Cartas al director

'Luvia ácida'

Leímos, si no con sorpresa, sí con indignación y vergüenza, la nota publicada en su diario el pasado miércoles 26 de noviembre, que hacía referencia a la imposibilidad de acuerdo para el control de lluvia ácida en la Comunidad Económica Europea debido al veto español.Los bosques y lagos de Europa van muriendo día día -mucho más deprisa de lo que algunos piensan- debido a las emanaciones de dióxido de azufre (SO) resultantes de los procesos industriales y térmicos.

Sabido es, por otra parte, que los Gobiernos raramente tienen la lucidez de poner remedio a un desastre ecológico has...

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Leímos, si no con sorpresa, sí con indignación y vergüenza, la nota publicada en su diario el pasado miércoles 26 de noviembre, que hacía referencia a la imposibilidad de acuerdo para el control de lluvia ácida en la Comunidad Económica Europea debido al veto español.Los bosques y lagos de Europa van muriendo día día -mucho más deprisa de lo que algunos piensan- debido a las emanaciones de dióxido de azufre (SO) resultantes de los procesos industriales y térmicos.

Sabido es, por otra parte, que los Gobiernos raramente tienen la lucidez de poner remedio a un desastre ecológico hasta que sus consecuencias son casi irreversibles; sólo tenemos que mirar a nuestro alrededor, el Mediterráneo moribundo, el Rin convertido en un río sin vida, las ballenas al borde de la extinción.

El esfuerzo para acabar con la lluvia ácida debe ser internacional, puesto que sus funestas consecuencias no entienden de fronteras; sólo un plan coordinado a nivel internacional puede aportar soluciones.

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Los efectos de la lluvia ácida crecen a una velocidad de vértigo. Pongamos un ejemplo: la conferencia ministerial sobre acidificación del entorno celebrada en Estocolmo en 1982 terminaba sin resultados, porque norteamericanos y británicos juzgaban insuficientes las pruebas presentadas por los científicos.

Hoy, sólo cuatro años después, son los propios británicos, como presidentes temporales de la Comunidad Europea, los que proponen un plan de medidas urgentes para paliar en parte los efectos de la lluvia ácida, un plan muy moderado si se tiene en cuenta que la Comisión Europea proponía en principio un programa que representaba una disminución del doble en los vertidos de SO en el mismo período de tiempo que la propuesta británica.

Pues bien, ¿qué ocurre?, que el casi irrisorio plan británico es rechazado por nuestro prepotente Gobierno socialista. Razones: costaría demasiado dinero realizar las inversiones necesarias para reducir el vertido de SO a la atmósfera. ¿Cómo pueden hablar de dinero los mismos que gastan 2.000 millones en una campaña electoral, los mismos que gastan miles de millones en comprar armamento?

Aquí, en España, producimos 50 kilos de SO por año y habitante. El Gobierno socialista, que se llena la boca de europeísmo y solidaridad, parece olvidarse de las necesidades ecológicas en lo que a Europa se refiere. ¿De qué nos va servir a los europeos la lucha contra el paro, contra el terrorismo, contra la inflación, contra la injusticia social, si la tierra se nos muere? ¿Dónde ha pensado el Gobierno socialista que vivan las futuras generaciones europeas?

Esto no es demagogia, es una realidad. Las reivindicaciones ecologistas van más allá de las ideologías y de los programas de partido, y sin poner en marcha soluciones para los problemas que afectan al medio ambiente no nos quedará nada por lo que luchar.-

y tres firmas más de la comisión de medio ambiente del Partido de los Verdes.

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