Mediocre final de la feria del Pilar

Una corrida intrascendente ha servido para finalizar la feria del Pilar. La oportunidad para el torero local, Justo Benítez, y el anunciado número del rejoneo a cargo de Manuel Vidrié, junto a Pepín Jiménez y Emilio Oliva, eran suficiente reclamo para un público ferial y benévolo. Los toros, de marca uno y seis de Joaquín Barral, no fueron la excepción que confirmara bravura y sí, por contra, la continuada muestra de reses descastadas y muy justas de fuerza.

Para Manuel Vidrié fue el toro de marca, con un excesivo corte de pitones rayando en la casi amputación de oreja. Manso, tuv...

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Una corrida intrascendente ha servido para finalizar la feria del Pilar. La oportunidad para el torero local, Justo Benítez, y el anunciado número del rejoneo a cargo de Manuel Vidrié, junto a Pepín Jiménez y Emilio Oliva, eran suficiente reclamo para un público ferial y benévolo. Los toros, de marca uno y seis de Joaquín Barral, no fueron la excepción que confirmara bravura y sí, por contra, la continuada muestra de reses descastadas y muy justas de fuerza.

Para Manuel Vidrié fue el toro de marca, con un excesivo corte de pitones rayando en la casi amputación de oreja. Manso, tuvo cierta movilidad y la vulgaridad de ejecución en los rejones de castigo tuvieron réplica en banderillas. Aquí Vidrié colocó dos palos quebrando magníficamente, en los medios. Otro, para dos manos, dejándose topar la cabalgadura, devolvía su actuación a la mediocridad y de ahí a las simples palmas cordiales.

Tremendista comenzó Emilio Oliva con larga cambiada; hasta dos verónicas, bajando las manos, le salieron bien, cuando no remataba medias verónicas de rodillas; todo era jalear de público que reclamaba algo, lo que fuera, con tal de no aburrirse. Centrado Oliva, les ofreció con la muleta derechazos: citando de largo unos y templando bien en otros. Con el gazapón que cerraba plaza todo cuanto hizo llevó velocidad supersónica, y más que dar pases los tiraba. De Pepín Jiménez fueron los pases más templados de la tarde. Ocurría ante el segundo toro, que, blandeando, se caía; fue, sin embargo, noble para la muleta y lo aprovechó el torero para fijar lo poco de calidad que tuvo la corrida. Otros dos gazapones fueron a parar a Justo Benítez, y ante ellos fracasó estrepitosamente. Sin acoplarse, descentrado y bailando las zapatillas, se pasó el festejo de un lado para otro. Abrevió con el estoque, cosa que todos, paisanos incluidos, le agradecieron.

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