Reportaje:Programa regional contra la droga / y 3

Villaviciosa de 0dón ha vuelto a la tranquilidad tres meses después de que se instalase allí la comunidad de toxicómanos

El jueves 3 de abril, un grupo de 18 drogadictos en recuperación y una decena de miembros del equipo terapéutico -médicos psicólogos, asistentes sociales, terapeutas ocupacionales- se instalaron en los tres chalés semidestartalados elegidos por el Gobierno regional como sede de esa comunidad en Villaviciosa una localidad de 6.000 habitantes.El alcalde, Antonio Parejón, de Coalición Popular, acompañado de policías municipales, intentó evitar la ocupación de los chalés, hasta el punto de que María Gómez Mendoza, titular de la Consejería de Sanidad, tuvo que avisar al delegado del Gobierno en Mad...

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El jueves 3 de abril, un grupo de 18 drogadictos en recuperación y una decena de miembros del equipo terapéutico -médicos psicólogos, asistentes sociales, terapeutas ocupacionales- se instalaron en los tres chalés semidestartalados elegidos por el Gobierno regional como sede de esa comunidad en Villaviciosa una localidad de 6.000 habitantes.El alcalde, Antonio Parejón, de Coalición Popular, acompañado de policías municipales, intentó evitar la ocupación de los chalés, hasta el punto de que María Gómez Mendoza, titular de la Consejería de Sanidad, tuvo que avisar al delegado del Gobierno en Madrid, José María Rodríguez Colorado, para que la instalación de los jóvenes prosiguiera. Pocos días antes, una manifestación de protesta convocada por la asociación de vecino había recorrido las calles del pueblo.

Las voces de los vecinos que defendían la solidaridad con los ex toxicómanos no se oían apenas entre los gritos de rechazo.

Trabajo y vida sana

Vecinos de Villaviciosa de Odón reconocen ahora que la existencia de la comunidad no ha alterado la vida de un pueblo con fama de tranquilo, sobre todo en comparación con el cercano Móstoles. Desde la llegada del buen tiempo, los excursionistas de domingo se han acercado como siempre al río, situado muy cerca del lugar ocupado por los jóvenes en recuperación, y tampoco ha pasado nada.

Los terrenos de la. comunidad están cercados por una valla, y ni los vecinos pueden entrar ni los de dentro pueden salir sin permiso, ni tienen demasiado interés en iniciar un acercamiento que podría ser malinterpretado.

La comunidad terapéutica es lo más parecido a un campamento de verano, aunque regido por normas bastante severas. Se hace dificil distinguir a los toxicómanos en recuperación de los miembros del equipo terapéutico. Todos son jóvenes y comparten un ambiente de trabajo en común. Desde las 7.15, hora en que el responsable de día despierta a todos los demás, hasta las 13.45 del día siguiente, en que cada uno tiene que estar ya en su habitación, la jornada transcurre entre los ejercicios de gimnasia, el trabajo en los cercanos viveros de la Comunidad, las reuniones de grupo, las actividades culturales y ocupacionales, ver televisión, charlar o descansar.

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Algunos siguen estudios de graduado escolar, otros están perfeccionado sus hábitos de lectura y escritura. Hay quien ha aprendido a manejar el tractor, necesario para allanar el terreno donde han instalado una huerta. Una de las primeras iniciativas fue la redacción y confección de una revista de carácter interno, más o menos mensual, de la que ya han salido tres números, en la que narran sus experiencias, que envían a otras comunidades terapéuticas repartidas por el país.

Los 18 jóvenes que siguen el tratamiento tienen pinta de veraneantes. Cada cinco días, dos de ellos se ocupan de cocinar para el resto. Otros se encargan de limpiar el terreno y prepararlo para sembrar césped. Uno de ellos, a la pregunta de si el equipo terapéutico les hace trabajar demasiado, responde: "No, todas las cosas que hacemos son perfectamente soportables. Aquí se respira un ambiente de camaradería y estamos a gusto".

Uno de los miembros del equipo terapéutico hace hincapié en que los jóvenes de la comunidad han estado en lista de espera desde hace meses, "algunos desde noviembre", antes de pasar a la cura de desintoxicación en los centros sanitarios de la Comunidad de Madrid y luego desembocar aquí: "Todos ellos han demostrado que tienen voluntad de curarse. Por lo demás, las reglas de juego están muy claras. Prohibido beber alcohol y consumir estupefacientes, que sólo pueden conseguir en sus salidas a Madrid. Lo contrario significa la expulsión inmediata".

Los jóvenes pasan un mes sin salir de la finca. Luego, se les van dando permisos de uno, dos, tres o hasta cinco días, tanto para que puedan visitar a sus familias como para que vayan reanudando la relación con sus barrios. Los chicos agradecen el apoyo moral de algunos vecinos que, sobre todo al principio, se acercaron a darles ánimos, advirtiéndoles, eso sí, que en el pueblo era mejor no manifestarse públicamente en su favor. Hoy parece que la tranquilidad ha vuelto a Villaviciosa.

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