Crítica:MÚSICA / CANCIÓN

Vámonos para el Sur

Un cantante desnudo y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra, de modo que si ocurre un desconsuelo es conveniente y hasta imprescindible tener a mano un cantante desnudo. Siempre mejor si es un gran cantante, un enorme cantante, como Joan Manuel Serrat, aunque su desnudez vocal la arrope un somero y confortable cuarteto, la luz granazulada de los focos y un puñado de diapositivas proyectándose a sus espaldas.Es preciso ponernos brevemente de acuerdo. Esta ciudad ignora y sabe lo que hace; cultiva el imposible y exporta algún enano. Esta ciudad, la de Serrat, tiene orgullos de norte, f...

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Un cantante desnudo y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra, de modo que si ocurre un desconsuelo es conveniente y hasta imprescindible tener a mano un cantante desnudo. Siempre mejor si es un gran cantante, un enorme cantante, como Joan Manuel Serrat, aunque su desnudez vocal la arrope un somero y confortable cuarteto, la luz granazulada de los focos y un puñado de diapositivas proyectándose a sus espaldas.Es preciso ponernos brevemente de acuerdo. Esta ciudad ignora y sabe lo que hace; cultiva el imposible y exporta algún enano. Esta ciudad, la de Serrat, tiene orgullos de norte, flotando como garzas invictas, y añoranzas de sur. Una ciudad con ventas navideñas y culto a dios padre, pero en la que también hay hombres y mujeres que saben a qué asirse apartando lo inútil y usando lo que sirve. Para ellos, durante cinco días, Serrat proclamará que el sur también existe. La palabra de Mario Benedetti en la voz de Joan Manuel Serrat, y con su voz sus propias palabras, y con todo ello la sensibilidad musical de Ricard Miralles, Cubedo, Rabassa y Clúa. Todo eso en forma de un espléndido recital de presentación de su último trabajo discográfico es lo que Serrat quiso compartir la noche del pasado miércoles con cuatro millares largos de barceloneses. Estamos ante un Serrat tan pletórico como sereno, alzando el listón, convenciendo por arriba. No es el del sur un disco fácil, un disco predestinado a impresionantes ventas, pero sí es otro más de los grandes discos de Serrat, un elepé con suplemento, de los que cada uno vale por muchos otros. Por tanto, los votos en favor del Serrat-Benedetti son votos de cualidad.

Recital de Joan Manuel Serrat

Joan Manuel Serrat, voz y guitarra; Ricard Miralles, teclados; Albert Cubedo, guitarra; Francesc Rabassa, batería; Jordi Clúa, contrabajo. Palacio de los Deportes. Barcelona, 18 de diciembre.

Los viejos éxitos

El hombre es la medida de todas las cosas, meditó el filósofo. La medida de todas las cosas pequeñas, matizó el humorista. Con esa filosofía de punta socarrona se enfrenta a la vida Serrat. Desdramatizando, sin flamígeros banderines de enganche, haciendo de cada ciudadano su patria, de cada vivencia un universo, de cada remembranza un intangible. En esa paleta cabe desde el puntillismo inmediato de El meu carrer al equilibrio neoclásico de De árbol a árbol. Caben los viejos éxitos de imborrable memoria como envoltorio de sus 10 nuevos temas. Place un Serrat-Serrat, un maestro del bilingüismo en la fonética y del monolingüismo en el mensaje. No fue más que un recital, entre otras cosas porque Serrat es nada menos que un cantante de talla mundial. La presentación en el Palacio de los Deportes significó el primer encuentro con el éxito bien ganado que le espera a Serrat y sus músicos en otras ciudades de España y América del Sur durante los próximos meses. Entre los 10 temas escritos por Benedetti algunos han hallado mejor acomodo sonoro que otros. En el platillo de los agraciados colocaría a Una mujer desnuda y en lo oscuro, Testamento de miércoles y El sur también existe. En lo que respecta a su repertorio ya conocido, cada cual ya tendrá su pedazo de corazoncito en ése o aquél. Este extremo resulta bastante accidental a la hora de enjuiciar o disfrutar el Serrat del momento. Pulcro y parco en la forma, hondo y directo en el fondo, va a lograr que su público haga un nuevo norte de la afirmación existencial del sur. Un sur donde circulen consignas vitales y el ser humano recupere su función de referente universal. Un sur que pasee por su jocunda entrepierna a un buen número de glorias nacionales y cuyos grandes poetas sean tarareados en las tabernas. Quedamos a la espera del feliz día en que muchos pedazos de este sur también existan aquí. Antes, Serrat nos lo habrá anunciado.

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