30ª SEMANA DE CINE DE VALLADOLID

Representantes de la industria debaten el confuso panorama del cine español ante la CEE

ENVIADO ESPECIAL Con la ostensible, casi ostentosa, ausencia de un representante de la Administración, hombres pertenecientes a los tres sectores de la industria cinematográfica -producción, distribución y exhibición-, junto con personalidades representativas de TVE y de los directores de películas, se celebró ayer en Valladolid el primer debate público sobre el panorama, confuso y lleno de riesgos, que le plantea al cine español el ingreso de nuestro país en la CEE.

Hay un curioso personaje sin rostro que flota estos días sobre el cine español como una sombra. Por llamarle con su nombr...

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ENVIADO ESPECIAL Con la ostensible, casi ostentosa, ausencia de un representante de la Administración, hombres pertenecientes a los tres sectores de la industria cinematográfica -producción, distribución y exhibición-, junto con personalidades representativas de TVE y de los directores de películas, se celebró ayer en Valladolid el primer debate público sobre el panorama, confuso y lleno de riesgos, que le plantea al cine español el ingreso de nuestro país en la CEE.

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Hay un curioso personaje sin rostro que flota estos días sobre el cine español como una sombra. Por llamarle con su nombre digamos que es el Innombrable. La búsqueda de la identidad del individuo, que lo más probable es que sea colectiva, comenzó hace tres años con un singular descubrimiento. En marzo de 1982, los socialistas tomaron las riendas de la Administración. Entre estas tiendas había unas para conducir el viejo carro español ante las puertas de celofán del Mercado Común. Pues bien, quienes ocuparon el carro descubrieron que algunas de las mercancías que se disponían a cargar en él ya estaban cargadas por la anterior Administración, y que una de ellas era el cine.En 1982, nuestro cine había sido ya vendido por un plato de lentejas a los intereses del pacto comunitario. No va a haber período de adaptación previo: el 1 de enero de 1986 el cine español entrará sin trabas aduaneras en Europa, cosa estupenda; y el cine europeo entrará en España en las mismas condiciones, cosa no tan estupenda. ¿Razón? El ingreso de nuestra industria en ella no conmoverá a la europea; pero el ingresó de la europea en la nuestra puede desmoronar a la española. "No es descabellado adelantar", afirmaron ayer dos productores de reconocida solvencia, "que la producción española puede en un par de años quedar reducida a unas 20 películas anuales". Más o menos, una cuarta parte de la producción actual. Traducción de estos números bárbaros a lenguaje civilizado: una catástrofe.

Tal es la tarjeta de presentación política del innombrable autor de esta operación de embudo a lo OTAN en la pequeña y pacífica parcela del cine. Portugal consiguió sin ninguna dificultad un periodo de adaptación previo para su cine de cinco años. España, en cambio, lo va a entregar sin un solo día de dilación. Tal es la con secuencia lógica de medir la "rentabilidad" de los productos culturales como se mide la productividad de un tractor o de la ubre de una vaca, y no con las mucho más adecuadas para el caso pulsaciones cordiales de la identidad colectiva de nuestros pueblos. Pero los stocks de suspiros no se contabilizan en estos prosaicos negocios con que se negocia la poesía.

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