LA FERIA DEL TORO DE PAMPLONA

Pero sin toro

ENVIADO ESPECIALEs la feria del toro, sí, pero sin toro. El toro continúa sin aparecer por los chiqueros de Pamplona y cada día va a peor. Es cierto que salen normalmente reses con trapío, algunas grandotas y hasta cornalonas. Sin embargo, lo mismo daría que salieran pequeñajas y acornes. Para que rueden por la arena, no resistan un tercio de varas medianamente completo y se les vaya la vida en el esfuerzo de seguir un derechazo, tanto da toro que oveja.

Ésta no es la feria del toro de Pamplona, es la feria de la oveja. Ya pueden ser salmantinos o andaluces, de hierro histórico o posmod...

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ENVIADO ESPECIALEs la feria del toro, sí, pero sin toro. El toro continúa sin aparecer por los chiqueros de Pamplona y cada día va a peor. Es cierto que salen normalmente reses con trapío, algunas grandotas y hasta cornalonas. Sin embargo, lo mismo daría que salieran pequeñajas y acornes. Para que rueden por la arena, no resistan un tercio de varas medianamente completo y se les vaya la vida en el esfuerzo de seguir un derechazo, tanto da toro que oveja.

Ésta no es la feria del toro de Pamplona, es la feria de la oveja. Ya pueden ser salmantinos o andaluces, de hierro histórico o posmoderno, que todos muerden el polvo. Algo raro sucede.

Decían del toro sanferminero que no se cae, pues le pone a tono el encierro, y ya se ve que, con encierro y todo, cuando salta a la arena está hecho bicarbonato. Tampoco valdría de excusa el argumento, tan acariciado por taurinos, de que la ganadería de bravo atraviesa una época de crisis. Porque, en otras plazas, los toros sí se han caído este año.

Plaza de Pamplona

12 de julio. Séptima corrida de feriaCinco toros de Cebada Gago y quinto del conde de la Maza; todos discretamente presentados y boyantes -salvo el sexto- pero prácticamente inválidos. Ninguno soportó un tercio de varas en regla. José Antonio Campuzano: estocada desprendida (oreja); media estocada trasera caida y descabello (silencio). Emilio Muñoz: pinchazo y estocada baja (silencio); estocada (oreja). Yiyo: estocada desprendida saliendo trompicado (dos orejas); pinchazo bajísimo, dos pinchazos bajos, otro pinchazo más y descabello (pitos).

Algo raro sucede y no son las peñas de mozos ni el más sesudo público de sombra quienes tienen que averiguarlo. En los torrentes de sangría que se consumen durante la corrida, en el alegre bullicio de la fiesta, se está disolviendo la responsabilidad grave de que salga a la plaza de Pamplona este toro inadmisible. Si al toro no se le puede dar lidia porque ya sale lidiado del toril y pidiendo la muerte, la corrida no existe y la feria carece de sentido.

Los de ayer, aparte de inválidos, eran pastueños, con la única excepción del último, que no podía ser pastueño ni nada, pues estaba desriñonado y se defendía. Es decir, que los toreros tuvieron la ocasión de hacerles faenas buenas y ocupar la cumbre de la tauromaquia, aunque sólo fuera por un día.

Pero tampoco. Los toreros lejos de torear con arreglo a los cánones y crear arte, pegaban pases mediocres. Salvo algunos momentos de la primera faena del Yiyo, todo lo que se vio en la tarde constituía una reñida competición de la más espantosa vulgaridad.

José Antonio Campuzano dio derechazos a su primero, con destajista afán, y ante el cuarto tenía problemas para asentar las zapatillas en la arena. "Da cucharón y paso atrás", comentaba un aficionado de nuestras proximidades. Exacto: cucharón y paso atrás; enseñarle el engaño (más bien el pico del engaño) y quitarse rápidamente cuando se cernía a embestir.

A Emilio Muñoz le faltó ruedo en el segundo toro, al que pegó pases donde cayeran, aliviándose sin disimulo, desligados y ajeno a cualquier conato de imaginación.

Al quinto, del conde de la Maza, tan tullido y tan amerengado como los del hierro titular, le bajó la mano y templó una tanda de naturales, mientras el resto de la interminable faena constituyó un ajetreo de muletazos superficiales, toscos y deslabazados, componiendo extrañas posturas, pavoneados andares, jactanciosos desplantes. No era para tanto; qué había de ser con aquellos torillos y aquel toreo astroso. Si le dieron la oreja, ésa hay que ponerla en la cuenta del triunfalismo que engendraba la merienda, unido a la buena estocada que cobró.

Yiyo paladeó a gusto el bomboncito que salió tercero, dentro de la concepción modernista del arte de torear que tiene asumida, consistente en remarcar la hondura de las suertes más que en sentirlas. Instrumentó redondos largos, naturales de cadencioso ritmo y ligó en un palmo de terreno los pases de pecho, marcados al hombro contrario. En el sexto, que estaba a la defensiva y se coló varias veces, decidió aliñar, y lo mató muy mal.

Paliando la murga de la corrida las peñas estuvieron a lo suyo: comer y cantar, beberse el misisipí. Mientras coman, canten y beban la feria del toro sin toro será una rentable creación, con amplias posibilidades de futuro. La novedad ayer era tirarle al picador, desde las altas cumbres de la andanada, un globo lleno de agua. Gritaba el mocerío "¡eeeeeh!", mientras el globo describía su larga parábola por los aires, y, cuando reventab a los pies del caballo "¡huuuuuuy!". Ni una vez acertaron, para integridad de castoreños, que protegen de los cataclismos solares las ideas carniceras de los individuos que van debajo.

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