se incrementa en un 63%. por encima de lo votado para 1987. Esta situación de privilegio en la que, dentro de un presupuesto de restricciones, quedan los gastos militares no expresa solamente propósitos de política exterior escasamente favorables para la búsqueda de acuerdos sobre control y reducción de armamentos, sino que refleja un proceso profundo de militarización de la economía de EE UU, muchas de cuyas ramas de punta dependen de encargos del Pentágono y, por tanto, de subvenciones estatales. El credo liberal se aplica de modo ortodoxo para cortar las ayudas sociales, pero es relegado al olvido a la hora de financiar las empresas vinculadas con objetivos militares.

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Es probable que la batalla parlamentaria en tomo al presupuesto se plasme en una serie de debates, más políticos que específicamente presupuestarios. La esperanza de Reagan es que los demócratas se vean atrapados por el dilema de votar un aumento de los impuestos o de romper el techo del déficit, dos opciones poco rentables en el plano electoral. Pero con la mayoría en ambas cámaras, los demócratas confian en demostrar al país que los cálculos presupuestarios de Reagan están edificados sobre arenas movedizas. EE UU, a la vez que el país económicamente más poderoso de la Tierra, es el más endeudado. El momento de pagar las deudas tiene que llegar, y los demócratas no quieren que Reagan transmita a su sucesor el peso de una tarea tan ingrata.

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