Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Leonskaya, Otero y V. P. Pérez, trío de oro

El nuevo y grandísimo triunfo de Víctor Pablo Pérez en Madrid, al dirigir la Orquesta Nacional, es un reconocimiento merecido al talerito y la musicalidad de este burgalés treintañero, gran figura de su generación. Su colaboracion con Elisabeth Leonskaya en el Concierto del emperador, de Beethoven, fue de alta calidad y supuso la adecuada y dificil respuesta a un arte de tanta elevación como el de la pianista soviética, residente en Suiza.La Leonskaya es absolutamente fascinante. Su imaginación interpretativa, la riqueza de su repertorio sonoro, la movilidad de las dinámicas, el uso mag...

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El nuevo y grandísimo triunfo de Víctor Pablo Pérez en Madrid, al dirigir la Orquesta Nacional, es un reconocimiento merecido al talerito y la musicalidad de este burgalés treintañero, gran figura de su generación. Su colaboracion con Elisabeth Leonskaya en el Concierto del emperador, de Beethoven, fue de alta calidad y supuso la adecuada y dificil respuesta a un arte de tanta elevación como el de la pianista soviética, residente en Suiza.La Leonskaya es absolutamente fascinante. Su imaginación interpretativa, la riqueza de su repertorio sonoro, la movilidad de las dinámicas, el uso magistral del pedal, la intensidad aterciopelada de la pulsación, la nobleza de su cantábile, la organización del ritmo interno y la afectuosa comunicatividad hicieron de la versión de Leonskaya algo inolvidable que conmocionó a la audiencia. ¿Quién puede resistirse a la atracción de un arte así, en el que parecen concurrir datos de Lipatti, de Gilels y de la mejor tradición francesa? Cuando Leonskaya terminó el concierto, nos asaltó un deseo: volver a escucharla pronto. El triunfo fue aclamatorio y de los que se cuentan pocos por temporada.

Orquesta Nacional de España

Director: Víctor Pablo Pérez. Solista: E. Leonskaya, piano. Obras de Otero, Beethoven y Schumann. Teatro Real, 13 de diciembre.

Partitura de Otero

Se inició el programa con una importante partitura de Francisco Otero (Madrid, 1958), una de esas figuras de nuestra composición que por residir prolongadamente en el extranjero, principalmente en Alemania, son escasamente conocidas. Sin embargo, Otero merece la difusión y el aplauso estimativo que ahora recibió.

Tiene mucho talento y es músico sensible, lo que no está reñido con un sentido de la planificación, un detallismo de la organización y una claridad ideológica bien evidente en La fantástica presencia del albatros. Creo sinceramente que el intelectualismo que, de modo un tanto confuso, aparece en la nota autocrítica de programa, y hasta las mismas motivaciones y alusiones de la obra pueden olvidarse tranquilamente para escucharla en su bien trazada y equilibrada belleza.

El fantasmagórico atlantismo de la pieza de Francisco Otero (que va desde las más agitadas simas oceánicas a los cantos marineros de superficie con su versión británica de El abanico, de Javaloyes) puede valer como punto de partida, como idea causal; lo interesante son los resultados de una estética infrecuente entre nosotros que a veces hace pensar en Ives, en su espíritu instalado en nuestros días y en una psicología de artista ibérico. Víctor Pablo Pérez hizo un estreno de gran categoría, la obra se escuchó con claridad y la respuesta fue desusadamente entusiasta.

Todo cuanto queda apuntado sobre Víctor Pablo se reafirmó en su concepto de la cuarta sinfonía schumanniana, entendida como una apretada totalidad no sólo por la ausencia de pausas entre los tiempos, sino también por la estupenda relación entre los componentes del soberbio monumento sinfónico del romanticismo. La versión fue calurosamente ovacionada.

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