Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Dos versiones distintas y válidas de Bruckner

No deja de ser curiosa la'audición, por partida: doble y en el. plazo de 48 horas, de la Séptima sinfonía bruckneriana. La experiencia ha resultado de alto interés, pues si el día 9 escuchamos la Versión de una. orquesta francesa -la de París- y un director fuertemente latino, como es Barenboim, este fin de semana, la misma obra parecía diferente en manos de la Sinfónica de Bamberg y el maestro polaco Witold Rowick¡. Lleva razón Barenhoim cuando afirma que entre Bruckner y Mahler existen menos semejanzas de lo que suele creerse. Bareriboilvi entiende la Séptima a partir de Schube...

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No deja de ser curiosa la'audición, por partida: doble y en el. plazo de 48 horas, de la Séptima sinfonía bruckneriana. La experiencia ha resultado de alto interés, pues si el día 9 escuchamos la Versión de una. orquesta francesa -la de París- y un director fuertemente latino, como es Barenboim, este fin de semana, la misma obra parecía diferente en manos de la Sinfónica de Bamberg y el maestro polaco Witold Rowick¡. Lleva razón Barenhoim cuando afirma que entre Bruckner y Mahler existen menos semejanzas de lo que suele creerse. Bareriboilvi entiende la Séptima a partir de Schubert; Rowicki y los músicos de Bamberg la interpretan a la sombra de Wagner y diría que desde un wagnerismo al pie de la letra.

Orquesta de París y Sinfónica de Bamberg

Directores: D. Barenboim y W. Rowicki. Obras de Bruckner, Mozart y Wagner. Teatro Real, 9 a 12 de octubre.

Sin embargo, también contradiciendo el tópico, el encantamiento moroso, el misticismo equívoco me pareció mucho más resaltado y analizado por Barenboim que por Rowicki, quien todo lo enfoca desde un punto de vista artesanal y eficaz. A los parisienses y su titular les duró la obra casi 10 minutos más y, especialmente, el adagio fue más largamente vivido e interiorizado en su objeti va nobleza lírica.

Aun partiendo de ideales sonoros distintos -transparencia y elevación francesas frente a densidad y riqueza de frecuencias graves germanas-, no cabe duda que el mayor virtuosismo de la Orquesta de París, la más depurada perfección de detalles quedó evidenciada, no obstante la magnífica categoría de la formación de Bamberg. En definitiva, el oyente sale ganando con estos contrastes.y se me antojan altamente formativos en,un tiempo tan prodigado de versiones únicas, impuestas por la industria discográfica, que el público acaba tomando como únicas verdades.

El ancho mundo de Bruckner -para muchos, como Stravinski, más interesante y original que el de Mahler- admite interpretaciones varias e igualmente válidas. Mientras Barenboim preludió la sinfonía en mí mayor con el Idilio de Sigfrido (el Wagner más lírico y desnudo de filosofía), Rowicki inició su programa con la Sinfonía Linz, una forma de homenaje a la ciudad de Bruckner y, también, una perspectiva histórica. El éxito, en ambos casos, fue espectacular.

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