Crítica:MÚSICA CLÁSICA

Éxito de López Cobos y su versión de 'El Mesías'

ENVIADO ESPECIALEl éxito de Jesús López Cobos con El Mesías ha sido en Granada tan franco y caluroso como en Madrid. Noche de especial significación para lo que ya se denomina en la calle, todavía sin demasiada justificación, el nuevo festival, que dirige un musicólogo granadino de renombre: Antonio Martín Moreno.

Dada la acertada visión que López Cobos tiene del gran oratorio de Haendel, renuente a la grandilocuencia y el apuntamiento sonoro, el director de la ONE prefirió la acústica clara, presente y brillante del Auditorio Falla al marco incomparable -y e...

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ENVIADO ESPECIALEl éxito de Jesús López Cobos con El Mesías ha sido en Granada tan franco y caluroso como en Madrid. Noche de especial significación para lo que ya se denomina en la calle, todavía sin demasiada justificación, el nuevo festival, que dirige un musicólogo granadino de renombre: Antonio Martín Moreno.

Dada la acertada visión que López Cobos tiene del gran oratorio de Haendel, renuente a la grandilocuencia y el apuntamiento sonoro, el director de la ONE prefirió la acústica clara, presente y brillante del Auditorio Falla al marco incomparable -y esta vez el tópico es cierto- del patio de Carlos V, en la Alhambra.

La presencia de la Reina, huésped de Granada por unas horas, dio a la noche mayor carácter de acontecimiento. Se alojó en el Alhambra Palace, el hotel que guarda entre sus muros los ecos de la voz de Federico García Lorca, de las guitarras jóvenes de Segovia, Llobet y Sainz de la Maza, del clave de Wanda Landowoska, el piano de Falla y de Ravel, como si doña Sofía hubiera querida entrañarse de golpe no sólo con el festival, sino con su más, lejana intrahistoria.

Festival Internacional de Música de Granada

El Mesías, de Haendel. Orquesta Nacional de España. Granada, 10 de julio.

Cuatro solistas de primer orden colaboraron con la Orquesta y el Coro Nacional en, este Mesías transparente, ágil, dramático, lírico, profundo y decorativo. Esto es, una plenitud barroca que López Cobos y sus intérpretes entendieron en sus esencias. Más que admirable, conmovedora la mezzosoprano Sarah Walker; luminosa de voz y estilo la soprano Lynda Russell; magistral en la explicación de los contrastes y continuidades, entre lo arioso y lo recitativo, el tenor Keith Lewis; el bajo John Shirley-Quirk es un oratorista que sobrepasó la fama para pasar a la leyenda.

Seguro, flexible y, sobre todo, constructor de la obra tanto desde el análisis formal y dramático como desde la emoción entendida como posibilidad estructural, López Cobos fue el gran protagonista de la jornada. Con él, el Coro Nacional, reducido convenientemente, preparado por Sabas Calvillo, nos mostró, igual que en Madrid, hasta dónde llegan sus mejores posibilidades. En esta ocasión, sin duda más lejos que las de la Orquesta Nacional, entregada, cuidadosa, pero tocada de imperfecciones que la perfecta acústica del Auditorio Falla evidenció en mayor medida. En resumen, una gran noche para la historia del festival, que ya ha iniciado su tramo más renovador: el dedicado a la música contemporánea y ala recuperación del patrimonio musical español.

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