Tribuna:

El muro

Me cuentan que una galería de arte estadounidense ha tenido una superferolítica ocurrencia: pretenden trocear el muro de Berlín y venderlo a norteamericanos de posibles, que así podrían adornar sus casas con un coquetón metro cuadrado de guerra fría, el cemento más armado de la Historia. La gracia consiste en. mostrar las dos caras del muro, porque la parte occidental del paredón está atiborrada de pintadas, desde el "Pepe estuvo aquí" al grito político, mientras que el lado oriental se mantiene tan impoluto como el refregado suelo de un convento. Los tipos de la galería son muy listos: los gr...

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Me cuentan que una galería de arte estadounidense ha tenido una superferolítica ocurrencia: pretenden trocear el muro de Berlín y venderlo a norteamericanos de posibles, que así podrían adornar sus casas con un coquetón metro cuadrado de guerra fría, el cemento más armado de la Historia. La gracia consiste en. mostrar las dos caras del muro, porque la parte occidental del paredón está atiborrada de pintadas, desde el "Pepe estuvo aquí" al grito político, mientras que el lado oriental se mantiene tan impoluto como el refregado suelo de un convento. Los tipos de la galería son muy listos: los graffiti no sólo revisten el hormigón de una apariencia artística, sino que además le confieren un edificante contenido: véase la superficie engorrinada como muestra de la h¿ bertad de expresión, toma ya ese reverso de limpieza aterradora y restrictiva.La idea es comprar una porción de muro y reedificar el tramo que se llevan. Después, pasados unos meses, cuando el pedazo nuevo estuviera lo suficientemente cochino de pintadas, los galeristas lo cortarían otra vez y recomenzarían el proceso, como quien siembra y recolecta una cosecha. Pero el astuto proyecto se ha ido a pique: a los alemanes orientales se les han estrangulado los alientos al escuchar la oferta; el convertir su muro en un vivero de cascotes de arte les resulta un ejemplo más de la decadencia de Occidente, de la frívola inmoralidad capitalista.

Y así están las cosas, los unos escandalizados cual beatas, los otros dispuestos a vender en lonchas a su madre si es preciso. Recomiendo a los frustrados negociantes que prueben con restos de metralla terrorista, objeto artístico que tendría una estupenda aceptación popular, máxime si se adorna con una pizca de sangre o de sustancia encefálica de víctima. En realidad, los pobres no hacen sino comerciar con lo que el mundo es. Otros hay a ambos lados del muro que son considerados probos gobernantes o industriales y que se enriquecen infinitamente más vendiendo de tapadillo todo tipo de misiles y torpedos. Yo prefiero con mucho a. los galeristas, que además de negociar abiertamente son unos genios.

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