Reportaje:

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El mercado del filme es lo que mantiene el Festival de Cine de Cannes

Los recovecos del festival de Cannes son casi infinitos. Los negocios de compra y venta de filmes realizados durante las dos semanas en que transcurrió el último certamen son los que han determinado el auténtico éxito del mismo. En esta edición del festival, que finalizó el 23 de mayo pasado, se han exhibido dentro del apartado del mercado del filme las 500 películas que figuraban en el mismo. Que el número de ventas sea superior o inferior al de años anteriores o que los precios medios de las películas mantengan un razonable equilibrio son trascendentes razones de peso para el porvenir de Can...

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Los recovecos del festival de Cannes son casi infinitos. Los negocios de compra y venta de filmes realizados durante las dos semanas en que transcurrió el último certamen son los que han determinado el auténtico éxito del mismo. En esta edición del festival, que finalizó el 23 de mayo pasado, se han exhibido dentro del apartado del mercado del filme las 500 películas que figuraban en el mismo. Que el número de ventas sea superior o inferior al de años anteriores o que los precios medios de las películas mantengan un razonable equilibrio son trascendentes razones de peso para el porvenir de Cannes.El mercado abre sus puertas desde muy tempranas horas. Quienes deseen acceder a sus proyecciones deben agenciarse un carné especial cuyo costo rodea las 10.000 pesetas. Así, según los vendedores, se evita la presencia de periodistas que poco favor harían con sus comentarios a la posible venta de cada película.

En pequeñas salas donde a veces apenas acude una docena de personas van circulando los títulos que quieren abrirse un camino en mercados extranjeros. Filmes de países de escasa industria, pero también otros presentados por compañías multinacionales, alternan la programación de unas 30 salas especializadas que proyectan ininterrumpidamente hasta bien entrada la noche. Algunas se especializan en cinematografías concretas (Australia, Suecia, España, Italia...), pero más frecuente es la diversidad en su programación. Basta que cada productor alquile la sesión que desee o pueda encontrar disponible para que el mercado del filme exhiba su producto.

La publicidad

No basta, claro está, con proyectarlo. Una intensa actividad publicitaria debe rodear cada sesión. Anuncios en las revistas diarias del festival, pancartas en los hoteles -que aprovechan su vistosa situación para lograr ingresos extraordinarios-, comunicados personales a los posibles compradores, sesiones de charlas y cócteles en los rincones más insospechados, muestra de documentales sobre rodajes aún sin concluir (el cineasta Arthur Penn se asombraba de que se exhibieran en Cannes avances de Target, la película que aún no ha empezado a montar), alquiler de avionetas que aireen pancartas publicitarias sobre la bahía comunicando la existencia de películas ya disponibles o de otras que aún son sólo proyectos.No afectan al mercado los títulos de la competición, aunque también éstos sean objeto de compra y venta: deben madrugar los interesados en la sección a concurso dado que un premio aumenta ostensiblemente su precio de venta. La esencia del mercado son películas laterales donde puede esconderse una obra maestra, el último título pornográfico o la aventurilla más mediocre.

Cada comprador debe elegir por intuición. Quizá unos minutos le basten para decidir su interés, y no es extraño por ello que las proyecciones del mercado sean a veces de una enorme trashumancia. Puede darse el caso de que la azafata encargada de un filme solicite al posible interesado que soporte, por favor, el resto de la proyección por el mal efecto que produce una rápida salida de la sala, o, por el contrario, que revise minuciosamente la identidad de quien entra dada la expectación que el título ha despertado. Ni un solo periodista debe penetrar: es la norma.

Una guerra de nervios se origina tras cada propuesta de compra. El primer precio sufre un vaivén de regateos que puede dar al traste con el negocio si un nuevo interesado se introduce con otra oferta. Es a veces divertido, pero otras patético, contemplar el desgaste físico de quienes quieren comprar o vender, manteniendo el tipo cada día pero inquietos ante el juego del contrincante.

Basta acercarse a esas sesiones del mercado, a las improvisadas reuniones en los hoteles o hasta el propio y real casino para seguir los términos de cada partida, el temple de quienes enfrentan sus intereses.

Ahí reside el contenido central del festival, la razón de su existencia y de su asombrosa capacidad de convocatoria. Millones de pesetas viajan de unas a otras manos al margen de la alharaca festivalera. Todo en pequeñas salas, en conversaciones silenciosas, en nervios simulados tras el esmoquin. Y con la Prensa marginada.

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