Andresín ya es matador de toros

Andrés Caballero era el Andresín de la alegría y el coraje con los novillos, no importaba que fueran difíciles, en las plazas de la comunidad madrileña e incluso en Las Ventas. Posiblemente, ahora, matador de alternativa, lo siga siendo. Desde luego siempre será Andresín en su pueblo, San Sebastián de los Reyes, donde le quieren y admiran, y más aún después de su hombrada de ayer, que consistió en triunfar con dos toros que les habrían venido anchos, altos y largos a casi todas las figuras del casino de los exclusivistas. Andresín ya es matador de toros y además, de verdad.Saltó a la arena el ...

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Andrés Caballero era el Andresín de la alegría y el coraje con los novillos, no importaba que fueran difíciles, en las plazas de la comunidad madrileña e incluso en Las Ventas. Posiblemente, ahora, matador de alternativa, lo siga siendo. Desde luego siempre será Andresín en su pueblo, San Sebastián de los Reyes, donde le quieren y admiran, y más aún después de su hombrada de ayer, que consistió en triunfar con dos toros que les habrían venido anchos, altos y largos a casi todas las figuras del casino de los exclusivistas. Andresín ya es matador de toros y además, de verdad.Saltó a la arena el toro de la alternativa y lo era por cuajo y trapío. Tres puyazos le pegaron en el espinazo y aún se fue sin picar. Se quedó, para mayor peligro, bronco y desarrollando sentido. Andrés Caballero lo banderilleó con mérito, lo muleteó sin perderle la cara, arrimando las femorales cuando había cómo, y lo mató guapamente. Según recibió al sexto, ni el Sputnik aceleraba tanto. Andresín armó el alboroto al ceñir una larga cambiada espeluznante, verónicas cargando la suerte o juntas las zapatillas, la media, una serpentina.

Núñez / Ortega Cano, Jiménez, Caballero

Toros de Marcos Núñez, bien presentados; cuatro nobles y flojos; primero y sexto, serios, fuertes y difíciles. Ortega Cano: estoconazo (dos orejas); pinchazo y estocada; la presidencia le perdonó un aviso (oreja). Pepín Jiménez: pinchazo y media ladeada (petición y vuelta); pinchazo hondo bajo, media y descabello (oreja). Andrés Caballero, que tomó la alternativa: pinchazo, estocada, rueda de peones y descabello (oreja); estoconazo y dos descabellos (dos orejas). Plaza de San Sebastián de los Reyes, 29 de agosto. Tercera de feria.

Derribó el toro cornalón y astifino y en banderillas se fue arriba. También se fue arriba Andresín y reunió de poder a poder; quebró; clavó un par de dentro a fuera con tal furia que partió los palos y, perdido el equilibrio, de poco cae sobre el pitón; cerró con otro espeluznante pasando por tablas. Ya puede imaginarse que las ovaciones eran encendidas. El, público no sabía si estar de pie o sentado. El toro acabó probón e incierto, lo que no impidió a, Andresín muletear con valor, garra y torería y cobrar un volapié sensacional, volcándose sobre el morrillo.

El asombro colmaba la plaza abarrotada. Ese Andresín que el pueblo ha visto crecer y correr -corre como una moto- lo veía ahora hecho todo un matador de toros. Abraza distinta escuela que su padrino de alternativa y vecino, Ortega Cano, pero quiere acompañarle en la fama.

Ortega Cano, para ponerse a la altura de las circunstancias que imponía su padrinazgo y ejemplo, estuvo tan profesoral como suficiente. Demasiado profesoral y suficiente, sin embargo, pues amaneraba las suertes y derivaba en la monotonía y el unipase, ahogando las embestidas. Que Ortega Cano derive al unipase es una alerta roja para la supervivencia del poco toreo bueno que vernos, uno de cuyos escasos ejecutores suele ser, precisamente, este diestro.

Hizo Ortega tres quites; Caballero, dos. Tres y dos son cinco: tantos como se vieron en la feria de Bilbao entera. El quite, felizmente resucitado, lo interpretó Ortega por verónicas, chicuelinas y unas gaoneras perfectas, y Caballero, por verónicas y chicuelinas también. Ambos se superaron en medias verónicas y serpentinas. El toreo de capa recuperó ayer su exhuberante belleza merced a la torería de estos dos diestros cabales.

Pepín Jiménez no entró en disputas de arte. Traía el ánimo limitado a ofrecer sólo unos apuntes de buen toreo y rellenó el resto con molinetes, manoletinas, giraldillas; esos abalorios. En justo castigo, se marchó andando, mientras sus compañeros salían de la plaza a hombros, en medio de un estruendoso fervor popular, y no le besaron, mientras a Andresín, estrujado por todo el mundo, le besuqueaban desde enternecidas amas de casa hasta bigotudos dragones de la reina (jubilados).

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