7ª CORRIDA DE LA FERIA DE SEVILLA

Al fin, 'er zó'

ENVIADO ESPECIALDespués de una semana de lluvias torrenciales, al fin salió "er zó". Lo bueno es que salió para todos en la Maestranza. Y salió, sobre todo, para el público, que pasó una tarde divertidísima, vio faenas en todos los toros y además las vio buenas; pidió orejas, de las que fueron otorgadas seis; aupó a Espartaco para que saliera a hombros por la puerta del Príncipe, y hasta le pudo armar la bronca al presidente, con lo que une armarle la bronca al presidente, por no conceder la séptima oreja. Tarde redonda.

Por mitades llevaron la alegría a la Maestranza las faenas de los ...

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ENVIADO ESPECIALDespués de una semana de lluvias torrenciales, al fin salió "er zó". Lo bueno es que salió para todos en la Maestranza. Y salió, sobre todo, para el público, que pasó una tarde divertidísima, vio faenas en todos los toros y además las vio buenas; pidió orejas, de las que fueron otorgadas seis; aupó a Espartaco para que saliera a hombros por la puerta del Príncipe, y hasta le pudo armar la bronca al presidente, con lo que une armarle la bronca al presidente, por no conceder la séptima oreja. Tarde redonda.

Por mitades llevaron la alegría a la Maestranza las faenas de los toreros y "er zó". Las faenas fueron como quiere el público que sean: rápidas, sin incidentes y compuestas de muchos pases, de cien pases o más cada una.. "Er zó", que no presuma, no trajo los pases -naturales y derechazos, off course- que esos se producen en las plazas de toros así caigan chuzos de punta. "Er zó" lo que trajo fue la alegría de la fiesta; trajo, sobre todo, la alegría de vivir, y estar en esta primavera de Sevilla, que ayer derramaba sus perfumes de jazmín y azahar, más que nunca. Hasta la banda del maestro Tejera, la que mejor suena en España, tocaba con especial arte y el público la coreaba oles y la ovacionaba, con la misma fuerza que a los toreros.

Plaza de la Maestranza

Sevilla, 25 de abril. Séptima corrida de feria.Toros de Manuel González, sin trapío, flojos, dóciles. Emilio Muñoz. Estocada (oreja). Estocada desprendida (petición y dos vueltas). Tomás Campuzano. Estocada desprendida (oreja). Estocada desprendida (oreja). Espartaco. Estocada caída (oreja). Estocada (dos orejas). Salió a hombros por la puerta del Príncipe.

Todo eso trajo "er zó". Lo que no trajo fue toros, pero qué más daban toros, ayer en la Maestranza. El público no iba a disolver en agruras su alegría por trapío de más o menos. Sin trapío los toros, sin fuerza, sin malicia, eran la excusajusta para hacer fiesta y entonar cante y lo que hiciera falta sobre el por primera vez enjuto albero de la Maestranza. O para pegar pases, que a la gente le daba igual. Todos los espadas, en todos los toros, pegaron derechazos y naturales, con reiterativo afán, naturalmente ligados con el de pecho. Emilio Muñoz fue disonante en este ejercicio y en un par de ocasiones ligó los naturales con molinetes, y resultó que creaba de esta forma los momentos de mayor belleza de la corrida.

Curiosamente, fue a Emilio Muñoz a quien denegó el presidente la oreja. Él sabrá por qué. En el arcano de su tauromaquia debe estar la razón de esta negativa. O quizá fue un regalo al público, para que le abroncara y pudiera completar así una tarde memorable. Muñoz dio naturales de frente, si bien muchos de ellos los remataba altos; Tomás Campuzano, que dibujaba la media verónica con especial finura, los dio largos, y los de Espartaco resultaron un tanto desvaídos.

Pero eso sucedió en su primer toro, porque en el otro Espartaco armó un alboroto. Al otro, sexto de la tarde, colorao, medio inválido y mustio, lo recibió "a porta gayola" con dos largas cambiadas de rodillas, le instrumentó ardorosas verónicas en el platillo, lo puso en suerte galleando por chicuelinas, y la ovación alcanzó tal intensidad en decibelios, que hubo de saludar montera en mano. Para que no se muriera el toro, lo picaron poquito, pero moribundo estaba el pobre y Espartaco, de nuevo en el centro geométrico del redondel, le templó por derechazos-circulares y una corta tanda de naturales su cansino caminar. Cobró Espartaco una estocada hasta la bola y fue el delirio. La corrida entera había caído a estocada por toro, lo que tampoco es usual. A hombros levantaron a los tres espadas y a Espartaco lo sacó la multitud por la puerta del Principe. "Er zó" se iba entonces y hacía un guiño por detrás de la Torre del Oro. Después de un largo viaje a otras tierras había traído la alegría a la Maestranza y se iba tan satisfecho, a enamorar a la luna. Pero la luna se había vestido de faralaes y estaba en el real de la feria, bailando sevillanas toreras.

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