FERIA DE SAN ISIDRO

Casta y estampa del toro bravo

El toro de lidia que quiere la afición de Madrid es como el de la corrida de ayer, casta y estampa de toro bravo. No se trataba de gigantescas reses, esos "elefantes con cuernos" que según los taurinos exigen los madrileños. Qué va Los madrileños estaban encantados con esos toros, varios de los cuales no llegaban a los 500 kilos y desde luego los que sobrepasaron la media tonelada no parecen más toros.

El trapío, no los kilos ni el volumen, es lo que define la presentación del toro. Los ejemplares de Alonso Moreno tenían trapío, la seriedad que delatan la cara y la apostura de la re...

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El toro de lidia que quiere la afición de Madrid es como el de la corrida de ayer, casta y estampa de toro bravo. No se trataba de gigantescas reses, esos "elefantes con cuernos" que según los taurinos exigen los madrileños. Qué va Los madrileños estaban encantados con esos toros, varios de los cuales no llegaban a los 500 kilos y desde luego los que sobrepasaron la media tonelada no parecen más toros.

El trapío, no los kilos ni el volumen, es lo que define la presentación del toro. Los ejemplares de Alonso Moreno tenían trapío, la seriedad que delatan la cara y la apostura de la res, la edad cumplida de cuatreño. Y tenían casta. Y tenían bravura. Habría sido una corrida de éxito, de esas donde se reclama la presencia del mayoral, si no fuera porque los picadores la asesinaron. Literalmente la asesinaron con sus puyazos traseros.

Plaza de Las Ventas

15 de mayo. Segunda corrida de feria.Toros de Alonso Moreno, con trapío, casta y bravura. Ruiz Miguel: pinchazo, estocada tendida y dos descabellos (silencio); estocada caída (aplausos y saludos). Emilio Muñoz: dos pinchazos y estocada corta muy baja (silencio); bajonazo descarado (algunos pitos). Espartaco: estocada desprendida (dos orejas); estocada corta (vuelta por su cuenta). Salió a hombros por la puerta grande, con protestas.

Barbarie ecuestre

La barbarie ecuestre de la gente de castoreño inutilizaba los toros al primer puyazo. Hubo dos de excepcional calidad. De ellos, los taurinos se quedan con el tercero, el que facilitó a Espartaco un éxito notable. Decían los taurinos: "Ese era un toro de vacas". Otros, en cambio, nos quedamos con el primero; qué se le va a hacer, cada cual tiene su corazoncito.Ese primer toro era el que menos pesó; sólo sobrepasaba en nueve kilitos el mínimo reglamentario. No hubo ni una protesta y sí admirativos comentarios, tendido arriba, bajo los paraguas. Se trataba de un toro recortado pero enmorrillado y serio, armonioso de estampa, un "queso-e-bola" por morrillo y fino de cabos. Su bravura, demostrada en todos los tercios, algunos la ponían en cuarentena porque escarbó un poco por allí. Hombre, si a usted le pegan un puyazo en los riñones, lo más normal es que se ponga a escarbar. Y a ese toro se lo pegaron. No uno, sino tres.

El toro sangraba no por el brazuelo hasta la pezuña, que es la figura oratoria clásica, sino por la tripa hasta el meano, y por el canalillo del espinazo hasta la penca del rabo. A pesar de lo cual araba la arena con el hocico, y sólo cuando Ruiz Miguel le había pegado varias docenas de derechazos, se quedaba corto y además punteaba; que un toro de casta, víctima moribunda de la barbarie ecuestre de gente de castoreño, tiene la obligación de puntear.

Mandaba Ruiz Miguel en sus derechazos. Ruiz Miguel manda siempre, pero para triunfar con ese toro necesitaba arte, y de esta cualidad no anda sobrado. El cuarto, de mayor volumen y poder, derribó con estrépito, estuvo a punto de atrapar al picador contra el caballo, y aquél fue un lance de enorme emoción.

Sin embargo, el toro ya llevaba para entonces clavado en el alma el puyazo trasero, dobló las manos y en la muleta se defendía, lógicamente punteando por los dos pitones. Ruiz Miguel le toreó valentón aunque sin lucimiento.

El toro de vacas le valió a Espartaco para repetir la faena de la corrida televisada de Sevilla, de pe a pa. Va a resultar que este torero ha hecho falsilla de esa faena y quiere caligrafiarla igualita todas las tardes.

Es obvio que todos los toros no admiten la misma faena y si es como el de las vacas, sale, pero si es como el sexto, que se aplomó porque le machacó los lomos la barbarie ecuestre etcétera, no sale. Con el toro bueno dio una larga cambiada de rodillas, verónicas echando el paso atrás descaradamente, galleó por chicuelinas, muleteó en el platillo, en un metro cuadrado de terreno, ligando muchos derechazos, menos naturales y remontando la calidad de las suertes cuando se echaba por delante la maravillosa embestida con el pase de pecho hondo. Con el toro malo porfió lo mismo, sin que le saliera.

Está Espartaco montado en el tren del éxito, y ojalá le dure. En el mismo tren se quiere montar Emilio Muñoz, pero pierde pie al tomar el estribo. Su propio temperamento le pierde.

Toreó con hondura en un quite a la verónica y le salió un circo por caricaturizar las posturas. Lo mismo al pasar al natural al segundo, otro excelente toro. Trazaba largo el muletazo, y sin embargo afeaba la suerte con un ajetreo de hombros que se le está convirtiendo en tic peculiar. Al quinto lo dejó tullido el picador y apenas pudo haber faena. Con un toro así y el temple asá que le aplicaba Muñoz (es decir, ningún temple) el toreo era imposible.

Y llovió, faltaría más, toda la corrida. La lluvia nos hizo la Pascua. No tanto como la barbarie ecuestre de la gente de castoreño, que pulverizó una excelente corrida de toros; casta y estampa como gusta a la afición de Madrid.

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