Editorial:

La dama de Islandia

ISLANDIA NOS visita en la figura de una mujer. No es un dato anecdótico; ella y sus compatriotas lo exhiben como una conquista histórica y como un símbolo de progreso y cultura, porque Vigdis Finnbogadottir es la primera mujer del mundo elegida por el pueblo para ocupar una jefatura del Estado, y esto la convierte en el emblema de una conquista que se persigue en todo el mundo. Islandia es un país pequeño -250.000 habitantes: los de algunas ciudades españolas- y peculiar. Su fuerza pesquera, su condición de encrucijada de las comunicaciones aéreas y su carácter altamente estratégico, su inclus...

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ISLANDIA NOS visita en la figura de una mujer. No es un dato anecdótico; ella y sus compatriotas lo exhiben como una conquista histórica y como un símbolo de progreso y cultura, porque Vigdis Finnbogadottir es la primera mujer del mundo elegida por el pueblo para ocupar una jefatura del Estado, y esto la convierte en el emblema de una conquista que se persigue en todo el mundo. Islandia es un país pequeño -250.000 habitantes: los de algunas ciudades españolas- y peculiar. Su fuerza pesquera, su condición de encrucijada de las comunicaciones aéreas y su carácter altamente estratégico, su inclusión en Escandinavia -pero, al mismo tiempo, su originalidad y su independencia, que recuperó de Dinamarca en 1944-, la rudeza climática de su vida y su trabajo y, al mismo tiempo, la finura de su cultura -de la que la presidenta es un alto exponente- forman parte de esa personalidad. Es un país sin ejército, pero tiene en su territorio una importante presencia norteamericana -la Iceland Defense Force, implantada por el Tratado del Atlántico Norte-, que es objeto de continuo debate interno en su sociedad y en el Parlamento (el Alpingi); la presidenta es partidaria de la neutralización, pero en España ha tratado el tema muy cuidadosamente, no lo ha mezclado en sus entrevistas y ha hecho menciones muy discretas en público, en las que únicamente ha resaltado su interés por la paz. Las conversaciones políticas y financieras las han sostenido los personajes de su séquito con sus correspondientes españoles. Ella ha resaltado, en cambio, los aspectos culturales -años atrás ha estudiado nuestro país y fragmentos de su historia-, pero se ha dejado hablar del problema esencial, que es prácticamente una característica española con cualquier país: compramos más de lo que nos compran. "Tenemos más cosas que intercambiar que el bacalao y el vino", ha dicho en la cena del palacio de Oriente, y se estaba refiriendo a un viejo problema entre los dos países. Como prueba de lo que nos podemos intercambiar, recitó fragmentos del Mío Cid y algún poema de Lorca: la presidenta hizo una larga carrera teatral, desde los grupos independientes hasta la dirección de los teatros nacionales, y su voz tiene una profesionalidad de actriz que no interfiere con su naturalidad y con su sinceridad.La visita ha sido breve y grata en ese sentido, y se espera que haya podido ser fructífera en los aspectos prácticos. Aparte de la balanza comercial, España tiene actualmente un agudo problema pesquero, e Islandia no solamente domina grandes caladeros, sino que tiene una voz muy escuchada en las conferencias pesqueras y a la hora de las legislaciones internacionales sobre este tema. Las relaciones con Islandia son, por tanto, importantes en esta hora en que se debe estar realizando una actualización de todos los puntos comerciales internacionales como consecuencia de la entrada en el Mercado Común.

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