El fiscal pide la absolución para los búlgaros acusados por el atentado contra el Papa

Antonio Marini, fiscal en el proceso sobre la pista búlgara, pidió ayer la absolución "por insuficiencia de pruebas" para los tres búlgaros -Sergei Antonov, Todor Ayvazov y Yelio Vasiliev- acusados por el terrorista turco Alí Agca de haber organizado el atentado contra el Papa de mayo de 1981. La decisión del fiscal fue recibida con sorpresa, ya que tras las duras acusaciones hechas estos días contra los procesados, la mayoría de los periódicos italianos preveía ayer que Marini acabaría pidiendo la cadena perpetua para los búlgaros, como hizo con los turcos acusados en el mismo proceso.
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Antonio Marini, fiscal en el proceso sobre la pista búlgara, pidió ayer la absolución "por insuficiencia de pruebas" para los tres búlgaros -Sergei Antonov, Todor Ayvazov y Yelio Vasiliev- acusados por el terrorista turco Alí Agca de haber organizado el atentado contra el Papa de mayo de 1981. La decisión del fiscal fue recibida con sorpresa, ya que tras las duras acusaciones hechas estos días contra los procesados, la mayoría de los periódicos italianos preveía ayer que Marini acabaría pidiendo la cadena perpetua para los búlgaros, como hizo con los turcos acusados en el mismo proceso.

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Todo hace prever que el tribunal confirmará la petición del fiscal, que demuestra que, después de más de tres años de proceso, la justicia italiana no ha conseguido una sola prueba contundente contra la famosa pista búlgara, que se ha desmoronado como un azucarillo en el café.Es verdad que la absolución por insuficiencia de pruebas no es una declaración de inocencia y equivale, en definitiva, a una condena política, pero indica al mismo tiempo que, a pesar de tantos esfuerzos de los jueces, no ha sido posible probar la participación de los tres búlgaros en el atentado contra el Papa el 13 de mayo de 1981.

El fiscal Marini se ha quedado, sin embargo, con la convicción de que ha existido, si no una verdadera pista búlgara, sí la participación de algunos ciudadanos búlgaros implicados con Alí Agca y con la organización turca Lobos Grises en el atentado de Roma. Marini denunció ayer el hecho de que no se le haya permitido "indagar a fondo" para descubrir las pruebas, y ha calificado el debate judicial de' "proceso a medias".

El fiscal ha pedido cadena perpetua para el responsable de la federación de trabajadores turcos en Europa, Musa Serdar Celebi, y para el cómplice de Alí Agca en el atentado de la plaza de San Pedro, el terrorista turco Oral Celik. Por su colaboración parcial con el tribunal, la petición fiscal contra Omar Bagci, el emigrante turco en Suiza que guardó la pistola que Agca utilizó para disparar contra Juan Pablo II, fue de 24 años de reclusión.

Marini ha criticado la actitud del mayor sospechoso, Sergei Antonov, antiguo jefe de escala en Roma de la compañía aérea búlgara Balkan Air, que durante los últimos cuatro meses se ha negado a participar en el proceso. También ha criticado a Alí Agca, al que acusó de no haber dicho toda la verdad y de haber intentado confundir con sus "ocurrencias místicas" a cambio de no se sabe qué tipo de ayuda ni de quién.

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De cualquier modo, si ha podido sorprender la petición del fiscal de una absolución por insuficiencia de pruebas, hay que reconocer, sin embargo, que es ésta la sentencia definitiva que se esperaba ya por parte del tribunal. Al parecer, se ha tratado de una solución concordada políticamente. Absolver completamente a los búlgaros después del ruido armado en todo el mundo con la pista búlgara hubiese significado una derrota de la justicia italiana.

Por otra parte, no cabe duda de que el proceso ha dejado muchos espacios oscuros, que las pruebas fehacientes nunca han saltado sobre el tapete y que todo se ha basado principalmente sobre las acusaciones, sin pruebas reales, de Mehmet Alí Agca, quien, al mismo tiempo, se ha revelado como un ,gran actor, capaz de reírse hasta del lucero del alba.

La absolución por insuficiencia de pruebas en lugar de la absolución total permite, por otra parte creer que los jueces no se habían equivocado cuando pidieron la detención de los búlgaros sospechosos de connivencia con el atentado y que Alí Agca, aun con toda su picardía y sus artes teatrales, no había dejado de decir algunas verdades, aunque éstas hayan podido estar a veces mezcladas con embustes y flagrantes contradicciones.

Sólo sospechas

Queda, de este modo, si el tribunal confirma la petición del fiscal, la sospecha de que los búlgaros pudieran estar implicados en el atentado, pero, al mismo tiempo, se les ha dejado la posibilidad de decir que, a pesar de un proceso hecho a la luz del sol, no ha sido posible hallar pruebas capaces de ponerles en evidencia ante la opinión pública.Por otra parte, si la petición ha desinflado el globo de la pista búlgara -puesto que difícilmente el tribunal podrá conceder una pena mayor de la pedida por el fiscal- sigue aún en pie el interés del proceso, ya que cabría aún la sorpresa de que los jueces del tribunal puedan conceder a los búlgaros la absolución plena. Todo dependerá de hasta qué punto el tribunal dará por buenas las acusaciones de Alí Agca, o bien las considerará sólo fruto de su imaginación, de sus maniobras de defensa o de presiones oscuras desconocidas.

Por parte del Vaticano no ha habido ninguna reacción a la petición del fiscal, que acaba con la hipótesis de una trama búlgaro-soviética en el atentado contra el Papa polaco, ni quizá la habrá nunca, ya que el Papa siempre ha afirmado que ha dejado el caso en manos de los jueces italianos, que le ofrecen el máximo de garantías y de seriedad profesional.

Silencio en el Vaticano

Sin embargo, algunos comentarios recogidos en ambientes vaticanos indican que al papa Wojtyla tampoco le habría agradado demasiado que se hubiese acusado a los búlgaros -los "hermanos eslavos", como les ha llamado en alguna ocasión-. Tal acusación hubiese puesto en aprietos a la Unión Soviética, precisamente en vísperas de la llegada al Vaticano del máximo dirigente de la URSS, Mijail Gorbachov, y cuando se habla ya de la posibilidad de un viaje de Juan Pablo II, si no a Moscú, por lo menos a Lituania.

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