Crítica:38º FESTIVAL DE CINE DE CANNES

Harrison Ford conquista el 'templo maldito'

El Harrison Ford de Blade runner, que no el de En busca del arca perdida, abrió en la noche del miércoles la 38ª edición del festival de Cannes. Con aspecto duro y perdedor, con una calvicie incipiente y una imagen muy acorde con la de su detective en Witness (único testigo), de Peter Weir, el actor norteamericano fue la gran estrella de una ceremonia inaugural en la que no faltaron ni los grandes nombres del cine francés ni los artificios de la pirotecnia o las presencias de la alta sociedad, como la princesa Carolina de Mónaco.

Witness es una película insólita, con un cierto sentido d...

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El Harrison Ford de Blade runner, que no el de En busca del arca perdida, abrió en la noche del miércoles la 38ª edición del festival de Cannes. Con aspecto duro y perdedor, con una calvicie incipiente y una imagen muy acorde con la de su detective en Witness (único testigo), de Peter Weir, el actor norteamericano fue la gran estrella de una ceremonia inaugural en la que no faltaron ni los grandes nombres del cine francés ni los artificios de la pirotecnia o las presencias de la alta sociedad, como la princesa Carolina de Mónaco.

Witness es una película insólita, con un cierto sentido del humor, que juega bien la carta del choque de civilizaciones y creencias. Un detective de Filadelfia se ve envuelto en un caso criminal que sólo puede resolver sumergiéndose en el ambiente cerrado y particular de la secta de los anish, heredera de las convicciones y normas de los anabaptistas suizos del siglo XVI, una pequeña comunidad que ha renunciado a la radio y la televisión, a la calefacción y a los coches. El director, el australiano Peter Weir, sale bien ahora. Había demostrado en Gallipoli o El año que vivimos peligrosamente que es un cineasta irregular, capaz de alternar lo mejor y lo peor en una misma cinta, pero va liberándose de sus errores o insuficiencias y adaptándose a las ventajas de una producción lujosa. En Witness su retrato de América posee la fuerza de la sencilla metáfora en que se basa. Los anish son el espíritu de los pioneros, unos aventureros puritanos que han hecho del aislacionismo un escudo protector.

'The Coca Cola Kid'

El primer filme de la selección oficial realmente de competición ha sido The Coca Cola Kid, una producción australiana dirigida por el yugoslavo Dusan Makavejev. Se trata de una pequeña fábula sobre el imperialismo económico. La compañía a la que hace referencia el título descubre con estupor que hay una zona de Australia impermeable al encanto de sus refrescos. Para solucionar el problema se elige al más eficaz de los ejecutivos, pero, como era de esperar, sus convicciones empresariales irán derrumbándose ante la inteligencia y tozudez de su rival local, un veterano empresario que sobrevive con maquinaria de los inicios de la revolución industrial.La fábula se completa con su correlato sentimental, también de corte simbólico. Y así, si la Cola-Cola y el refresco australiano no pudieron casarse felizmente en los años veinte, ahora sí van a lograrlo, pero gracias a que los hijos renuncian a continuar perteneciendo a las respectivas empresas. La película es muy de los años sesenta, con mensaje y humor que se pretende crítico, pero resulta un producto viejo, blando.

Toda la vertiente sentimental del asunto carece de interés, aunque permite intuir las grandes posibilidades de Greta Scacchi, aquí desaprovechadas porque el papel carece de entidad. Él es Eric Roberts, el desagradable pero perfecto protagonista de Star 80, que aquí repite su performance de manera satisfactoria. En conjunto, Makavejev no ha conseguido hacernos olvidar una comedia de Billy Wilder que, a pesar de resultar fallida, era mucho más mordaz. En aquella cinta, protagonizada por James Cagney, la ambición de la Coca-Cola era penetrar en el mercado de los países de la Europa del Este, y su caricatura de los dos mundos, el comunista y el capitalista, era acerada y precisa, mientras que hoy el ingenio de Makavejev se va desinflando progresivamente, cayendo en todos los tópicos y en las situaciones más previsibles. Una decepción.

El cine español, desde fuera

Resulta instructivo leer las explicaciones que da la Prensa francesa para justificar el predominio franco-norteamericano en la selección oficial, tanto por lo que tiene de manifestación de deseos como por lo que oculta. La tesis es la siguiente: Estados Unidos es la encarnación de la industria y Francia simboliza la producción institucional. El resto de países se debate en medio de la crisis, dudando entre reivindicar su particularidad más o menos exótica o la posibilidad de incorporarse al futuro de manera vergonzante, a través de coproducciones en las que el protagonismo es para el socio poderoso. Este esquema, que no deja de corresponder a la realidad española, ni tan sólo es considerado. Si del cine italiano se dice que se evapora; del alemán, que se disemina: del japonés, que se niega a participar, y del soviético, que únicamente está ávido de medallas, del español no se dice nada.Las 38ª edición de Cannes se convierte en un lícito duelo entre Francia y Estados Unidos, un pulso entre la force de frappe y la stars war reaganiana, en este caso apoyada tanto en Harrison Ford, que tuvo como aliado a Clint Eastwood, el director y actor de quien se ha seleccionado su Western Pale Rider, como en los méritos de la película de Peter Weir. Además, el hecho de que Witness fuera el título elegido para la sesión inaugural ha concedido a la película un protagonismo suplementario en los medios de comunicación.

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