La crisis y la cohabitación

Jacques Chirac parecía hallarse en pleno estado de gracia a finales de septiembre, en un París aterrorizado por las bombas. El presidente de la República, François Mitterrand, quedó prácticamente desplazado de la conducción de la lucha contra el terrorismo, y comenzó la invasión por el primer ministro de los llamados dominios reservados del presidente.Dos meses después, el Gobierno de Jacques Chirac se encuentra en la crisis política más profunda e inesperada que haya sufrido este país en los últimos 18 años, desde mayo de 1968 en concreto. El detonante ha sido una ley insulsa, que no contenta...

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Jacques Chirac parecía hallarse en pleno estado de gracia a finales de septiembre, en un París aterrorizado por las bombas. El presidente de la República, François Mitterrand, quedó prácticamente desplazado de la conducción de la lucha contra el terrorismo, y comenzó la invasión por el primer ministro de los llamados dominios reservados del presidente.Dos meses después, el Gobierno de Jacques Chirac se encuentra en la crisis política más profunda e inesperada que haya sufrido este país en los últimos 18 años, desde mayo de 1968 en concreto. El detonante ha sido una ley insulsa, que no contentaba a quienes la apadrinaron, y que intentaba abrir las puertas a la participación de capital privado en las universidades, estimular la competencia entre los centros e implantar la selectividad. Todo ello existe ya, en alguna medida, en ciertas universidades francesas.

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El resultado de la crisis no puede ser más desalentador para Chirac: un ministro dimitido (el autor de la ley, Alain Devaquet), dos ministros más (Charles Pasqua y Robert Pandraud) duramente criticados por los estudiantes como responsables de los excesos policiales, y la crisis universitaria en manos de un ministro, René Monory, integrante de la UDF (coalición rnás compañera que amiga del RPR en el Gobierno).

Pero sobre todo, pesa la amenaza permanente de que el jefe del Estado, el presidente de la República, intervenga públicamente para apercibir al Gobierno por su torpeza, y para erigirse en árbitro entre las partes en conflicto, estudiantes y Gobierno.

Para Jacques Chirac, ahora ya no se trata de un problema de cohabitación con Mitterrand, sino de una simple cuestión de habitación, es decir, de su supervivencia y de preservación de la difícil cohesión de su propia coalición de Gobierno.

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