VIOLENCIA EN EL MEDITERRÁNEO

La Cruz Roja pacta una tregua para trasladar el cuerpo de Kilburn a Beirut Este

La Cruz Roja libanesa tuvo que encargarse ayer de transportar el cadáver del bibliotecario norteamericano Peter Kilburn desde el sector Oeste (musulmán) de Beirut hasta el sector cristiano, donde están todas las dependencias de la Embajada de Estados Unidos. Para ello, esa institución humanitaria hubo de pactar una tregua con los contendientes que se tirotean a uno y otro lado de la línea verde, la cicatriz que divide Beirut de arriba abajo. Aun así, fueron precisas dos horas para hacer un recorrido de cinco kilómetros.

Los cadáveres de los profesores británicos John Leigh Douglas y Phi...

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La Cruz Roja libanesa tuvo que encargarse ayer de transportar el cadáver del bibliotecario norteamericano Peter Kilburn desde el sector Oeste (musulmán) de Beirut hasta el sector cristiano, donde están todas las dependencias de la Embajada de Estados Unidos. Para ello, esa institución humanitaria hubo de pactar una tregua con los contendientes que se tirotean a uno y otro lado de la línea verde, la cicatriz que divide Beirut de arriba abajo. Aun así, fueron precisas dos horas para hacer un recorrido de cinco kilómetros.

Los cadáveres de los profesores británicos John Leigh Douglas y Philip Pacifield permanecían, entretanto, en la morgue de un hospital de Beirut Oeste, tras un difícil y lento proceso de identificación. Y persiste la inquietud acerca de los periodistas británicos Alec Collet y John McCarthy, cuyas muertes fueron anunciadas estos días, sin que haya ninguna certeza de su suerte.Días atrás, los periodistas que trabajan en la capital libanesa se preguntaban si es posible que en las ciudades occidentales se comprenda la tardanza angustiosa de darles nombres a tres cadáveres encontrados en la mañana del pasado jueves en las montañas controladas por los drusos. El caso es que nadie, ni los miembros de las embajadas anglosajonas ni los amigos íntimos de los rehenes, se atrevían a pisar Beirut, Oeste, a desplazarse al depósito de cadáveres a dar un vistazo, por lógico temor a convertirse ellos mismos en huéspedes forzosos de alguna ruina libanesa vigilada con kalashnikovs.

Los amigos libaneses de los pocos occidentales que quedan en Beirut -ahora sí que pueden contarse con los dedos- les preguntaban ayer al verles: "¿Pero tú, aún estás aquí?", y los extranjeros, un puñado de tipos con barba de varios días, ropas modestas y miradas acosadas, respondían también de modo unánime: "Eso me pregunto yo, ¿que hago aquí todavía?".

Ya se ha ido todo el mundo con pasaporte francés, norteamericano, británico, irlandés, canadiense o alemán occidental. Los que quedaban ayer, lo habrán hecho esta madrugada del domingo -representan el 80% de la exigua colonia occidental en el Líbano musulmán- a borde, de helicópteros que les llevaban al Este, con sus enseres mínimo, con todo el aire de una evacuación. Muchos lloran, porque amaban con locura al Líbano musulmán, como lo amaba el sociólogo francés Nlichel Seurat, ejecutado con toda seguridad por Yihad Islámica el pasado mes.En el último mes 31 medio, Beirut Oeste ha vivido dos durísimas crisis, cuyos infortunados protagonistas hansido rehenes occidentales. En marzo, cuando Yihad Islámica anunció la. ejecución de Seurat, y un grupo semejante, el secuestro del equipo de Antenne 2, se trató cte un pulso indirecto entre la revolución islámica del imam Jomeini y un Gobierno francés que agonizaba.

Ahora ha comenzado la matan za de rehenes anglosajones como represalia por el bombardeo norteamericano contra Libia y el apoyo de Londres a la acción, lo que en Beirut se llama la "primera guerra de Estados Unidos contra un país árabe". El balance, por el momento, es de tres muertos, el anuncio de nuevas ejecuciones -no se sabe si imaginarias o reales- y el secuestro del periodista británico John McCarthy cuando se disponía a huir del país.

Los occidentales cuya nacionalidad es la de algún país ccin serios conflictos con el mundo árabe y musulmán son todos, en Beirut Oeste, "rehenes en libertad condicional", dice Paul, un informador freelance que se niega a irse. "Ser discreto, no llamar nunca la atención y no confiarse nunca a nadie, no molestar las costumbres locales y mantenerse muy prudente con el sexo opuesto", eran algunos de los consejos que la agencia Reuter en Beirut daba hace un mes a los extranjeros que vivían en el sector oeste de la capital.

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Sentir pánico por la noche cuando el ascensor suena a horas intempestivas, contarse y recontarse cada dos por tres, no hablar en voz alta en lugares públicos eso es ser extranjero en Beirut oeste si tu país tiene asuntos pendientes con Líbano, Irán, Siria o Libia. Ahora, ese occidental ni siquiera puede ir a Back Street, la única discoteca que abre en el lado musulmán. Cuando salían de allí, en la noche de un Viernes Santo que pasaron lejos de su tierra, Douglas y Padfield fueron apresados.

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